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Desvaríos y mentiras del PP en educación

Carles Marco

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“La realitat sempre és local: ‘localista’. I ha d’assumir-s’hi a través dels altres enquadraments. Però a la ‘universalitat’ i el ‘cosmopolitisme’ de debò s’arriba coneixent i arrelant-se en el local”, Joan Fuster

Uno de los dilemas del currículum más conflictivos es cómo abordar su enseñanza habida cuenta del acúmulo de conocimientos cada vez más extenso en cada materia y de las innumerables disciplinas establecidas o ausentes. La ponderación de los tiempos, interrelaciones y didácticas a escoger es un problema cada vez más complejo –y depende de muchos factores, y a veces no de conveniencias puramente pedagógicas-. Centrándonos en la tan necesaria materia de la Historia se ha pasado de un modelo ‘lineal’, rígido, basado en la sucesión paso a paso, donde la unidad anterior se asocia con la posterior (Gagne), a considerar un currículum ‘en espiral’ que sin romper la secuencia entre los diferentes contenidos, permitan ir profundizando progresivamente, en torno a ideas y conceptos clave, los aspectos cada vez más complejos de un mismo tema: repasar las ideas básicas, apoyándose repetidamente en estas hasta que el alumno haya captado todo el aparato formal que las acompaña (Bruner). A ello se añade un abordaje en red donde las ideas interconectadas y retomadas facilitan la transferencia: ideas y hechos diferentes se pueden combinar con objeto de aplicarlas en situaciones nuevas y diversas.

Quiero demostrar en este artículo que el PP sigue siendo romo, inculto y demagogo cuando en esta campaña electoral o tratan temas de Pedagogía, Historia, Geografía o Derecho. Profesan un nacionalismo españolista patológico e inflamado: ‘nacionalitis’ le llamaba Joan Fuster. Respecto a Europa son ellos los localistas en sentido peyorativo: ni cosmopolitas ni internacionalistas: sucursalistas, suspicaces, resentidos y con complejo de inferioridad. Tenemos una derecha todavía por civilizar que miente a la gente con aplomo.

Coinciden todos los grandes pedagogos en la necesidad de que los niños y adolescentes aprendan primordialmente en Historia su entorno –en nuestro caso el País Valencià- pues todo lo que pueda llamarse estudio de la historia y la geografía debe ser derivado de materiales que, al principio, caigan dentro del campo de la experiencia vital ordinaria. Este presupuesto ya lo sentó el patriarca de los pedagogos, Comenio (1592-1670), en su ‘Didáctica Magna’: “Lo que se enseñe debe ser enseñado como presente de uso determinado. Así el discípulo verá que lo que se le enseña no son utopías ni ideas platónicas, sino cosas que efectivamente nos rodean y cuyo conocimiento tiene aplicación real. Con esto el entendimiento se estimulará más y pondrá mayor atención”. La experiencia constituye la totalidad de las relaciones del individuo con su ambiente. Todos los clásicos de la Pedagogía de nuestro siglo y del anterior (Dewey, Decroly, Vygotsky, Gramsci, Evans, Freinet, Apple, Giroux, Willis, Bernstein, Stenhouse, Freire, Tonucci, McLaren…) defienden un currículo crítico y emancipador que, ante el carácter ahistórico y acontextual, reivindique la memoria, y enraizado con su pueblo y país, conecte con la experiencia local del entorno, y se proyecte hacia un nuevo mundo más esperanzador y justo contrastando las la historia de cada país con el respeto a la más amplia diversidad cultural.

El País Valencià tiene una historia propia de más de 800 años con numerosos avatares, tradiciones, montañas y monumentos que no pueden ser olvidados, pues la amnesia cultural es fuente de la barbarie. El alumnado puede estudiarlo y visitarlo a lo largo del curso aprendiendo y viendo en directo, empírica y emocionalmente, sus aspectos arqueológicos, agrícolas, botánicos o industriales... Su pasado. Decía Dewey: “La experiencia presente debe extenderse hacia atrás. Solo puede ampliarse al futuro en la medida en que ha sido ampliada para penetrar en el pasado”. Para comprender la naturaleza de los problemas sociales del presente, es necesario saber cómo se han configurado históricamente.

