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Opinión - Ir al grano. Por Rosa María Artal

“Et merde alors!”: el uso político de Salvini, Orbán y la extrema derecha de la migración preside la cumbre de Salzburgo

El ministro italiano del Interior, Matteo Salvini, y el primer ministro húngaro, Viktor Orban.

Andrés Gil

“Et merde alors!” [¡A la mierda!].

El exabrupto del ministro de Exteriores luxemburgués, Jean Asselborn, ante el ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, reflejan el ambiente político comunitario. Y con ese ambiente se ha llegado a la cumbre de Salzburgo, que entre este miércoles y jueves reúne a los jefes de gobierno comunitarios para abordar, fundamentalmente, la migración, el Brexit y asuntos de seguridad –entre ellos la guardia de fronteras, relacionada con la migración–. 

Et merde alors y el artículo 7; es decir, el mecanismo activado para sancionar a Hungría por su violación de los valores europeos, entre ellos el trato dado a los migrantes. 

Aun así, fuentes diplomáticas confían en que el ambiente se haya relajado en comparación con la anterior cumbre de junio, en la que el uso político de la migración, como siguen haciendo Italia y Hungría, impregnó las negociaciones políticos. En efecto, el rédito interior que le está dando a Fidesz, la Liga Norte y recientemente a los Demócratas Suecos, mantiene en alerta a los dirigentes comunitarios, que no esperan grandes avances en esta cumbre, como reconocían fuentes próximas al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk.

El Gobierno español, por su parte, se muestra favorable a apoyar las nuevas iniciativas, incluida la guardia de fronteras, aunque prevé dificultades políticas y presupuestarias. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, defiende en esta cumbre “la creación de un modelo europeo solidario de gestión de los flujos migratorios”, ha explicado Moncloa. En el mismo sentido, ve necesario “intensificar el apoyo y la cooperación con los países de origen y tránsito, así como de fortalecer la relación entre la UE y África”.

El propio Tusk ha sido muy claro: “Estamos quienes queremos resolver la crisis migratoria y están quienes la usan con fines políticos. Si los que la usan con fines políticos siguen haciéndolo, pensando en sus réditos internos, la crisis no podrá resolverse”.

Tusk quiere que se aborden las plataformas de desembarco en Egipto, país al que pone como ejemplo para frenar los flujos europeos en el Mediterráneo. Las plataformas, polémicas, ya se propusieron en la cumbre de junio, pero no se ha avanzado nada en ese sentido. De acuerdo con fuentes diplomáticas citadas por Politico, España se encuentra en conversaciones con Marruecos, y Túnez podría ser otro candidato. Pero son soluciones que tampoco convencen a todos: implicar a Gobiernos autoritarios, no democráticos, en tareas que requieren ser muy escrupuloso en la protección de los derechos humanos de las personas.

La otra incógnita, difícil de despejar en estas 24 horas, es quién coge los refugiados. Ningún país ha puesto en marcha los célebres centros planificados en junio para dar respuesta a Italia: adónde van las personas después de ser rescatadas en el mar. La mayoría entiende que Italia no puede quedarse a todos los refugiados, pero no se ha avanzado en cómo distribuirlos.

Y la guardia de fronteras, impulsada por Jean-Claude Juncker en su último discurso del Estado de la Unión y que cada día que pasa presenta más dudas y menos certidumbres: ¿Cuánto cuesta pasar de 1.500 a 10.000 guardias? ¿Cuánto tiempo se tarda en ello? ¿Qué mandato tendrá este cuerpo? ¿Qué funciones tendrá? ¿Ceden alguna soberanía los Estados sobre el control de sus fronteras?

“Pido a los líderes que dejen la escalada de reproches, porque a pesar de la retórica agresiva, las cosas pueden avanzar”, ha insistido Tusk este miércoles en una comparecencia pública al inicio de la cumbre en Salzburgo: “Terceros países han ayudado a llevar los flujos a cifras previas a 2015, y deberíamos centrarnos en eso. No podemos seguir divididos entre quienes quieren resolverlo y quienes quieren usarlo políticamente”.

De momento, esas cifras de caída en los flujos –de dos millones en 2015 a 100.000 en 2018, según ha explicado Tusk– está ayudando de momento a acercar posturas: Salvini y Orbán entienden que ganan más en su casa manteniendo el asunto vivo, sin resolver, al menos hasta las elecciones europeas de 2019. Y esa es una de las dudas que se despejarán este jueves: si Italia retornará a la centralidad de la Unión Europea o seguirá de la mano de Orbán.

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