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El fiasco de los activos rusos pone en duda la capacidad de Europa como potencia global

El canciller alemán, Friedrich Merz, habla con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, durante la Cumbre del G20 en Johannesburgo.

Rodrigo Ponce de León

Corresponsal en Bruselas —

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Cuando Donald Trump señaló a los líderes de la Unión Europea como un grupo de “débiles” “que no sabe qué hacer. Quieren ser políticamente correctos y eso los debilita”, todavía no se había dado el fiasco alrededor de la utilización de los activos rusos congelados para financiar a Ucrania en su guerra con Rusia. Este jueves, se confirmó el fracaso en el seno de la UE a la hora de doblar el brazo a Bélgica, país que había vetado la solución de los activos rusos inmovilizados.

La fórmula por la que se han sustituido los activos rusos es el endeudamiento conjunto avalado por el presupuesto europeo. Esta solución ha puesto en duda el polo de poder que regentaba Alemania en la UE. La propuesta de los activos rusos había sido defendida a capa y espada por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el canciller alemán, Friedrich Merz, que se opusieron totalmente al endeudamiento común de la UE y argumentaron que no había una alternativa aceptable a los activos de Rusia.

Aunque se ha tratado de vender como un acuerdo de consenso, la imagen que se ha ofrecido es la de una postura de debilidad ante un gigante como Rusia que tiene en la amenaza constante y las agresiones encubiertas los argumentos de su política exterior. Monika Sus, profesora de la Academia Polaca de Ciencias, puntualiza que “si hay algo que puede llevar a Rusia a la mesa de negociaciones, es el poder europeo, no la debilidad”.

“La UE no fue concebida como un actor geopolítico”

“La UE hoy parece débil e impotente. Las recientes críticas del presidente Trump a Europa suenan como una dura llamada de atención. Hay una buena razón para esta debilidad interna: la UE no fue concebida como un actor geopolítico”, resalta Pierre Vimont, investigador de Carnegie Europe.

Además, hay una confluencia política y económica desde diferentes bloques con posiciones distintas (EEUU-Rusia-China), pero que comparten un mismo interés: debilitar a la Unión Europea. Así lo explica Riccardo Alcaro, coordinador de Investigación del Instituto Italiano de Relaciones Internacionales, para determinar cómo la posición de la unión se está deteriorando rápidamente: “El rezago tecnológico y la disminución del peso económico relativo de la UE se ven agravados por choques agudos: la guerra de conquista de Rusia en Ucrania, los riesgos de desenganche de EEUU y la falta de disposición de China para abordar las preocupaciones europeas sobre los efectos de su modelo orientado a la exportación en la competitividad, la industria y el empleo. La inercia institucional y la débil cohesión política restringen aún más la capacidad de la UE para perseguir un cambio transformador. La dependencia de los Estados Unidos persiste y, de hecho, se ha consolidado en áreas como la defensa, la energía y la tecnología, incluso cuando la UE busca protegerse contra socios poco fiables”.

El desafío de la UE no está en la ausencia de herramientas, sino la incapacidad de convertirlas en poder. La autonomía estratégica seguirá siendo un eslogan a menos que esté respaldada por una inversión política a largo plazo

Ricardo Alcaro Instituto Italiano de Relaciones Internacionales

Sin una Alemania con capacidad para ejercer influencia, con sus poderes lastrados por una potente crisis económica y con Francia absorta en sus graves problemas políticos e institucionales, la UE parece dar pasos en falso en un momento en el que se amplía la pregunta sobre si tiene capacidad para ser una potencia geopolítica global.

“La UE no es débil. Simplemente, se niega a actuar con firmeza”, explica Pol Morillas, director del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB). “Trump ha declarado que los líderes de la UE hablan, pero no cumplen. Quizás sea el momento de que los europeos dejen de temer que son débiles y escuchen al hombre que les insta a ser fuertes”, añade Morillas.

A nadie se le escapa que el entramado institucional de la UE provoca lentitud en la toma de decisiones y que haya países con capacidad de vetar propuestas. El veto se ha extendido en los últimos años con la llegada de ultras al Gobierno de algunos países como Hungría o ante la ola proteccionista que recorre el mundo, como ha sido el caso de Italia y Francia ante el acuerdo comercial con Mercosur. “Como una unión de 27 estados soberanos, su capacidad para actuar de manera cohesiva está limitada por intereses divergentes y percepciones de amenaza”, explica Natalie Sabanadze, investigadora del programa de Rusia y Eurasia en Chatham House.

En el mismo sentido se expresa Steven Blockmans, investigador senior del Centro de Estudios de Políticas Europeas, al comentar que “cualquier evaluación del papel de la UE en términos de política exterior y de seguridad debe comenzar reconociendo que, como una unión de 27 estados construida sobre reglas y compromisos, no es un actor soberano con autoridad centralizada. Esto da forma fundamentalmente a las fortalezas y vulnerabilidades de la unión”.

