Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.
Middelhoff no es el único preso que sufre
¿Por qué es que se necesita a un Thomas Middelhoff o a un Uli Hoeneß, para que un público más amplio muestre interés por la vida interna de prisiones alemanas? Sería bonito si este interés no fuese guiado sólo por voyeurismo. Bonito también sería si el interés fuese por el destino de los prisioneros menos célebres, de las decenas de miles de presos, muchos de ellos preventivos. También el estado de otras instituciones cerradas como asilos de ancianos y residencias asistidas u hospitales psiquiátricos rara vez recibe mayor atención. Uno sólo aguza el oído, cuando sucede algo espectacular. Por eso quiero aprovechar esta rara oportunidad.
El caso de Uli Hoeneß despertó, ante todo, los instintos más bajos de la prensa amarillista. ¿Qué tamaño tiene su celda? ¿Qué privilegios recibe? ¿Puede ver los partidos de la Champions-League de su FC Bayern en vivo, aunque se transmiten en horas nocturnas? Aquellos que defienden a Uli Hoeneß por sus actos, su obra, y lo protegen frente a los ataques mediáticos, observaron menos las condiciones de las prisiones bávaras y la situación de los otros presos, aunque se lo mereciesen. Sólo sentían empatía por el prisionero que conocen.
¿Por qué se hicieron tan pocas preguntas relevantes, aunque algunas se imponen? ¿Qué sentido tiene la pena de cárcel en general – y especialmente en el caso de Hoeneß - para quien está integrado perfectamente en la sociedad? ¿No habremos caído en un automatismo de penas? ¿No daña la cárcel más de lo que ayuda al individuo de todos modos, pero también a la sociedad en cuyo nombre personas cumplen prisión?
Estas preguntas nadie las ha hecho. La luz que durante un corto momento estuvo alumbrando el cumplimiento de la pena, no fue una luz esclarecedora. Si uno no se quiere preguntar por el fin de la institución en sí, ¿Por qué no, al menos, les interesa, que la situación también en las prisiones alemanas – ni qué hablar de las mucho peores en otras partes del mundo – no sirven, para que las personas que cumplen condena allí, salgan como personas mejores y más responsables de sus actos?
¿Por qué en lugar de quejarse no iban hablar de la gran suerte que tienen los presos sintiéndose dichosos del daño causado por la cárcel – la perdida de amigos y familia, el descenso en la escala profesional y social, el daño en la salud mental y física – si ese perjuicio no fuese grande? No, nadie habla de eso.
En el caso de Thomas Middelhoff, al menos, se discuten detalladamente los daños psicológicos y físicos causados por el arresto. Para evitar un suicidio, se encendió durante 28 días cada 15 minutos la luz en su celda, por lo que, según los abogados de Middelhoff, se le hizo imposible dormir. Que dicho trato es inhumano, debe ser obvio. Pero el verdadero escándalo es que se necesitó el caso de Middelhoff para sacar a la luz estas prácticas, que según el director del sindicato Strafvollzug en Westfalia del norte Rin, solo en la JVA Essen (establecimiento penitenciario) se aplican en un promedio de 20 a 30 prisioneros al mismo tiempo
En el caso de Middelhoff, que de hecho no se diferencia mucho del caso de otros prisioneros, surge otra pregunta: ¿Por qué alguien, que por primera vez es sentenciado a cumplir pena de prisión, quien además presentó un recurso,lleva cinco meses en prisión preventiva, si su sentencia en sí es de tres años?Incluso si la sentencia impuesta finalmente quedara igual y se confirmara, probablemente solo se cumpliría dos tercios o la mitad, y esto en cumplimiento abierto.¿Qué hace alguien así cinco meses en un centro de detención preventiva?
Nada debería hacer ahí, al igual que muchos otros presos en prisión preventiva. No debemos sentir satisfacción, ni siquiera escondida,sobre la caída profunda de personas, que no nos parecen simpáticas y que probablemente merecen mucha crítica respecto a sus negocios.Le deseo a ambos, que logren ser libres lo más rápido posible y desearía que, basado en sus experiencias, en un futuro mostrasen solidaridad con las personas menos célebres, que no tienen el mismo acceso a abogados y medios y cuyo destino usualmente no le interesa a nadie.
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Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.