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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Constitución

Ejemplar de la Constitución de 1978 firmado por el rey Juan Carlos I

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Un día como el de hoy en el que conmemoramos, celebramos y asumimos con responsabilidad nuestra Constitución de 1978, debe ser ante todo una jornada para poner en valor el sentido del texto que los españoles y las españolas nos otorgamos en el pasado reciente, prolongando su significado hasta el presente y futuro. Uno de los padres de la Carta Magna, Gregorio Peces Barba, realizó en el año 2004 un discurso analítico y testimonial, 'La Constitución de 1978 : Balance de sus 25 años', en sede del Seminario Permanente de Profesores del Departamento de Derecho de la Universidad de La Rioja, en presencia del rectorado del centro y de las autoridades políticas y sociales presentes, en donde con brevedad pero como siempre en sus disertaciones, definía la relevancia indudable del texto y armaba que la Constitución es “un ámbito de integración”, añadiendo su condición de “gran pacto”.

Las reglas de juego en un Estado Social y Democrático de Derecho deben ser siempre tenidas en cuenta, sin desprecio posible a la convivencia, al diálogo, al respeto, poniendo en clave siempre la justicia social, los derechos humanos y ese aserto brillante de ser igualitariamente libres. Escribir algo sobre la Constitución no debería ser casi obligado a estas alturas y sin embargo llevamos tiempo observando cómo algunos y algunas dicen respetarla para después lanzar dardos envenenados de odio, ira, ataques contra la inclusión, la igualdad, la diversidad, poniendo en jaque el espíritu mismo de nuestra democracia, con hipérboles insoportables, argumentos carentes de lógica que tergiversados, que suponen una afrenta a libertad, justicia, igualdad y pluralismo político. La ética de la justicia, la seguridad y la legitimidad tiene enemigos que intentan vulnerar un texto y, de paso, a todos, somos mayoría, los y las que creemos en su sentido positivo. Porque como señala el punto tercero del artículo nueve “la Constitución garantiza el principio de legalidad, la jerarquía normativa, la publicidad de las normas, la irretroactividad de las disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de derechos individuales, la seguridad jurídica, la responsabilidad, la interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos”.

Nuestra Constitución no es un galimatías, un jeroglífico al que hay que atender por obligatoriedad sino más bien un conjunto de normas básicas de las que gozamos y que por inercia lógica tendríamos que defender para caminar juntos hacia altas cotas de bienestar y justicia social. Quienes pretenden defender la Constitución cuando les conviene, quienes realizan extracciones interesadas de su contenido y quienes pretenden arrojarla sobre los demás cómo excusa incendiaria para la afrenta fácil, la falacia y la demagogia, histrionismo populista, deben saber que algunos y algunas estaremos siempre del otro lado, desarrollador, prolongador, sereno y respetuoso. Discrepancias al margen, debemos ser conscientes de que tenemos un punto de encuentro, una herramienta disponible, para seguir el camino. Y ser igualmente conscientes de que cuando encontremos piedras en el camino, siempre será una muy válida línea editorial para, a través del diálogo, encontrar el guion, el consenso y la razón para continuar avanzando, con la empatía y el humanismo suficientes que alumbran la ruta que lleva al bien común.

Alguien dijo alguna vez que la Constitución es el alma de los Estados, y lo cierto es que así es, pese a quienes pretenden borrar su trascendencia, criticarla por norma o repudiarla, pero también pese a los que buscan manipularla, utilizarla a medida o convertirla en arma arrojadiza. Hoy, por ello, es un día de celebración, pero debe ser también una jornada de reivindicación, de defensa y puesta en valor. Una ética comúnmente aceptada por todos, la instauración de la civilización en España, un grado de flexibilidad que permite resolver todos los debates. Conceptos compartidos que han surgido de relevantes hombres y mujeres de nuestra sociedad, como Adela Cortina, Félix de Azúa y Antonio Garrigues Walker.

Siempre desde el respeto mutuo, la empatía y ese concepto tan maravilloso y a veces tan denostado como es el humanismo. Sin alharacas, pero con la justa medida que ella merece. 

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