7 horas jugando a 'Red Dead Redemption 2': ¿obra maestra o tostón sobrevalorado?
Los números del videojuego Red Dead Redemption 2 hablan por sí solos. Un guion de más de 2.000 páginas, 1.200 actores, 192 temas musicales y jornadas de trabajo maratonianas de hasta 14 horas diarias. El título desarrollado por Rockstar es uno de los más ambiciosos de toda la historia, y precisamente por ello ha logrado recaudar 750 millones de dólares en su primer fin de semana (unos 660 millones de euros). Se convierte, de esta forma, en el mejor estreno de todos los tiempos del entretenimiento, incluyendo otros ámbitos como el cine o la música. Pero, al margen de las cifras, ¿merece la pena?
A pesar de que según Metacritic la opinión mayoritaria es positiva, no es la primera vez que la visión de los expertos contrasta con la de ciertos usuarios. Mientras que en reseñas de medios como The Guardian alaban “la inmersión total en un mundo asombrosamente realista”, otros jugadores reprochan que es “extremadamente lento, con toneladas de añadidos innecesarios que solo empeoran el juego”.
Por ello, después de cabalgar largo y tendido por el lejano Oeste, de cazar, de robar trenes y de capturar a fugitivos, enfrentamos dos versiones de un mismo título. La primera, en línea con la tendencia general; la segunda, con la de un grupo que por ahora sigue siendo el silencioso. De esta forma, ya sea para compartir una perspectiva o para despejar dudas de compra, os invitamos a cargar los revólveres y a comprobar quién es el pistolero más rápido del Oeste. Que comience el duelo.
Aunque sea de los mismos creadores, Red Dead Redemption 2 no es un Grand Theft Auto V de vaqueros. De hecho, pasan bastantes minutos hasta que el jugador tiene una excusa para encañonar a alguien. Lo que precede a esto son cinemáticas con diálogos y paseos por la nieve al más puro estilo de Los odiosos ocho, de Tarantino, película a la que casi parece calcar durante su prólogo.
“Me gustó Vice City, pero GTA IV fue muy oscuro y no tan divertido”, reconoció a este periódico Dave Jones, creador de Grand Theft Auto, durante el Gamelab 2018. De hecho, la polémica con la lentitud de la aventura de Niko Bellic recuerda bastante a lo que ahora ocurre con el último título de Rockstar. Como señalan en la página de videojuegos Kotaku, su apertura era más pausada de lo que muchos fans habrían deseado: contaba con cuentagotas cómo un treintañero de Europa del Este llegaba a EEUU en busca del “sueño americano” y cómo al final solo encontró un colchón mugriento.
Es cierto que los primeros instantes de Read Dead Redemption 2 pueden resultar algo desesperantes. No es fácil controlar a Arthur, su protagonista, sin presionar un botón por error. Tampoco es sencillo navegar por el menú, ni siquiera consultar qué misiones secundarias están activas. Sin embargo, es en su complejidad donde reside la magia. “Es torpe y poco divertido de casi todas las mejores maneras, fluido y suave de muchas otras”, publicó en Twitter Rami Ismail, un importante desarrollador de videojuegos independientes.
Lo que al principio parece imposible de dominar, como un caballo salvaje, se acaba convirtiendo en un agradable paseo con múltiples posibilidades. Pueden pasar 10 horas y que todavía sigamos aprendiendo cómo cepillar correctamente a nuestro corcel. Porque Red Dead Redemption, al igual que los grandes wésterns de venganza como Sin perdón o la Trilogía del dólar, se cocina a cámara lenta y prestando atención a los pequeños detalles.
Relacionarse con la banda de Arthur, ir al barbero, contemplar la Vía Láctea a la luz de la hoguera o escapar por los pelos del ataque de un oso, como en El Renacido, son solo algunos de los muchos momentos que lo convierten en el mundo abierto más próspero jamás creado.
Llevábamos ocho años esperándolo, pero ahora que está aquí, el mundo se divide en dos categorías: los que consideran al juego una obra maestra y los que esperan. Y tú esperas. Referencias cinematográficas aparte, Red Dead Redemption 2 es un juego lento desde el segundo uno: la cinemática de inicio, los movimientos de Arthur, el primer paseo por las montañas nevadas, la búsqueda de un lugar donde acampar con la familia. Estamos ante un videojuego de acción, pero transcurre casi una hora hasta que podemos empuñar un arma y disparar los primeros tiros.
Aproximadamente 90 minutos después de empezar nuestro periplo, el jugador ya es libre de hacer “lo que quiera”. Va entre comillas porque, a pesar de ser un juego de mundo abierto, hay algunas zonas a las que aún no se puede acceder: los trenes solo llegan hasta localizaciones determinadas, los carros de transporte igual, y coger a nuestro caballo y lanzarnos a descubrir el mapa se antoja todavía un pelín peligroso: tanto la vida de Arthur, como su resistencia y la de nuestro corcel aún son bajas. Sería fatal si alguien, en estos caminos desangelados y polvorientos de la mano del Señor, nos atracase. Las posibilidades de escapar se reducirían casi a cero.
Los movimientos de Arthur son lentos. Los pasos de Arthur son lentos. Incluso cuando Arthur corre, es lento. Es cierto que, dependiendo de lo gordos o flacos que estemos, el personaje corre más o menos. Pero no era necesario tener que andar por decreto dentro de una tienda, saltar o escalar objetos con el salero de un huevo ni vernos en la obligación de azuzar al caballo con el botón X cada dos por tres. Esto no es GTA, pero allí, hasta en mitad de la nada se puede encontrar acción. Aquí, la nada es la nada: y eso que quizá encuentres algún cervatillo que cazar para luego vender su piel, pero después, nada.
Hay algo más, y es que los controles no ayudan. No es difícil encontrarse en mitad de una misión intentando recordar cómo se cubre uno o se salta un objeto. Acceder al inventario en mitad de un tiroteo es un suplicio (más aún si lo que buscas es reponer tu vida) y cambiar de arma tarda, como mínimo, un segundo precioso que puede marcar la diferencia entre vivir o morir. Acceder al mapa es complicado y, también, lento. Rockstar incluso ha sacado una app para instalar en el teléfono y compaginar juego y móvil para así no perdernos. Por cierto que si queremos tener dinero suficiente para costearnos nuestras cosas, habrá que saquear a cada enemigo que matemos. Un proceso, otra vez, lento.
Podemos contemplar las estrellas, bañarnos en un hotel, cepillar a nuestro caballo y personalizar la empuñadura del revólver. También dejarnos crecer la barba, elegir entre multitud de sombreros, hebillas, chambergos y tirantes. Podemos, incluso, alimentar nuestro lado voyeur y mirar a través de las ventanas del pueblo a ver qué hacen sus ciudadanos. Pero quien busque mucha acción se va a sentir decepcionado. Red Dead Redemption 2 es como la vida que pasa entre que pides un café y el camarero te lo trae: es un momento de expectación que se diluye rápido tras beberlo. Y después de eso, ¿qué nos queda? El lento ocaso del día.