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La caminata de dos octogenarios sin carné de conducir para protestar por la Autovía del Duero

Juan Antonio y Caty en una foto proporcionada por ¡Soria YA!

Ángel Villascusa

Juan Antonio y Caty han recorrido media España andando. Hace un par de años, incluso, fueron de Cataluña a Roma. Por eso, los 115 kilómetros que separan a Soria de Aranda de Duero les han parecido un paseo. “Normalmente hacemos 60 km al día y esta vez hemos hecho 30”, explica Caty, de 79 años. “El calor ha sido lo peor”. Los dos se encuentran perfectamente, hacen mucho ejercicio y se cuidan. Cuando escucharon que las plataformas Soria ¡YA!, A 11 Pasos (Peñafiel) y la Plataforma de Aranda de Duero por las Infraestructuras iban a organizar una marcha lenta por carretera para reclamar el fin de las obras de la Autovía de Burgos, no se lo pensaron.

“No tenemos coche, así que la única manera de participar en la protesta era caminando”, cuenta Juan Antonio. Tiene 85 años y reconoce que no va a poder disfrutar de esas obras cuanto estén terminadas. “Al ritmo que llevan, no las veo”. Pero no por eso va a dejar de protestar. “Lo hago por la generación de mis hijos y por la de los hijos de mis hijos, para que puedan tener un futuro en la provincia y no tengan que marcharse como hice yo”. El matrimonio vive en Cerdanyola del Vallès, en Cataluña, pero veranea en Soria todos los años. Un verano largo, porque tienen previsto quedarse hasta noviembre.

“Nada ha cambiado en este tiempo. Soria y toda Castilla y León siguen estando olvidadas aunque haya democracia y autonomías”, dice resignado. “Los castellanos y leoneses somos gente laboriosa y leal. Así que no puedo entender por qué los políticos de esta gran nación no hacen nada para arreglar nuestros problemas. Será porque hacemos poco ruido”, asegura.

Pero eso ha empezado a cambiar. Desde que en marzo de este año las plataformas de la España Vaciada se manifestaran en Madrid en una protesta liderada por Soria ¡YA! junto a Teruel Existe para pedir servicios básicos, infraestructuras y un plan contra la despoblación, los castellanos y leoneses han empezado a hacer ruido. “Es maravilloso ver cómo el pueblo se está empezando a organizar”, explica Juan Antonio.

La pareja de octogenarios llegó a Aranda de Duero, el pueblo elegido como centro de las protestas para reclamar que se termine la autovía A-11, el sábado por la tarde. Allí han sido recibidos como si fueran dos celebridades. “Hemos salido en tantas teles y en radios que ya ni me acuerdo”, dice Juan Antonio. “La gente se ha portado muy bien con nosotros. Nos han ofrecido quedarnos en sus casas. Nos han dado apoyo y muchos ánimos”, añade Cati. El domingo, muchos de los manifestantes que van llegando a Aranda se detienen a hablar con ellos. Algunos les preguntan si les pueden hacer fotos. “¡El que os ha estado pitando con el autobús estos días era yo!” les espeta un hombre a lo lejos. Es Luis, uno de los chóferes de la línea Langa de Duero-Zaragoza. “Nos han pitado muchos autobuses”, responde Juan Antonio.

Se ponen a charlar como si conocieran desde siempre. La autovía A-11 es el tema central de una conversación que apenas dura unos minutos. “La carretera nacional es peligrosa. Sería la gloria que terminaran pronto la Autovía”, le dice el conductor. Juan Antonio asiente con la cabeza. Mientras, Caty charla con varias vecinas de Aranda.

Este matrimonio ni tiene coche, ni vive en Soria, ni por edad, reconocen, van a utilizar la Autovía A-11 cuando esté terminada. Pero el compromiso con su Comunidad no lo pierden. “Esto es como quien planta una semilla sabiendo que no va a disfrutar de su sombra”, reflexiona Juan Antonio. “Queríamos hacer la marcha para llamar la atención y que viniese más gente. Creo que hemos ayudado”, asegura. Muchos de los manifestante supieron de la convocatoria porque vieron a la pareja de octogenarios en televisión.

El domingo por la tarde, cuando la marcha lenta ha terminado, vecinos de Peñafiel, de Soria y de Aranda se concentran en la plaza Mayor de Aranda para escuchar el comunicado que las tres plataformas organizadoras van a leer. Cuando terminan, invitan a Juan Antonio y a Caty a subirse al templete para que se dirijan a los manifestantes. La gente empieza a aplaudir cuando Juan Antonio se acerca al micrófono. No es por cortesía: sin quererlo esta pareja se ha convertido en un símbolo de esta protesta. Juan Antonio empieza hablar y el público está encantado. “Qué bien habla”, le dice una señora de mediana edad a otra joven. Espontáneamente empiezan a gritarle “presidente”. “La gente es una maravilla. Pero yo no voy a entrar en política”, dice por la tarde al recordar ese momento. “Yo seré presidente de mi escalera cuando me toque”.

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