La filósofa de la Universidad de Harvard Martha C. Nussbaum –Premio Príncipe de Asturias- considera que: “Los ciudadanos del mundo consagrarán legítimamente mayor atención y tiempo a sus propias regiones e historia, ya que es sobre todo en esa esfera donde deberán actuar. Esta necesidad de conocimiento local tiene importantes consecuencias educacionales. Sería absurdo que pretendiéramos dar a nuestros alumnos iguales conocimientos sobre todas las historias y culturas. Además del resultado ridículo y superficial que ello tendría. En todos los niveles educacionales se deberá poner especial énfasis en la historia de las tradiciones”. ¿Significa esto que haya que obviar las otras historias de España y del mundo? No: para Nussbaum “resulta importante que este material sea presentado de un modo que recuerde al estudiante que sus tradiciones son solo una parte del amplio mundo al que pertenece, por medio de contrastes inteligentes y esclarecedores con otros productos culturales”. Hoy más que nunca se trata de interrelacionar dialéctica y dialógicamente, en sucesivos y crecientes subconjuntos, lo local con lo global extrayendo las lecciones y problemáticas comunes (como ahora el calentamiento global). Mas didácticamente la implicación del alumnado tiene que partir del buen conocimiento de lo local. “¿Cómo era esto antes de estar yo?” me preguntó una niña de cuatro años.

Didácticamente la historia estudiada desde la escala local a la global (es decir, del País Valencià a fondo, pasando a España en general y a Europa y el planeta necesariamente sin tanta profundización) formará parte de la vida del ciudadano, ayudándole a aprehender, a la luz del pasado, los desafíos de hoy. De paso también a comprender y construir múltiples conceptos como monarquía, república, imperio, declaración de guerra, ocupación, colonialismo, dictadura, democracia, esclavitud, revolución, federalismo… La negación de las historias diversas y en muchas cuestiones diferentes de las nacionalidades y regiones de España la impuso radicalmente el franquismo cuando el localismo y el globalismo no tienen por qué ser antinómicos, sino complementarios, y España puede ser un buen proyecto siempre que sea de verdad federal y enseñe la amplia historia del País Valencià.

Sin embargo, entre el decálogo de medidas que Pablo Casado propuso en la convención nacional de su partido estaba ésta propuesta estrella: recuperar las competencias en favor del Gobierno central: “La educación es una competencia estatal pero su administración está transferida a las autonomías”. Esto es una falsedad. La educación es un ejemplo diáfano de la concurrencia competencial en España. El artículo 149.1.30º de la Constitución atribuye exclusivamente al Estado aprobar las “normas básicas para desarrollar el artículo 27 sobre la educación”. La educación no es una competencia “estatal”: lo es “la legislación básica sobre educación y las autonomías tienen las competencias de desarrollo legislativo y de ejecución”, y así llevan décadas aprobando leyes educativas. El propio Tribunal Constitucional no dijo lo contrario. El actual proyecto del PSOE quiere volver a la situación de la LOE donde el 45% del temario, como no podía ser de otra manera, lo fija la autonomía valenciana (la lengua, la literatura, la historia, la geografía propia). No obstante, Pablo Casado, demagogo, lanza una y otra vez el señuelo franquista de que “en toda España se tengan que enseñar las mismas materias en Geografía e Historia”. Se trata del españolismo carpetovetónico desfasado e inviable ya como se enseña en las carreras de Ciencias de la Educación, de Políticas o de Derecho, y como explica la sinópsis del Congreso de los Diputados sobre la Constitución desde que se consolidó el Estado autonómico. El PP está electoralmente tergiversando el funcionamiento del Estado. Decía nuestro Premio Nobel Ramón y Cajal: “Se necesita volver a escribir la historia de España para limpiarla de todas esas exageraciones con que se agiganta a los ojos del niño el valor y la virtud de la raza. Mala manera de preparar a la juventud al engrandecimiento de su patria es pintarle ésta como una nación de héroes, de sabios y de artistas insuperables”. Más de cien años después el PP vuelve con esa pseudo-historia esencialista de hazañas extraordinarias, de aventuras fantásticas, de conquistadores, de himno patriótico y centrada solo en lo que ocurrió en Castilla. Franquistas y envueltos en la bandera roji-gualda no se enteran de las miles de investigaciones y libros de historia que no tratan de Castilla, sino de los otros pueblos de España.

Con lucidez el historiador Joan Fuster ya escribía en 1969 en el prólogo a la edición en castellano de su libro ‘Poetes, moriscos i capellans’: “La ‘historia de España’ tradicional tiene su centro, que no nos incluye, y la mitología que segrega resulta tan inequívoca como abrumadora… Parcial y parcelada, aquella historia resultará ininteligible. Los historiadores carpetovetónicos se esfuerzan por eludir, ocultar o desvirtuar la complejidad de las situaciones reales, pero al mismo tiempo anulan o tergiversan la una y las otras al privarlas de una dimensión dialéctica importante”. Nuestra derechona -y aquí tanto monta, monta tanto, el PP como Ciudadanos -heredera del franquismo, sigue mintiendo a la gente en todo.

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