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El pánico a las primas de riesgo regresa a Europa

La presidenta del BCE, Christine Lagarde; el comisario europeo de Economía, Paolo Gentiloni; y el actual canciller alemán, Olaf Scholz, en Bruselas, el 20 de enero de 2020.

Andrés Gil

Corresponsal en Bruselas —

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La memoria pesa. El mandato fundamental del Banco Central Europeo, con sede en Francfort, es que la inflación se mantenga próxima al 2%, pero sin superarlo. Y han bastado unos meses de precios altos, principalmente por la crisis energética, agravada por la invasión rusa de Ucrania, para que el BCE anunciara una subida de tipos de interés –la primera en 11 años–, después de que lo hicieran la Reserva Federal de EEUU y el Banco de Inglaterra.

¿Y por qué pesa la memoria? Porque en Alemania aún vive el recuerdo de la inflación desbocada y descontrolada de hace 100 años en la República de Weimar, síntoma de una crisis económica y política en la que anidó el nazismo y, con el nazismo, todo lo que vino después en términos de muerte y destrucción. La inflación es el peor de los fantasmas económicos en Alemania, principal economía de la UE, país en el que tiene su sede el BCE y país cuyo Tribunal Constitucional marca de cerca a la entidad presidida por Christine Lagarde ante lo que a veces considera extralimitaciones del mandato monetario del Banco Central Europeo.

La decisión de hace una semana del Banco Central Europeo de subir los tipos para desincentivar el consumo al tiempo que se incentiva el ahorro con el propósito de rebajar la inflación, vino de la mano de otra decisión clave para lo que se ha vivido este miércoles: el anuncio de que se pone fin al programa de compra de deuda pública puesto en marcha al principio de la pandemia para rebajar la presión sobre la capacidad de maniobra de los Estados para responder a la crisis sanitaria, social y económica del coronavirus con el grifo del gasto público abierto en Bruselas.

Los Gobiernos podían endeudarse, con la garantía de que esa deuda iba a ser colocada sin problemas en los mercados, porque para eso estaba, entre otros el Banco Central Europeo con sus 1,8 billones de euros disponibles.

Pero el BCE, la semana pasada, dijo basta, con la inflación récord en la eurozona, los fantasmas de Weimar acechando y con los halcones ordoliberales presionando en el seno del organismo monetario.

Porque la memoria pesa. Y pesa desde el momento en que la UE de ahora quiere escaparse de la UE de hace una década; la Comisión Europea de Ursula von der Leyen no quiere estar asociada a la de tiempos pasados en los que se decretaban sacrificios económicos a través de la troika –con BCE y FMI– y se hundían países como Grecia como medio para reducir la deuda y el déficit. Ese cambio de paradigma que se ha intentado generar en la gestión de la crisis del coronavirus, con gasto público, reglas fiscales suspendidas y recursos del BCE se encuentra en una encrucijada por el impacto de la guerra y el efecto bumerán de las sanciones en forma de precios energéticos disparados y carestía de alimentos en partes del planeta.

Y el peso de la memoria crece. ¿Por qué? Porque a los fantasmas de la inflación, Weimar, recortes, troika, austeridad y hombres de negro, este miércoles se ha sumado el de la prima de riesgo. Aquel concepto que llenaba titulares no ya de periódicos, sino de boletines horarios de radio; aquel concepto que describía las dificultades para colocar la deuda en países como España, Italia o Grecia en comparación con Alemania y los nórdicos, lo que permitió a aquel inolvidable presidente del Eurogrupo holandés (y socialdemócrata), Jeroen Dijsselbloem, quien llegó a decir que en el sur el dinero se dilapidaba en “mujeres y alcohol”.

“Instrumento contra la fragmentación”

Han sido suficientes unas horas de primas de riesgo elevadas en Italia y en España para que el Banco Central Europeo convocara una reunión de urgencia para analizar la situación. Y de la reunión sólo ha salido un mensaje: crearemos un instrumento para embridar las primas de riesgo en los países que lo necesiten. Es decir, han corrido a decir que crearán un mecanismo para responder, si bien no han dado pistas de sus características, que debe tener unas sólidas bases legales para no colisionar con el siempre celoso tribunal de Karlsruhe –el Constitucional alemán–, al tiempo que debe ser flexible para poder gastar más en unas jurisdicciones que en otras –en España, Italia, Francia y Grecia, por ejemplo–. Y, además, aún falta por conocer el volumen de ese instrumento: cuánto dinero está dispuesto a destinar el BCE a sostener las deudas de los países con mayores dificultades para endeudarse. Sólo dice, en su propio lenguaje: “El Consejo de Gobierno ha decidido encomendar a los comités del Eurosistema y a los servicios del BCE pertinentes que aceleren la finalización del diseño de un nuevo instrumento contra la fragmentación”.

