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Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

Voto fértil

Gonzalo Boye Tuset

Mucho se está especulando sobre el resultado final de las elecciones de este próximo domingo, pero a día de hoy pocas cosas podemos tener tan claras como dos resultados que parecen ya evidentes: el Partido Popular no solo no perderá sino que será la fuerza más votada y Podemos ni remontará ni ganará. Las razones para ambas conclusiones son varias, pero, en todo caso, lo relevante es plantearse el porqué de estos dos resultados.

¿Por qué el Partido Popular será la primera fuerza después de las elecciones?

Es una pregunta que no tiene fácil respuesta. Especialmente si tenemos en cuenta que la que termina ha sido una legislatura plagada de escándalos de corrupción hasta niveles nunca antes vistos en la historia reciente de España. Tampoco es sencillo explicar cómo el PP sobrevive a la política de recortes que ha practicado en estos cuatro años; recortes que han ido desde lo económico hasta lo social y, muy señaladamente, en materia de derechos y libertades.

El PP ha gobernado de espaldas a la ciudadanía, con formas propias de regímenes dictatoriales, y ha usado y abusado de una mayoría absoluta que le fue conferida para sacar al país de una crisis económica y financiera surgida a resultas de un modelo económico gestado por el propio PP, en época de Aznar. Puede que la respuesta venga dada por la existencia de una derecha sociológica que se mantiene fiel a aquel partido que de forma más coherente representa sus ideales políticos; es decir, la derecha de toda la vida, que se siente cómoda con las políticas económicas, legislativas y sociales que ha puesto en marcha el PP y que cree que las cosas deben seguir como están. No es descartable que este sea, justamente, el porcentaje de votos que va a obtener y que perderá los votos de aquellos que se mueven en función de parámetros menos estables y que en esta contienda se decantarán por Ciudadanos y Podemos, los partidos emergentes que han jugado a la ambivalencia del centro.

Seguramente, a medio y largo plazo el votante de derechas de toda la vida terminará confiando en Ciudadanos y podrá consolidarse como el recambio natural del PP, desgastado por la corrupción, anquilosado en una forma antigua de hacer política y, sobre todo, incapaz de comprender que la ciudadanía espera algo distinto de sus gobernantes. No es un proceso sencillo, pero ganar estas elecciones no asegura la supervivencia, a medio y largo plazo, del Partido Popular.

¿Por qué Podemos no ganará las elecciones?

A diferencia de lo que sucede con el éxito relativo que obtendrá el PP, dadas las circunstancias, la derrota de Podemos tiene más sencilla explicación y habrá de buscarse en sus propios comportamientos, movimientos tacticistas y errores.

Los cálculos electoralistas de Podemos han fallado y ello porque partiendo desde una postura “rupturista” -que tanto y a tantos ilusionó- se ha adentrado en un viaje sin retorno al centro político que es, sin duda, el feudo del PSOE. Podemos pensó, errando en la variable tiempo, que solo podía crecer desplazándose hacia el centro -que no es la proclamada “centralidad”- y que sería capaz de robar suficientes votos al PSOE para ser la primera fuerza política en estas elecciones.

En ese viaje sin retorno al centro Podemos ha abandonado muchos, si no todos, de aquellos ideales que tan atractivos e ilusionantes resultaban para un amplio sector de la población. Sus dirigentes dejaron atrás la propuesta de un proceso constituyente sustituyéndolo por meras reformas cosméticas; el ideal republicano por una monarquía espectadora de Juegos de Tronos; las propuestas nacionalizadoras porque ya no sirven; la democracia participativa por los fichajes estrellas o a dedo; se abrazaron a la OTAN; descafeinaron la memoria histórica; y se desembarazaron de todos aquellos lastres que pudiesen hacerles parecer como un partido “rupturista. En ese viaje al centro perdieron la frescura inicial, desilusionaron a muchos y, peor aún, cerraron la posibilidad real de construir una confluencia de izquierdas que permitiese alcanzar una mayoría bastante para poder ser alternativa de gobierno.

Digan lo que digan, a Podemos le molestaba la izquierda. Por eso se negaron a confluir, argumentando cosas tan absurdas como la “sopa de letras” (como la que ellos mismos han cocinado en Cataluña, Valencia o Galicia), las mochilas (que no es otra cosa que un respeto por la historia), un supuesto e infundado apego a las siglas (como si ellos estuviesen dispuestos a renunciar a las suyas), etc. En realidad, lo que más molestaba era la coherencia ideológica y la lealtad a unos determinados valores éticos, incompatibles con ese “euro-peronismo” que pretende introducir en España.

El objetivo final parece ser el de pescar allí donde creen que hay más votos: el centro político. Pero en ese cálculo olvidaron algo esencial como es la existencia del PSOE que -mal que nos pese- lleva años ocupando dicho espacio.

Al igual que sucede con Ciudadanos respecto del PP, es muy probable que a medio y largo plazo Podemos termine consiguiendo hacerse con el centro político, fagocitando o liquidando a un PSOE que padece de los mismos o parecidos males que afectan al PP. Sin embargo, a Podemos le ha faltado tiempo para conseguir convertirse en el nuevo PSOE. Cuando lo haga, nada garantiza que vaya siquiera a ser capaz de conseguir los resultados que en el pasado obtuvieron los socialistas.

En resumidas cuentas, lo que ha demostrado Podemos es que no es de fiar y eso siempre tiene un costo político que, tal y como sucede con la variable tiempo, no han sabido introducir en sus cálculos electoralistas.

Pero no ganar las elecciones no significa que Podemos no vaya a sacar un digno resultado. Faltaría más, después de la campaña de tierra quemada que han realizado. Pero es evidente que ni se va a producir la cacareada remontada, ni va a ganar unas elecciones en las que está apelando, sin decoro alguno, a lo mismo que durante décadas han apelando los “viejos partidos”: el voto útil. Podemos se olvida de que en un escenario como el actual el voto útil es inútil.

Ante este escenario, me parece que la mejor opción para este próximo domingo no es otra que la del voto fértil, aquel que -desde las instituciones, con el pueblo y para el pueblo- sirva para construir un grupo parlamentario que sea la semilla de la que nazca una dinámica social y política de la que surjan las grandes alamedas “por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”.

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