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Emilio Ontiveros: “La UE debería poner en observación a los políticos que planteen bajadas de impuestos cuando hay necesidades pendientes de cubrir”

Emilio Ontiveros, presidente de AFI.

Rodrigo Ponce de León

Como observador directo y en profundidad de la crisis económica y financiera que asoló el mundo desde 2008, Emilio Ontiveros (Ciudad Real,1948) no tiene dudas de que “ Europa priorizó la preservación de una austeridad presupuestaria durante la gestión de la crisis que se reveló que no era útil para la propia recuperación económica”. Ahora en su nuevo libro Excesos. Amenazas a la prosperidad global (Editorial Planeta) analiza las nuevas amenazas que azotan a una economía global donde “el poder excesivo de mercado acaba generando vicios que deterioran al propio sistema económico”.

Este catedrático Economía de la Empresa de la Universidad Autónoma de Madrid y presidente de Analistas Financieros Internacionales (AFI) tiene plena confianza en los organismos multilaterales (FMI, OCDE, Banco Mundial) a pesar de su deficitaria actuación en la última crisis “si se quiere preservar algunas de las ventajas de la dinámica de integración internacional, de la libre movilidad de bienes, de personas, de capitales y de servicios”, aunque admite que “deben ser más representativas y tienen que adaptarse a los cambios que ha habido en las últimas décadas”.

Ontiveros pide una mayor responsabilidad a los políticos para que impongan una regulación que permita acabar con una desigualdad rampante que no termina de crecer a través de la imposición fiscal pero también percibe la aparición de “inversores jóvenes que son cada día más conscientes de los excesos del sistema, que penalizan a aquellas empresas que se perciben como generadoras de excesos y se premian a aquellas empresas que se ponen al frente de la manifestación, que hacen de la necesidad virtud”.

Cuando se cumplen once años de la crisis financiera. ¿Hemos aprendido algo? ¿Qué ha cambiado realmente? El presidente del Consejo de Supervisión del Banco Central Europeo (BCE), Andrea Enria, en una visita a España hace unas semanas mostró su preocupación ante el incremento desproporcionado del “opaco” mercado de CLO (Collateralized loan obligations) ya que “se desconoce qué riesgo indirecto tienen los bancos a través de la exposición creciente que acumulan nuevos actores en la comercialización de estos productos”. mostró su preocupación ante el incremento desproporcionado del “opaco” mercado de CLO

La crisis ha dejado algunas lecciones, pero no todas las lecciones se están traduciendo en decisiones que garanticen una mayor capacidad defensiva frente a una futura crisis financiera. Ahora observamos una alteración de los riesgos respecto a la generación de la crisis anterior: los bancos asumen menos riesgos pero hay otros operadores financieros -fondos de inversión y fondos de pensiones- que asumen más riesgos.

En Europa sí se han aprendido estas lecciones y se están tomando decisiones, sobre todo de supervisión financiera en bancos y en seguros. En Estados Unidos no es así, la Administración de Donald Trump está tratando de desmantelar la regulación que se adoptó por la crisis. En general, existe claramente la presunción de que el exceso de dominio de las finanzas, que estuvo presente prácticamente hasta el origen de la crisis, no es bueno que continúe, hay una clara conciencia de que a los mercados financieros no se les puede dejar solos y que la actividad de los mercados financieros, siendo necesaria, tiene que estar estrechamente regulada y, sobre todo, estrechamente supervisada.

En su libro escribe: “Habrá una próxima crisis. El sistema necesita siempre purgar recurrentes que ayuden a limpiar sus excesos, aunque no siempre a purificarlo de forma completa”. ¿Puede explicar cómo será esa crisis?

No, pero sí sé que va a haber una crisis financiera porque la historia demuestra que el sistema económico lleva en sus entrañas el germen que va a generar perturbaciones financieras, ya lo señaló Hyman Minsky. ¿Qué configuración va a tener y cuándo va a tener lugar? Es muy difícil de predecir. Es necesario que haya políticas de prevención y organismo multilaterales como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Central Europeo ya lo vienen anticipando: 'Cuidado, que con los tipos de interés excesivamente bajos se invita otra vez al exceso de endeudamiento por prestatarios que puede que sean los de mayor calidad del mundo'. No pensemos que el hecho de que no haya perturbaciones en algunos operadores financieros no quiere decir que la actividad financiera esté libre de riesgos. Las economías emergentes se están endeudando demasiado frente al exterior y lo están haciendo en dólares, una moneda que no controlan. Al menos se ha mejorado en la disposición de cautelas, tenemos mejores antenas detectoras de posibles tsunamis económicos.

