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La subvención que propició el boom

Karl Ove Knausgård, última estrella de las letras noruegas

Paula Corroto

Si el lector conoce quién es la finlandesa Sofi Oksanen, los noruegos Dag Solstad y Herbjorg Wassmo, o buena parte del reciente boom de escritores nórdicos de novela policiaca, no se lo debe sólo al buen ojo de sus editores. Tras la publicación de estos libros en castellano, en aumento desde el bombazo que supuso la trilogía de Stieg Larsson a finales de la pasada década, las instituciones de cada uno de estos países que subvenciona buena parte de la producción de los libros, desde la edición a la traducción o el marketing. Sin ayudas, no hay escritores extranjeros.

2010 fue el punto de inflexión. Larsson disfrutaba de su época dorada y las librerías se llenaban de autores procedentes del norte. Como comentan desde la librería especializada Tierra de Fuego, aquel año hubo hasta 710 títulos de escritores nórdicos, nada que ver con los 220 que se publicaban a mediados de los noventa. 2010 también fue el año en el que la Feria del Libro tuvo como países invitados a Noruega, Dinamarca, Suecia, Finlandia e Islandia. A día de hoy, la cifra se mantiene con 740 títulos, de los cuales, por otra parte, solo 220 son de novela negra.

Es cierto que en este incremento ha tenido mucho que ver el éxito entre los lectores. Así lo confirma Diego Moreno, de Nórdica, editorial especializada en este tipo de autores: “Hay más títulos porque se venden, si no, sería la ruina”. Sin embargo, también es consciente de la importancia de las ayudas. “Desde luego, está claro que lo ha propiciado”, una opinión a la que se suman desde Lengua de Trapo, editorial de Dag Solstad.

“Siempre ayudan, claro. Las destinadas a la traducción son my buenas y te subvencionan los viajes del escritor, se encargan del alojamiento y te ponen traductores. No olvidemos que las traducciones de estos idiomas son caras. Una novela de 250 páginas te puede salir por 4000 euros”, sostiene Ignacio Cánovas, editor del sello. Mucho más caras que una novela en inglés o francés, “porque para estos idiomas hay muchísimos más traductores”.

Hasta 1.000 euros por un cómic

Entre estas instituciones se encuentran NORLA, de Noruega, FILI, de Finlandia y la Agencia Danesa de las Artes. Y entre los datos que aportan hay varios muy remarcables. Por ejemplo, Dinamarca se gasta una media de entre 300.000 y 350.000 en ayudas a la traducción de sus libros. Y Finlandia, aunque no traduce muchos libros al español, tuvo una partida de 9.470 euros para cinco libros.

“Nosotros damos ayudas a la traducción, la edición, la impresión, el márketing y los viajes desde Finlandia. También permitimos muestras de traducción de varias páginas y las pagamos incluso aunque el libro no llegue a publicarse. Por diez páginas pagamos 300 euros y si es la edición de un cómic, 1000 euros”, confirma Luisa Gutiérrez, del Instituto Iberoamericano de Finlandia. En la misma línea trabajan en NORLA, que subvenciona el coste de la traducción en un 60%, además de los viajes, y en la Agencia Danesa, que pueden pagar 1000 euros por la edición de un libro.

Desde estas instituciones se reconoce a su vez que paradójicamente, a pesar de que las ayudas han bajado en los últimos años –antes sí se solía cubrir el 100% de la traducción- cada vez tienen más solicitantes. “Nosotros los habremos incrementado hasta en un 75%”, manifiesta Luisa Gutiérrez. “Sí, estamos observando que vuelve el interés por los nórdicos porque hay unas ayudas que otros países no dan”, afirma Sarah Bogantes, de la Embajada de Dinamarca. De ahí que surjan pequeños sellos como El desvelo, de Cantabria, que han sumado a su catálogo a autores como el finladés Jari Ehrnrooth con su novela Más cerca que cerca.

