Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Contra Otegi, contra el euskera
Aunque no milito en EH Bildu, reconozco que me he sentido ofendido (el derecho a ofender, por otro lado, uno de los valores democráticos que más aprecio) al leer un artículo de opinión en el que se iguala, nada más y nada menos, a Otegi y a Abascal, a EH Bildu con la extrema derecha mundial y al euskera con el castellano. ¡Toma ya!
El uso de la figura de Otegi como eje central de cualquier argumento responde a una vieja estrategia de marketing político, según la cual dirigir todos los ataques contra la figura del líder facilita la identificación negativa y el rechazo hacia todo el grupo, incluyendo su cosmovisión, valores e identidad. Otegi es el mal, ergo Bildu es el mal, junto con algunas posturas políticas como el nacionalismo vasco, la independencia o el republicanismo. Por si fuera poco, ahora añadimos la defensa del euskera a esta lista de pecados mortales. En realidad, se trata de una técnica que ya se empleó contra Podemos a través de la demonización de Pablo Iglesias, y con muchos otros líderes en la escena internacional. Resumiendo, ensuciar y atacar al líder, anulando el debate en torno a las ideas y los datos de un grupo heterogéneo y una realidad no exenta de contradicciones.
Otra de las trampas argumentales es aquella que proyecta sobre el enemigo ideas que éste nunca ha hecho suyas (ni directa ni indirectamente). Bildu nunca ha hablado de buenos o malos vascos en materia lingüística (¿porque es de lo que trata el artículo, verdad?), ni de apartar o perseguir a quien no domine el euskera. Es más, toda esa supuesta discriminación social que según el autor sufre el castellanoparlante sólo la ha vivido en Euskadi el vascoparlante, de ahí lo grave de la acusación: se acusa a toda una comunidad que día a día trabaja por la normalización del euskera (sorpresa, no es Otegi, sino toda una colectividad plural) de hacer aquello que no hace pero sufre, de ser victimario cuando es víctima, de gozar de una posición de poder que ni tiene ni nunca ha tenido. Es decir, acusan al mundo del euskera (gobernado por Bildu y Otegi, al parecer) de aquello que padece. Así, aunque involuntariamente quiero pensar, el autor obvia que cooficialidad no significa, no al menos en Euskadi, igualdad real. La sociolingüística hace tiempo que ha demostrado que, a pesar de la cooficialidad, el castellano predomina sobre el euskera en casi todas las esferas de la sociedad (situación de diglosia). Cualquiera que haya intentado desarrollar su vida plenamente en euskera, en Bilbo por ejemplo, se dará cuenta de que resulta imposible hacerlo, ya que ni siquiera la Administración Pública garantiza este derecho.
Me temo que el problema aparece cuando el euskera reclama esa realidad formal que se supone le corresponde, dejando a un lado su posición de eterna víctima; así, cuando el euskera pide lo que legalmente le pertenece, algunas personas, grupos políticos o sindicatos se revuelven. Nadie podría acceder al empleo público sin el conocimiento del castellano (ni aquí ni en ninguna parte del Estado), pero pedir conocimientos de euskera es injusto. No lo es, al parecer, que en una oposición pública de Navarra el euskera no puntúe, mientras sí lo hacen el inglés, francés o alemán (todas lenguas españolas, of course). Por otro lado, el euskera no es un bien material que unos pocos privilegiados poseen cual herencia millonaria y que el resto nunca podrá alcanzar. En tanto que lengua propia, el euskera posee intrínsecamente la capacidad de integrar a todas las personas, al margen de su clase social, procedencia, opinión política o cualquier otra característica. Por esa misma razón, Bildu (junto a Podemos) ha propuesto garantizar la gratuidad del aprendizaje del euskera hasta el nivel C1, o el establecimiento del modelo de inmersión lingüística en un sistema educativo público, poniendo el euskera al alcance de todas y todos los ciudadanos de Euskadi.
Finalmente, no seré yo quien repita los errores del autor. No compararé su victimización del castellanoparlante con la victimización de los hombres que la extrema derecha hace frente al feminismo; no compararé sus argumentos lingüísticos con los que empleaba la propaganda franquista, ni con los que emplea la extrema derecha española actual; ni compararé su victimización del castellanoparlante en Euskadi con la victimización del castellano en Madrid y la consiguiente necesidad de una Oficina del Español; tampoco hablaré de Abascal para hablar de la realidad lingüística de Euskadi. En definitiva, dialoguemos sobre cualquier tema, en euskera o en castellano, sin miedo a ofendernos, con entusiasmo democrático… pero desde la honestidad.
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