“La UE tiene un problema de diseño. Fue creada como un bloque comercial, no como una superpotencia geopolítica. Su éxito fue respaldado por los Estados Unidos, que proporcionó un paraguas de seguridad de liderazgo estratégico. Las características que definen la unión y la hacen atractiva—cooperación, compromiso y consenso—son activos en tiempos de paz. En el contexto de la guerra, sin embargo, se convierten en vulnerabilidades, inhibiendo respuestas rápidas y efectivas a crisis existentes o emergentes”, argumenta la investigadora de Chatham House.

“La UE, rehén de los Estados miembros”

Hay consenso en que la estructura organizativa de la UE y las normas de gobernanza en las instituciones europeas son elementos que impiden tener una mayor capacidad de respuesta como una potencia global. “Las razones de esta debilidad son bien conocidas, comenzando por el requisito de unanimidad en las decisiones críticas. La UE no ha podido evitar ser tomada como rehén por los Estados miembros que se oponen a la posibilidad de consenso sobre la ampliación. Con cada ola sucesiva de adhesión que incorpora países con políticas internas o externas divergentes, esta trampa de unanimidad se ha ampliado hasta el punto de que hoy en día, la capacidad de la UE para proyectar poder está fuertemente obstaculizada”, señala Sinan Ülgen, investigador principal en Carnegie Europe.

¿Cuál es la solución para la UE en estos tiempos turbulentos? Una nueva arquitectura institucional o alianzas de determinados países europeos para posicionar frente a problemas comunes son las dos posiciones que los expertos en geopolítica internacional más repiten, aunque ninguna de las dos es fácil.

La UE tiene un problema de diseño. Fue creada como un bloque comercial, no como una superpotencia geopolítica. Su éxito fue respaldado por los Estados Unidos, que proporcionó un paraguas de seguridad de liderazgo estratégico. Las características que definen la unión y la hacen atractiva—cooperación, compromiso y consenso—son activos en tiempos de paz. En el contexto de la guerra, sin embargo, se convierten en vulnerabilidades, inhibiendo respuestas rápidas y efectivas a crisis existentes o emergentes

Natalie Sabanadze Chatham House

“En una era de competencia entre grandes potencias y fragmentación multipolar, los líderes europeos deben articular una visión que aborde las fallas estructurales de la unión. Esto requerirá una reconceptualización de la UE como una unión política y militar”, argumenta la investigadora de Chatham House.

Steven Blockmans, investigador senior del Centro de Estudios de Políticas Europeas, aboga por las pequeñas coaliciones en asuntos determinados. “Ante la falta de unidad entre veintisiete, agrupaciones más pequeñas pueden dar un paso adelante para liderar soluciones, como se ha visto en las negociaciones sobre un plan de paz para Ucrania. Los países europeos que tienen más poderío militar pueden así recuperar un asiento en la alta mesa diplomática. La cohesión, en lugar de la coerción, sigue siendo la clave para la relevancia de Europa”.

En la misma línea se posiciona el investigador de Carnegie Europe al aportar que “una gobernanza mejorada respaldada por una estructura de liderazgo clara, con un proceso de toma de decisiones más eficaz adaptado a las crisis internacionales. Las coaliciones ad hoc pueden ser una opción más efectiva que pedir una y otra vez la introducción del altamente controvertido proceso de votación por mayoría cualificada en los debates de política exterior”.

Imagen de la sala del Consejo Europeo celebrado en 2025 en Bruselas, donde los 27 líderes de países de la UE discuten cómo financiar a Ucrania en su guerra con Rusia.

Mientras, otros analistas plantean un cambio más radical en cómo se aprueban y elaboran las políticas en la UE. Sinan Ülgen propone que en las instituciones europeas “es necesario establecer permanentemente vías de toma de decisiones para superar la resistencia de pequeñas minorías. De lo contrario, seguirá perdiendo prestigio e influencia en un mundo geopolítico”.

Por su parte, Dan Baer, vicepresidente de investigación de Políticas en el Carnegie Endowment for International Peace, fundamenta que “Europa enfrenta un urgente problema de acción colectiva que solo puede resolverse mediante la política. Internamente, sus miembros deben convencerse mutuamente de que tanto los países más pequeños como los más grandes se benefician de la percepción global de la UE como una fuerza. Externamente, la unión, empoderada por sus Estados miembros, debe asumir selectivamente una tarea que históricamente ha sido reacia a confrontar: aprovechar sus dependencias asimétricas”.

O como dice Trump, se podría empezar por evitar querer ser todo el tiempo “políticamente correctos” cuando se trata de responder a líderes autoritarios y antidemocráticos como Vladímir Putin. Pierre Vimont apunta que “Europa solo se convertirá en un actor global respetado cuando comprenda y acepte verdaderamente la nueva realidad geopolítica y abandone su visión tradicionalmente idealista de los asuntos mundiales. Ese cambio mental puede ser el principal desafío para la diplomacia europea”.

“El desafío de la UE no está en la ausencia de herramientas, sino la incapacidad de convertirlas en poder. La autonomía estratégica seguirá siendo un eslogan a menos que esté respaldada por una inversión política a largo plazo: un proyecto para convertir las capacidades en acción y detener el declive estratégico de Europa”, concluye Riccardo Alcaro.

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