No todos ayudan por igual

En el portal web de la UNESCO se pueden encontrar todos los organismos que ofrecen subvenciones para las traducciones de sus libros. Sin embargo, no todos ayudan por igual. Como comenta Ignacio Cánovas, de Lengua de Trapo, “en Alemania las ayudas están al 50%, como en Francia, y para el inglés no hay, sólo Irlanda sí tiene algunas ayudas”.

Otro país que sí se vuelca en que sus autores lleguen a todas las partes del mundo es Rusia. James Womack, al frente de Nevski Prospect junto a su compañera Marian, conoce bien cómo funcionan los organismos rusos de ayuda a la literatura. Según cuenta, allí existen dos tipos de subvención, la pública, procedente del Instituto Perevoda, y la privada, en manos de un instituto que pertenece a la familia del oligarca Mijail Projorov.

“Las ayudas públicas, por otro lado, se solicitan mediante concurso público, y aunque no siempre te cubren el 100% del libro, suelen ser muy generosas. Para una novela pueden estar entre los 2.000 y los 5.000 euros”, comenta Womack. De hecho, uno de sus libros más recientes, la nueva edición de El maestro y Margarita, de Mijail Bulgakov, contó con las ayudas del Instituto Perevoda, si bien este editor constata que sin ellas “hubiéramos editado el libro igual ya que tenemos muy bien controlados los márgenes”.

En este punto se abre un interrogante: ¿son absolutamente necesarias estas subvenciones? ¿Habría autores que nunca hubiéramos conocido sin ellas? “Son muy útiles, pero no sé si son fundamentales”, manifiesta Womack. Sin embargo, sí reconoce que para ciertos autores pueden ser casi imprescindibles. “Nosotros llevamos cinco años con la editorial y durante los dos primeros años no tuvimos ayudas. Después sí, y eso ha provocado que podamos pagar los derechos de autores vivos y publicarlos. Lo que podemos hacer con las ayudas es intentar ampliar el conocimiento de los que es la literatura rusa”, explica.

Y pone como ejemplo el caso de Anna Starobinets, una escritora de cuento fantástico y de terror que sería muy difícil de publicar sin estos alicientes. Casi como como Rikka Pulkkinen, la finlandesa destinada a suceder a Oksanen de la que Salamandra ha publicado su novela La verdad.

¿Y España exporta?

El caso de España, por otra parte, es bastante elocuente en relación con la situación de recortes en los presupuestos culturales. Según los datos de la Secretaría de Estado de Cultura para las ayudas y subvenciones a la traducción y edición en lenguas extranjeras, entre 2011 y 2013, estas han bajado hasta un 77%. De los 868.000 euros que se destinaron en 2011 se ha pasado a los 200.000 euros en 2013. Más de un tercio. ¿Y qué libros encontramos entre los que han sido traducidos con ayudas? En su mayoría clásicos como Don Quijote, Doña Perfecta, de Galdós, El príncipe destronado, de Delibes, Los cuatro jinetes del apocalípsis, de Blasco Ibáñez o el Amadís de Gaula.

También hay un El país del miedo, de Isaac Rosa (a la editorial francesa Christian Bourgois con un ayuda de 6280 euros), un 2666, de Roberto Bolaño (a la noruega Cappelen Damm, cuya ayuda fue de 16.000 euros), e incluso un Pornotopía, arquitectura y sexualidad, de Beatriz Preciado (a la alemana Klaus Wagenbach, con una subvención de 4180 euros), pero son oasis en el desierto. Como le ocurría prácticamente a los nórdicos antes de 2010.

“Antes se solían publicar los clásicos, pero ahora hay de todo”, resalta Lotte Katrine Tollefsen, de la Embajada de Noruega. Stieg Larsson tuvo buena parte de culpa de este boom del norte, pero la mano de sus instituciones, también. Y ahora parecen haber llegado para quedarse.

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