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Euskadi crea un Observatorio de Narrativas Climáticas para recoger cómo afecta el cambio climático a la ciudadanía

Un termómetro indica una temperatura de 39ºC durante la cuarta ola de calor del verano en Bilbao.

Maialen Ferreira

Bilbao —

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¿Cómo vive la ciudadanía vasca el cambio climático? ¿Le afecta en su día a día? ¿Qué piensa la sociedad de Euskadi sobre las políticas públicas medioambientales? Todas estas preguntas y más podrán responderse a través del Observatorio de Narrativas Climáticas, un proyecto puesto en marcha por el Gobierno vasco, la tres diputaciones forales y los ayuntamientos de Donostia, Bilbao y Vitoria e impulsado por Bla Bla Lab, con el fin de “escuchar lo que la ciudadanía piensa sobre el cambio climático”. Para ello, están buscando 'Las 50 voces de Euskadi', 50 personas que quieran representar la diversidad social del territorio en cuestiones relativas al cambio climático.

El objetivo del proyecto piloto, que se pondrá en marcha desde finales de 2025 a marzo de 2026, es “escuchar, mapear y visibilizar como la ciudadanía habla, siente y piensa el cambio climático” y actuar “como puente” entre la ciudadanía y los representantes de las instituciones, ya que el observatorio tendrá la función de “transmitir las narrativas climáticas a los actores en posiciones de toma de decisión, en favor del diseño de políticas públicas, la co-creación de narrativas transformadoras y una movilización más inclusiva y eficaz”, según han explicado este jueves en Bilbao el director general de Ihobe, la sociedad pública de Gestión Ambiental del Gobierno vasco, Alexander Boto, el director de Sostenibilidad en el Ayuntamiento de Bilbao, Víctor Trimiño y la representante del 'think tank' español para la comunicación climática Lucía Olivera.

Los participantes de 'Las 50 voces de Euskadi' recibirán una vez al mes una consulta breve, de menos de un minuto, por WhatsApp o correo electrónico, para aportar lo que hayan sentido en relación al cambio climático y al medioambiente de forma anónima. Además de esa iniciativa, en la web de Bla Bla Lab habrá un formulario abierto para que cualquier persona pueda aportar una narrativa climática propia o de su entorno. Además, también está previsto que se celebren dos eventos de “recoleccion y cocreación de narrativas climáticas” en Bilbao y Vitoria, uno de ellos se ha celebrado este mismo jueves tras la presentación del observatorio y el segundo se celebrará el 6 de noviembre en la capital alavesa. Una vez recogidas todas las narrativas se podrán consultar en un Mapa de Narrativas del Observatorio que se irá actualizando en la web de Bla Bla Lab, que, además, tiene previsto remitir informes con los relatos a quienes toman decisiones.

Del progresista crítico al patriota rebelde

Bla Bla Lab para enfocar la opinión de los ciudadanos divide a la sociedad en ocho segmentos según su ideología con respecto al cambio climático: el progresista acomodado, el progresista crítico, la izquierda desencantada, el apolítico desconectado, el libertario descontento, el moderado optimista, el tradicional implicado y el patriota rebelde. Para conocer a qué segmento pertenece cada uno en su web cuentan con un cuestionario.

En el segmento de progresista acomodado, según detallan desde la plataforma, se incluye a personas que se politizaron generalmente durante su juventud, en las décadas de 1970 y 1980. Se han esforzado para tener su propia casa o formar una familia sin dejar nunca de lado el activismo político. Su visión de la economía se vincula con lo cultural y son más proteccionistas y alejadas del paradigma liberal. Confían en el sistema y en las instituciones. Sobre el cambio climático no tienen duda: lo consideran una cuestión tan importante como la lucha contra la pobreza, el acceso a la vivienda o la sanidad.

El segmento progresista crítico vive con fuerza los valores de la solidaridad y la tolerancia, pero “la izquierda” ya no aparece como parte fundamental de su identidad. Sobre el cambio climático este segmento no tiene ninguna duda: hay que actuar porque la situación es alarmante, pero renuncia al fatalismo y siente que todavía hay mucho por hacer. No duda en decir que hay que hacer sacrificios y actuar, incluso aunque nadie más lo haga. No obstante, sienten cierta desconfianza hacia el sistema.