Usted plantea la necesidad de fortalecer la gobernación global como fórmula contra la amenaza de la desglobalización, pero las entidades definidas para consolidar esa gobernación global o son inertes como la ONU o juegan en un terreno ideológico para implantar propuestas que acentúan la desigualdad como el FMI. ¿Quién debería abordar ese fortalecimiento?

Si queremos preservar algunas de las ventajas de la dinámica de integración internacional, de la libre movilidad de bienes, de personas, de capitales, de servicios tiene que ser gobernada por instituciones de todos multilaterales. Las instituciones multilaterales deben ser más representativas y tienen que adaptarse a los cambios que ha habido en las últimas décadas y evitar los excesos que se han cometido. Se tienen que democratizar poner en el centro de atención las situaciones de vulnerabilidad. El Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio tienen que tomar en consideración que hoy las economías emergentes tienen un protagonismo mucho mayor que hace 15 años, las economías consideradas avanzadas del G-7 ya no manda tanto en términos reales. Esta es otra de las lecciones asimiladas, en particular por el FMI y por la OCDE.

Europa tiene un problema específico, que es esa especie de agarrotamiento con sus decisiones de inversión. La UE tiene que ser consciente de que se está japonizando, en su cuadro clínico no hay crecimiento, no hay productividad, no hay inflación y, a pesar de que los tipos de interés están en territorio negativo, no hay inversión empresarial. Por lo tanto, Europa necesita reanimar al paciente. Fortalecer la arquitectura institucional del euro más rápidamente con el fin de que si hay una nueva crisis, que la habrá, no afecte de forma tan adversa a la eurozona como la anterior.

También se lo pregunto porque Financial Times publicaba recientemente que la UE podría permitir una prorroga de un año para que se siguiera operando en el mercado de derivados con el Reino Unido. Se sigue pensando más en los mercados que en la gente. Se dan pasos para salvaguardar los mercados pero no para asegurar el Estado del Bienestar.Financial Times

Ha habido una asimetría entre el cuidado financiero y el cuidado de los intereses de la mayoría de la gente. Europa priorizó la preservación de una austeridad presupuestaria durante la gestión de la crisis que se reveló que no era útil para la propia recuperación económica y, sin embargo, sí fue claramente impactante en el aumento de la desigualdad en la distribución de la renta. Europa, que siempre ha sido el adalid del Estado del bienestar, durante la gestión de la crisis demostró una menor pericia técnica. Las consecuencias sociales han sido mayores porque en Europa se ha ampliado la desigualdad, sobre todo en aquellas economías periféricas que sufrieron en mayor medida los rigores de la austeridad presupuestaria.

¿Tiene sentido la libertad de movimientos de capitales en la UE y sin consensuar un sistema fiscal único?

La libertad de los movimientos de capitales es necesaria para que el ahorro de aquellos países a los que les sobra, como en el caso de Alemania o de algunos países nórdicos, vaya a los países donde hace falta. Creo que en el seno de una unión económica y monetaria como Europa, la libertad de movimientos de capitales es positiva. Ahora bien, tiene que estar absolutamente supervisada y que haya una absoluta ausencia de paraísos fiscales. No tiene sentido que en un territorio, en un bloque económico como la Unión Europea, todavía subsistan plazas financieras donde es posible hacer arbitraje fiscal, donde es posible beneficiarse de diferencias fiscales. Esta es una de las denuncias permanentes de las inconsistencias de Europa. Debe haber libertad de movimientos de capitales en la UE y si alguna empresa alemana quiere invertir en una empresa española lo pueda hacer con absoluta libertad, pero no necesariamente a través de una localización holandesa o luxemburguesa para obtener ventajas fiscales diferenciales.

¿Hay que temer a China?

Sí, pero como hay que temer a Estados Unidos dependiendo de la administración que tenga. China es una potencia económica, es la segunda potencia tecnológica, una potencia comercial y militar. Lo que hay que hacer es no enfrentarse a China sino hacer que forme parte de ese gobierno multilateral. Hay que darle juego en la Organización Mundial de Comercio y exigirle que cumpla sus normas, al igual con el FMI y en el Banco Mundial en el conjunto multilateral.

China, por su peso en báscula, es una economía que tiene el tamaño de los Estados Unidos. Mientras en Europa nos encerrábamos en la austeridad presupuestaria, China estaba invirtiendo en conocimiento, ya no es una economía que fabrique manufacturas baratas. Es verdad que es una paradoja: un sistema económico cada día más cercano al mercado, pero tutelado por una organización política totalitaria, no democrática. Lo que hace falta es que cumpla las normas y, por lo tanto, sea parte de la economía global.