El BCE, además, ha decidido este miércoles reinvertir los bonos que adquirió por la pandemia cuando vayan venciendo, lo que permitiría comprar deuda de Estados cuya prima de riesgo se dispare para rebajar los intereses. 

“Es muy positivo que el BCE haya tomado medidas eficaces para que no se produzca una fragmentación en el mercado de la deuda pública del euro”, explican fuentes del Ejecutivo español: “El BCE acentúa la credibilidad de los mensajes, se ha mostrado dispuesto a tomar las medidas necesarias para evitar esta fragmentación financiera que puede acabar afectando a la política monetaria. Esta acción decidida en momentos de volatilidad es compatible con una política monetaria previsible”.

Según Axel Botte, estratega global de Ostrum AM, la nueva estrategia del BCE pasaría por “una orientación más explícita sobre el uso de los ingresos del programa de compras de emergencia frente a la pandemia (PEPP). El BCE podría reinvertir los ingresos de los bonos antes de los reembolsos en momentos de tensión en el mercado y apartarse de la actual asignación por países. El Riksbank de Suecia ya utilizó esta estrategia de reinversión anticipada en el pasado. Es poco probable que se establezca un objetivo o un techo explícito de rendimiento, pero a juzgar por la reacción del BCE ante el rendimiento del 4% de los bonos italianos a 10 años (convocando una reunión de emergencia), podría ser así. En esencia, los ingresos del PEPP podrían ponerse en común para luchar contra los riesgos de asimetría/fragmentación, como el endurecimiento indebido de las condiciones monetarias en las economías periféricas (la principal de ellas, Italia)”.

La prima de riesgo de Italia, España y otros países periféricos, que mide el diferencial entre el bono alemán a diez años y los de esos países, se ha situado estos días en niveles de mayo del 2020: las primas de riesgo se disparan por la liquidez del mercado, por la especulación o por la incertidumbre elevada.

Y es que, en efecto, la memoria pesa. Y pesa el hecho de que, en la anterior crisis, se tardara demasiado en responder y se prefiriera cuadrar los números macroeconómicos aunque eso supusiera lastrar el crecimiento de los países. Y, ahora, en ese cambio de paradigma que se intenta consolidar, las instituciones europeas insisten en la necesidad de no “retirar los estímulos” demasiado pronto, para así no truncar la recuperación de la crisis del coronavirus que, en países como España, aún no está en niveles prepandémicos.

“Primas de riesgo excesivas e injustificadas”

En este sentido, Guillermo Santos Aramburo, socio de iCapital, señala que “el BCE intenta anticiparse a un potencial empeoramiento de la situación de los mercados de acciones y, sobre todo, de bonos, ambos muy ligados en estos momentos. La reunión extraordinaria, y el mensaje derivado de ella, demuestran la firme voluntad de hacer lo necesario para evitar la tan comentada fragmentación de la UE con la deuda soberana con rentabilidades muy dispares entre los países de la Eurozona”.

Ahora bien el analista de iCapital especifica que la actuación del BCE también responde a la idea de “frenar unas primas de riesgo excesivas e injustificadas actualmente de acuerdo con los fundamentos económicos de los principales países de la Eurozona”.

Este jueves se reúne en Luxemburgo el Consejo de Política Social –EPSCO– con los ministros de Trabajo de la UE, y, por la tarde, el Eurogrupo, con los ministros de Economía de la zona del euro. En la reunión del Eurogrupo participará la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde. “Se está dando un importante punto de inflexión en la política monetaria. Su senda tiene implicaciones importantes para la política fiscal y escucharemos con interés a la presidenta del BCE”, afirma una fuente comunitaria. De hecho, como explica Alberto Matellán, economista jefe de Mapfre Inversión, “la verdadera enfermedad no puede ser resuelta por las autoridades monetarias, sino por un compromiso político mucho más amplio” .

“El control de la situación por parte del BCE podría ser relativamente alto en términos monetarios, pero muchos desarrollos macro o de mercado no pueden ser controlados sólo con herramientas monetarias. Hasta ahora, el escenario macro no parece tan malo como para que cunda el pánico. La nueva herramienta del BCE parece, pues, más una preparación para seguir subiendo durante algunos meses más, más que una necesidad real”, concluye el economista jefe de Mapfre Inversión.

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