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Miguel Ríos: “A mí el rock no me debe nada, se lo debo yo todo”

Miguel Ríos: "A mí el rock no me debe nada, se lo debo yo todo"

EFE

Madrid —

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Hace tiempo que Miguel Ríos prometió dejar no solo de cantar a “los hijos del rock and roll”, sino también a los nietos, pero en el camino se presentan “caramelos” a los que “uno no puedo decir no”, como interpretar en La Alhambra y en clave sinfónica un repertorio que ha moldeado la música española.

“A mí el rock no me debe nada, se lo debo yo todo”, asegura modesto en una charla con Efe, una afirmación que dejó escrita en forma de canción, “Todo se lo debo al rock and roll”, aunque no es una de las incluidas en su último proyecto, “Symphonic Ríos” (Universal), que se publica el viernes con otros temas emblemáticos como “Bienvenidos”, “No estás sola”, “El río” o “Todo a pulmón”.

Fue en 2010 cuando anunció su despedida de los escenarios con “Bye Bye Rios”, una promesa que cumplió con alguna pequeña salvedad hasta que hace dos años sus amigos Ana Belén, Joan Manuel Serrat y Víctor Manuel le tentaron, en aras de la amistad, con reeditar su célebre gira “El gusto es nuestro”.

“Me dicen eso de que me retiro más que Antoñete”, bromea Ríos (Granada, 1944), que en mitad de aquel “tour” recibió otro “caramelo”, una actuación conjunta los 50 músicos de la Orquesta Ciudad de Granada bajo la batuta de su director honorífico, Josep Pons, con el que hace años ya adaptó al español las canciones de Kurt Weill.

La cita, además, tuvo lugar en el Palacio Carlos V de la Alhambra, un espacio que hasta entonces nunca había pisado un músico de rock. “Es una pasada de escenario, nunca hubiese pensado que podría actuar allí”, ha rememorado.

Dos fueron los retos entonces: “Evitar que el repertorio fuese excesivamente baladístico, que es donde una orquesta se puede desenvolver mejor, y demostrar que el rock es una música viva que se puede tocar en igualdad de condiciones que la clásica”.

“El concierto es como un maridaje emocional de una música que llevaba 200 años funcionando y de la que hace medio siglo cambió las reglas sociales, sazonado con el Carlos V, con la Alhambra, con Granada, que es mi tierra, y con Josep Pons, porque, si él me decía que estaba bien, aquello tendría dignidad”, ha afirmado.

El secreto para ello fue acudir a una serie de profesionales que lograron “que prevaleciera lo mejor de los dos mundos”, como Alejandro Terán, a quien descubrió por los “Episodios sinfónicos” de Gustavo Cerati, una de las referencias de esta experiencia, como también lo fueron los pioneros Procol Harum o Metallica.

“'Santa Lucía' es una canción que he tocado de todas las formas, pero aquí ha cogido un vuelo gigantesco, y temas como 'Rock de una noche de verano' o 'Antinuclear' adquieren una dureza alucinante”, destaca Ríos, muy satisfecho también con el diálogo de cuerdas que se establece en “Boabdil El Chico” entre la orquesta y su banda, Los Black Betty Boys.

El resultado quedó tan bien que le ofrecieron editarlo y, a continuación, realizar “unos cuantos bolos, 15 o 20 conciertos como mucho”, con un mes de espacio entre algunos de ellos, y empezando el 21 de junio en el Liceu de Barcelona.

Le seguirán, ya confirmadas, otra actuación en el Starlite de Marbella el 23 de agosto, el 1 de septiembre en Murcia, el 5 de octubre en Salamanca, el 20 de octubre en Valladolid y el 1 de diciembre en Bilbao.

En una fecha aún por anunciar, pasará antes por el madrileño Universal Music Festival, donde recalará en el Teatro Real, espacio en el que hoy ha presentado este proyecto a los medios.

“Siempre me he metido en cosas porque me las han ofrecido y he dicho: 'Cómo no'. En realidad he estado pescando moscas toda la vida, como cuando hice 'El himno de la alegría'. En aquel momento me di cuenta de que podía vivir de la música, lo cual fue muy tranquilizador, y también que no era ambicioso”, cuenta de uno de los grandes hitos de su carrera.

Por eso mismo, a sus 73 años, no se sabe a ciencia cierta si “Symphonic Rios” será la última “traición” a su retirada, una situación laboral que vuelve a aproximarlo a su “amigo” Rosendo, quien hace solo unos días ha anunciado que abandona las tablas.

“Es uno de los tíos con los que mejor me lo he pasado tocando y a los que más gusto me ha dado ayudar. Cuando acabó Leño, fue denostado por los popes del momento como el traidor de la banda. Es un creador que se sentía más libre con su propia música y ha dado muestras de un talento alucinante. Por mí puede hacer lo que quiera: irse, volver o lo que le salga del...”, concluye.

Javier Herrero.

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