En cuanto a la izquierda desencantada, la mayoría de personas de este segmento creció en los 80 y 90 con la promesa de la meritocracia enmarcada en el frontispicio del pacto intergeneracional: “Estudia, trabaja y tendrás un futuro mejor que el de tus padres”. Es un segmento de personas adultas relativamente jóvenes, que se identifican con la solidaridad y la búsqueda de la satisfacción personal, pero matizan las posiciones desde un enfado evidente fruto del desencanto. Son críticas con el sistema y practican la abstención y el voto en blanco desde la antipolítica. Quieren acción y lucha contra el cambio climático, y reconocen haber cambiado de hábitos.

Por su parte, los apolíticos desconectados viven en la ambigüedad y el desapego. Se caracterizan por su desconexión y falta de interés en temas políticos, pero también sociales y morales, adoptando una postura ambigua y moderada en la mayoría de los temas. En resumen: si la sociedad y la política han decidido dejarlos de lado, ellos dejarán de lado a la sociedad y la política. En materia de cambio climático, se muestran menos preocupados que otros segmentos, dado que piensan que no les afectará demasiado, ni a ellos ni a sus hijos. Para el libertario descontento los problemas de España son demasiados y la nación está en un claro declive: se han perdido los valores, el Estado ha dejado de funcionar y la política no sirve para casi nada. No solo no quiere implicarse en partidos o en la vida cívica, sino que renuncia a ello desde el enfado. Este segmento asume la importancia del cambio climático, pero no que su importancia supere la de los problemas económicos, sociales y políticos.

Los moderados optimistas viven de acuerdo con sus creencias y adaptados a la realidad que les rodea. Son religiosos y humanistas. Comprenden y toleran los cambios sociales que han surgido en España desde el final del franquismo. Económicamente se sitúan muy cercanos a las tesis más liberales. Culturalmente se posicionan en el centro, apegados a su tierra, sus costumbres, tradiciones y cultura, pero abiertos a la modernidad. Es uno de los grupos más proclives a cambiar de hábitos y más favorable a unir la lucha contra el cambio climático con el desarrollo económico. Mientras que las personas tradicionales implicadas tienen un sentimiento único de arraigo con su comunidad y de acción cívica. Su visión del civismo les lleva a ser líderes en sus comunidades, personas empáticas que sienten como propios los problemas ajenos y que están dispuestas a actuar para cambiar lo que ven a su alrededor. Aceptan los avances sociales, pero mantienen un fuerte rechazo hacia la inmigración. El cambio climático lo ven como una amenaza y sienten mucha preocupación por sus efectos sobre su economía, salud y las generaciones futuras.

Por último, el patriota rebelde reivindica las estructuras sociales tradicionales, como la familia o el peso de la religión sobre la moral, a la vez que se siente un individuo libre frente a los discursos hegemónicos. Es uno de los más activos en la política. Su preocupación por el cambio climático es la más baja de todos los segmentos y su rechazo a las políticas ambientales es casi frontal.

El director general de Ihobe-Sociedad pública de Gestión Ambiental del Gobierno vasco, Alexander Boto, ha explicado que es importante “movilizar a la ciudadanía” y, con estas iniciativas, se quiere animar a la sociedad a asumir “un papel activo” ante el “desafío global” que supone el cambio climático, que “no entiende de fronteras”. “Es necesario escuchar todas las voces y aportaciones para seguir avanzando en lucha contra el cambio climático. Hay expertos que dicen que el tiempo apremia pero hay que ser conscientes de que en este tema existe una ventana de oportunidad”, ha apuntado.

En este sentido, ha destacado que las emisiones en Euskadi, de acuerdo al inventario de gases de efecto invernadero, han disminuido en 2024 un 38% respecto a 2005 mientras ha crecido un 30% su economía. “Ese es el mensaje, se puede reducir nuestra contaminación, nuestras emisiones y a la vez crecer económicamente”, ha indicado Boto, que ha añadido, además, que la ciudadanía vasca -un 76% según la última encuesta de percepción ciudadana- está preocupada por los efectos del cambio climático y por este desafío global. “Esto significa para nosotros que es importante apostar por el despliegue de renovables, por la descarbonización y por construir una Euskadi más resiliente”, ha concluido.

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