En su libro apunta al cambio de posición de la Business Roundtable, una de las organizaciones más influyentes del capitalismo estadounidense, dirigida por el presidente del banco JP Morgan Chase, que aprobó en agosto un manifiesto donde se desmarca de uno de los dogmas más asentados de la ortodoxia económica: El objetivo de las corporaciones no puede limitarse solo a los beneficios y a dar valor al accionista, sino que debe tener un impacto positivo también para el conjunto de la sociedad y para todos los actores involucrados. ¿Se lo cree? un manifiesto

Veo que algo ha cambiado. De la noche a la mañana todas las compañías que están representadas en la Business Roundtable cambian su argumentación en la toma de decisiones y deciden que ya no solo hay que tener como máxima conseguir la riqueza de los accionistas, sino también la situación de los trabajadores o el impacto de la empresa en la sociedad. Va a ser un proceso lento y desigual. Desde los años 70 venían asumiendo a pie juntillas que el único objetivo era la maximización de la riqueza de los accionistas. Estamos hablando de una organización empresarial que nunca no ha ocultado su confesión manifiestamente conservadora ni su identificación con los propósitos definidos por Milton Friedman en su libro de 1962, Capitalismo y libertad.

Si ahora hay un cambio la Business Roundtable , quiere decir que están percibiendo que el grado de respaldo al sistema económico es menor y que por lo tanto necesita hacer algún tipo de restauración en el capitalismo. Es difícil que veamos grandes cambios en la actuación de las grandes multinacionales de la noche a la mañana, pero la decisión de Business Roundtable es representativo del cambio. Ocurre igual con el escrutinio que está haciendo BlackRock, la mayor gestora de fondos de inversión, sobre las compañías en las que invierte, pidiendo explicaciones y actuaciones en políticas medioambientales, de sostenibilidad, estrategias inclusivas...

Esa compatibilidad entre beneficios y objetivos socialmente responsables del fondo Blackrock cuando tiene un 5% del accionariado de una petrolera española, ¿no es un tanto contradictorio que se hable de objetivos responsables cuando se invierte en una petrolera?

Claro, es una contradicción, pero también es una verificación de que ya se está condicionando la estrategia de esa petrolera. Al tener presencia en el accionariado, con una exigencias de sostenibilidad y políticas inclusivas convierte a BlackRock en el objeto de escrutinio de los demás inversores o del público en general. Otros accionistas, inversores o la sociedad en general le están reclamando a BlackRock si al estar en el accionariado de compañías emisoras de CO2 está sugiriendo políticas que van en la dirección correcta.

Ante el poder de empresas tecnológicas como Google, Apple, Facebok o Amazon, usted propone en su libro una respuesta global que se antoja imposible -EEUU no va a permitir que perjudiquen a sus empresas-. ¿Debe ser la Unión Europea la que ponga coto a las grandes tecnológicas?

Europa está marcando el camino que hay que andar en términos de defensa de la libre competencia y en dos ámbitos muy importantes: la ausencia de poder de mercado y en defensa de los derechos de los usuarios. El progreso tecnológico hay que mantenerlo, defenderlo y fomentarlo, pero el proceso tecnológico tiene que ser compatible con entorno de competencia y con la posibilidad de que aparezcan de nuevas empresas. Europa lo está haciendo mucho mejor que Estados Unidos y lo va a seguir haciendo porque encuentra respaldo social. El poder excesivo de mercado no es bueno y acaba generando vicios que deterioran al propio sistema económico.

Hay un consenso generalizado de que la desigualdad no es rentable, pero hace una semana el economista jefe de Deutsche Bank, Torsten Slok, envió un análisis a inversores sobre los 20 riesgos que afrontan los mercados en 2020 y antes que la guerra comercial o la desaceleración del crecimiento económico estaban “la creciente desigualdad en riqueza, ingresos y salud” pero como detonante de que “el debate político” se canalizara a elevar los impuestos a la riqueza o destinar mayor gasto público a educación o sanidad. ¿Quién tiene más responsabilidad, políticos o empresarios?

Sobre todo los políticos, que son los que deben imponer la regulación, y las empresas acatar esas normas. Los gobiernos tienen la posibilidad de luchar contra la desigualdad a priori con lo que se llama la predistribución, garantizando la igualdad de oportunidades y la misma educación para todos, y asegurando que los mecanismos de movilidad social funcionen, con independencia del origen de las familias. Pero cuando el sistema genera excesivas desigualdades, hay que actuar con el sistema fiscal: para eso están los impuestos y el gasto público, para que haya redistribución. La misión de Hacienda es también redistribuir. Y eso no solamente lo entienden, sino que lo defienden gente como Warren Buffett, que es una de las grandes fortunas del mundo, el fundador de Microsoft Bill Gates. Estas personas como muchos otros economistas ven que la desigualdad no es rentable no solamente porque crea tensiones sociales, sino porque genera ineficiencias en el funcionamiento del sistema económico. Es necesario que haya garantías del principio de igualdad de oportunidades y, al mismo tiempo, regular impositivamente. En las empresas además hay que vigilar que la desigualdad no sólo sea de renta, sino también de género. Es obligación de los gobiernos y es este punto también depende de los ciudadano.

