La interpretación de la santa voluntad de los mercados cada día se parece más a una seudociencia paranormal, como la astrología o el tarot. Se buscan causas para las consecuencias y es evidente que el análisis falla porque las premisas cambian y el problema sigue igual. Algunos ejemplos de las últimas dos semanas, desde la cumbre europea que, en teoría, había arreglado esta crisis de la deuda que, en la práctica, ha ido a más. Primero el terremoto fue por el referéndum griego. Se canceló. Después se responsabilizó a Papandreu. Dimitió. Más tarde la culpa fue de Berlusconi. Se va a largar. ¿Y mañana, cuando por fin renuncie el primer ministro italiano? Probablemente dará también igual y algunos pitonisos encontrarán otra excusa para justificar por qué esa solución que la UE pactó sigue sin funcionar. Tal vez será la lluvia, la sota de bastos o los posos del café.
No me malinterpreten. Es obvio que la deuda pública de Italia es enorme (120% del PIB). Es evidente también que a Berlusconi le preocupa más su inmunidad judicial que el futuro de su país. Pero hace años que ambas cosas son así, no es novedad. No sólo pagamos por los problemas reales de los países del euro. La culpa fundamental de que la prima de riesgo se dispare así es la negativa del BCE a actuar y el retraso en los inevitables eurobonos, en ambos casos por el veto alemán.
El banco del euro tiene que responder a esta crisis con toda su fuerza, respaldando la deuda europea contra los especuladores, como lo haría cualquier otro banco central. Mientras el BCE siga jugando al pádel, será imposible que gane este partido de rugby. Nada se arreglará hasta que Alemania no acepte que el futuro de Italia o España es también su futuro; hasta que Merkel le quite el bozal al BCE para que salga a morder.
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Actualización 09:21. La situación de la UE se complica aún más con la amenaza de Mérkel y Sarkozy de romper la eurozona con una Europa de dos velocidades. La liebre la levantó este teletipo de Reuters. No está claro si el movimiento de Merkozy es un plan real –de consecuencias terribles para España, pues podría matar al euro en el sur de Europa– o una amenaza de farol contra Italia para forzar la salida de Berlusconi e imponer los recortes. Como me cuenta un relevante economista, la situación es “un juego del gallina” donde está por ver quién frenará primero, antes de que nos estrellemos todos. “Italia es el tercer deudor del mundo y lo sabe; si no paga el resto de los países, entre ellos Alemania, tendrá un problema”.
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