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Migración: realidad vs. manipulación

Fotografía cedida por la ONG SOS Mediterránée, muestra a varios inmigrantes siendo rescatados para ser llevados abordo del barco de rescate Aquarius en el Mediterráneo el 10 de agosto del 2018.

Enrique Maruri

Director de Campañas y Ciudadanía de Oxfam Intermón —

“Nos invaden”. “El número de personas que llegan en pateras se multiplica cada año”. “Son terroristas”. “No es posible que haya papeles para todos”. “Los servicios de atención han sido desbordados”. “Nos estamos llenando de ilegales que vienen a robar”. “Le estamos haciendo el juego a mafias que se dedican a la trata de personas”.

Esos argumentos están de moda cuando se trata de hablar de los temas migratorios y las imágenes que aparecen en los medios de comunicación y redes sociales parecieran constituir un testimonio irrefutable de ello. No resulta extraño, entonces, que mucha gente sienta una sensación de alarma ante la llegada de personas migrantes creyendo que van a hacerlo por millones.

Pero no. Si miráramos las cosas objetivamente y, sobre todo, si los Gobiernos actuaran en coherencia con los valores que promulgan, se verían de manera muy diferente. Porque el tema migratorio está lejos de requerir un tratamiento reactivo y amarillista, sino de una política pública comunitaria. 

Tristemente, más allá de pequeñas señales, como las dadas por el Gobierno español en el caso del Aquarius o con las medidas para asegurar los servicios médicos a las personas migrantes en España, los Gobiernos europeos siguen enrocados, tratando el tema migratorio con miedo y desatino, exponiendo a miles de personas a riesgos innecesarios y provocando incluso la muerte de muchas otras. Este jueves, se han reunido en Salzburgo en un consejo europeo informal en Salzburgo (Austria) con una agenda clara que vuelve a tocar, una vez más, las migraciones y que ha concluido con escasos avances

Para enriquecer el debate y, sobre todo, para que no se nos olvide que estamos hablando de personas, aportamos algunos datos que contradicen los argumentos xenófobos.

1 “Nos invaden, el número de quienes llegan en pateras se multiplica cada año”

Esto es falso. Aunque la sociedad española tiene la falsa percepción de que un 21,5% de la población es migrante, la realidad, según Stop Rumores – Andalucía Acoge, es que el porcentaje real de personas extranjeras no comunitarias es del 5,5%. Un alto porcentaje de la población cree que se producen “llegadas masivas” o “avalanchas” de personas extranjeras que llegan en pateras o cayucos, cuando la realidad es que esta vía supone tan solo el 0,5%.

A agosto de 2018, habían llegado sin papeles por vía marítima 17.605 personas, y en 2017 fueron 21.971 personas. Por vía terrestre, es decir, a través de Ceuta y Melilla, entraron el año pasado 3.280 personas, mientras que, hasta el mes pasado, habían llegado alrededor de 3.300 personas en todo el 2018. No son cifras ni mucho menos de avalancha o invasión. La realidad es que la inmensa mayoría de las personas migrantes llegó en avión. Este fue el medio de transporte elegido por el 62,7% de inmigrantes que llegaron a España en 2017, según el último dato disponible de la Encuesta Nacional de Inmigrantes.

2. “Son terroristas, nos roban, amenazan nuestros valores”.

Estas personas se desplazan porque huyen de guerras, de los rigores del cambio climático, y también de terroristas, en busca de mejores oportunidades, enfrentando miles de adversidades que impone la ausencia de vías seguras y legales para migrar. Si fueran ladrones y terroristas, ¿cómo se explica que España y Europa estén entre los territorios más seguros del mundo?

3. “No es posible que haya papeles para todos los africanos que llegan a Europa”, “los servicios de atención están desbordados”...

Esto tampoco es verdad. Es cierto que en el corto plazo se generan costos. Más allá de estos costos iniciales, como afirma la profesora de Economía Lídia Farré, “múltiples estudios demuestran que los efectos negativos de la inmigración sobre el mercado laboral y el estado del bienestar de la sociedad de acogida son nulos o, en el peor de los casos, muy pequeños, y que tienden a desaparecer con el paso del tiempo”

“En primer lugar, la llegada de refugiados desplaza a los nativos hacia ocupaciones más complejas y con un menor contenido de tareas manuales. En segundo lugar, se estima un efecto nulo o positivo sobre el nivel de empleo y salarios de los nativos. Por último, se observa que estos efectos persisten en el tiempo. Los autores concluyen que los resultados responden al hecho de que los trabajadores inmigrantes tienen características distintas a las de los nativos, y por tanto no son sustitutos perfectos en el mercado de trabajo”, señala.

La migración es un bien público, un activo con el que centenares de sociedades humanas han logrado prosperar y hay que tratarla como tal. Siempre, además, poniendo a las personas en el centro.

Hay decenas de ejemplos en el mundo que demuestran las ventajas de tratar las migraciones, lejos del miedo y la inseguridad, como el caso de Canadá, Australia y Nueva Zelanda, con la implementación del sistema “Expresión de Interés”, que ha permitido atraer a cientos de miles de trabajadores calificados a ese país; o como el caso de los Acuerdos de Ginebra en 1979, que permitieron la atención de alrededor de tres millones de personas que huían de la Guerra de Vietnam; o mucho más reciente, el caso de Colombia, que ha permitido iniciar el proceso de regularización de más de 800.000 venezolanos en el último año.

Miles de familias, como la mía, han encontrado cabida en esta sociedad, sin discriminación ni exclusiones y, en cambio, han recibido una gran apertura por parte de las comunidades de acogida. Sería una pena que el oportunismo político y la post-verdad, tan usada en los últimos tiempos, termine por imponerse, convirtiendo al migrante en el enemigo.

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