En ese sentido, usted plantea la necesidad de aplicar políticas compensadoras en materia fiscal de manera que hay presentar batalla a la economía sumergida y contra la discrecionalidad con la que las multinacionales aplican sistemas de localización de conveniencia de sus ingresos y beneficios y porque hay que combatir el escapismo creciente en el cumplimiento de las obligaciones. Ahora bien, los tres partidos que competían en el ámbito de la derecha prácticamente han reducido sus mensajes económico en la campaña electoral a una carrera por ver quién bajaba más los impuestos, lo que no es una receta para luchar contra la desigualdad.

Absolutamente. No solamente es un problema para luchar contra la desigualdad, sino que afecta a las necesidades de capital público que requiere este país. Creo que no es solamente un brindis al sol, sino una irresponsabilidad. Hasta el anterior ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, se pronuncia en estos términos en una entrevista: es irresponsable. Y además debería ser objeto de vigilancia por parte de las instituciones europeas cuando en una economía como la nuestra los políticos plantean como prioridad económica bajar impuestos cuando todavía hay necesidades pendientes de cubrir y España no tiene la imposición más elevada de Europa, sino una presión fiscal inferior a la media de Europa.

¿Es un error eliminar el impuesto de Sucesiones?

No, creo que hay que buscar un arbitraje, una distribución, entre el impuesto del Patrimonio y el impuesto de Sucesiones. Es cierto que hay países varios países europeos donde este impuesto a las herencias se mantiene, pero puede ser un poco contradictorio que simultáneamente se mantenga el impuesto sobre la riqueza. Si ya hay una imposición potente sobre la renta quizás no sea necesario que haya un impuesto elevado sobre la riqueza .

En su última obra, Capital e ideología, Thomas Piketty denuncia la “ideología propietarista”, con la que se justifica la acumulación de derechos de propiedad ilimitados. ¿Cree que es uno de los excesos? ¿Habría que poner algún límite a ese derecho a la propiedad?Capital e ideología

No, creo que hay que poner un límite al uso que se hace de esa propiedad, pero la propiedad bien obtenida, legítimamente obtenida no tiene por qué tener un límite. Lo que sí tiene que actuar luego es la imposición. Si se gana más hay que pagar más impuestos. La progresividad fiscal trata de alguna forma de garantizar esa cohesión social a la que puede estar aludiendo Piketty.

¿Hay que plantear un reequilibrio del reparto salarios-beneficios?

Creo que sí. No tiene sentido es que haya economías con salarios sistemáticamente por debajo de la productividad. Yo creo que aspirar a que los salarios crezcan, lo mismo que crece la productividad, es incluso conveniente para el propio sistema económico, para que la demanda mantenga un nivel aceptable.

Tener buenas empresas es una de las condiciones de la regeneración del sistema, argumenta en su libro. En nuestro país estamos viviendo una serie de escándalos de los primeros directivos de bancos y empresas que no van por el camino de la regeneración.

Primero que actúe la justicia allí donde haya anomalías. Segundo, adaptar las normas del comportamiento de conducta empresarial a los mejores estándares europeos para todo tipo de empresas y de cualquier sector. Y en tercer lugar, que los inversores sean cada vez más conscientes a la hora de hacer una la discriminación necesaria entre empresas buenas y empresas que no lo son.

El activismo de los inversores es otra de las señales que estamos observando en las modernas economías. Ahora se empieza a exigir que los fondos de inversión inviertan en compañías que cumplen una serie de requisitos sociales y medioambientales. Volvemos a las lecciones de la crisis. Se están tomando decisiones, probablemente de forma todavía lenta, porque hay inversores jóvenes que son cada día más conscientes de los excesos del sistema. Se está penalizando a aquellas empresas que se perciben como generadoras de excesos y se premian a aquellas empresas que se ponen al frente de la manifestación, que hacen de la necesidad virtud.

¿Deberían tener los trabajadores o sus representantes un sitio en el consejo de administración de la compañía para tener peso en las decisiones empresariales?¿No cree que las decisiones así se tomarían más a largo plazo?

No se puede generalizar, hay compañías en las que ha funcionado y otras en las que no funciona. En Alemania existe pero no quiere decir que todas las empresas sean más eficaces. Hay empresas cuya conformación jurídica invita a que el protagonismo de los trabajadores sea mayor, pero no debería provocar restricciones porque en ocasiones se provoca cierta inflexibilidad operativa. Hay otros mecanismos para logar la implicación de los trabajadores para que apuesten por la viabilidad de la empresa a largo plazo pero con lo que no se consigue es con contratos semanales que solo fomentan la precariedad.

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