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Un recorrido por los siete 'puntos negros' ambientales de Bizkaia

El Puerto de Bilbao con la fábrica de torres eólicas Haizea al fondo

Maialen Ferreira

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Bizkaia se compone de 112 municipios organizados en siete comarcas. A pesar de ser la segunda provincia más pequeña de España, es la novena más poblada con 1.149.628 habitantes y la tercera en densidad de población con 519 habitantes por metro cuadrado. Un territorio con un fuerte desarrollo industrial en el que las grandes infraestructuras como el Puerto de Bilbao, la Supersur - infraestructura pública con mayor inversión del País Vasco por detrás de la Y vasca- o la incineradora Zabalgarbi, juegan un papel importante. Pero, ¿cómo afectan estas infraestructuras al medio ambiente?

Para mostrar el impacto que suponen en el medio ambiente y con el objetivo de dar a conocer las alternativas ya existentes al modelo capitalista, siete expertos y expertas en siete materias diferentes han recorrido los 'puntos negros' ambientales de Bizkaia en los que se podrían realizar mejoras.

La iniciativa, organizada por Ekologistak Martxan y Euskal Gune Ekosozialista se ha dividido en siete puntos a mejorar: energía, movilidad sostenible, agua, alimentación crítica, alimentación alternativa, residuos y, por último, cuidados.

“Si pensamos que la energía es un derecho universal, hay que hacer una transformación cultural importante”

La primera parada del tour -realizado en un autobús verde- ha tenido lugar en los depósitos de hidrocarburos del Puerto de Bilbao que se encuentran a un extremo de Petronor, “empresa que lleva 50 años en marcha y que más CO2 emite”, según ha explicado Iñaki Bárcena, profesor de Ciencia Política de la UPV-EHU y activista en Ekologistak Martxan. 

“El primer paso es reconocer los límites biofísicos de nuestro planeta y asumir que hemos llegado al cenit o pico del petróleo (el peak oil significa que en dos generaciones, hemos extraído y quemado más del 50% del petróleo disponible en la Tierra) y al del carbón, del gas o del uranio. Pero además el de muchos materiales utilizados en nuestro metabolismo socio-económico (metales, fosfatos, litio, coltán, tierras raras, etc.) están cercanos. En Bizkaia tenemos un mar grande, una costa amplia, pero no podemos crecer más. El petróleo no se produce, lo estamos estrayendo y cada vez va a ser más difícil acceder a él”, ha denunciado Bárcena. 

Según este experto, la respuesta ecologista tiene dos componentes principales: el ahorro y la eficiencia energética -que rebajen el consumo- y las energías renovables. “Es ingenuo pensar que con la energía solar vamos a poder mantener los actuales niveles de consumo energético. Hay que realizar un proceso de transición para la sociedad post-carbón. Es posible vivir bien con menos de la mitad de la energía que consumimos en el denominado primer mundo así que el ahorro energético es el primer objetivo a cumplir. La transformación energética no sólo deberá ser tecnológica, sino también social, justa, ecológica y democrática. Si pensamos que la energía es un derecho universal, hay que hacer una transformación cultural importante”, ha apuntado.

La ordenación del territorio, una alternativa movilidad

El segundo punto del viaje ha sido la movilidad sostenible, que busca aumentar la accesibilidad, de manera que se garantice el acceso a servicios públicos esenciales a toda la población, a la vez que se reduce la movilidad motorizada, de manera que se reduzcan sus efectos adversos. El problema fundamental de la política vasca de transporte, según ha explicado el profesor del departamento de Economía Aplicada de la UPV-EHU, David Hoyos, es que el interés general de la ciudadanía y el medio ambiente está supeditado a los intereses del sector de la construcción. “En un claro ejemplo de privatización de beneficios y socialización de pérdidas, existen un conjunto de proyectos vascos de dudosa rentabilidad social pero con considerables beneficios privados como son los túneles de Artxanda, la Y vasca, la Supersur y el cinturón de Donosti”, ha criticado. 

“Estamos hace tiempo ya en una zona de exceso de infraestructuras y un ejemplo de ello es esta Supersur que como vemos el ratio de utilización es muy bajo a pesar de que son infraestructuras muy costosas. Tengo constancia de que había informes de los propios técnicos de la Diputación antes de construir la desaconsejaban porque se veía venir que era innecesaria, pero aún así se siguió adelante con ella”, ha explicado Hoyos. 

Para salir de este modelo, Hoyos ha apuntado que es necesario centrarse más en la ordenación del territorio en lugar de la accesibilidad. “Las personas lo que necesitan no es moverse, sino acceder a servicios básicos y hay otras políticas que se pueden hacer para conseguir por un lado reducir el número de vehículos y a la vez garantizar la accesibilidad. Con la ordenación del territorio y creando cercanía podemos conseguir que muchos desplazamientos que actualmente se hacen no se hicieran”, ha señalado, mientras el autobús recorría la Supersur. 

La doble vulnerabilidad del agua en Bizkaia

El agua ha sido el 'tercer punto' negro de Bizkaia y para ello, el autobús ha viajado hasta el Consorcio de Aguas Bilbao Bizkaia en Arrigorriaga. En Euskadi, alrededor del 50% del agua consumida se corresponde con el abastecimiento urbano y en torno al 36% con el industrial, cifras muy diferentes a las de la media estatal donde aproximadamente el 70% del consumo de agua se destina a usos agrícolas. 

A pesar de que la calidad del suministro de agua en Bizkaia es alta, según ha explicado Joserra Díez, profesor de la UPV-EHU y doctor en Ecología Fluvial, presenta “una gran dependencia” del sistema de embalses del Zadorra (hasta el 70%). Además, se encuentra en una “situación de vulnerabilidad” puesto que llega a Bizkaia mediante un trasvase y pueden producirse roturas o accidentes en las arterias de comuicación entre dicho sistema y la ETAP de Venta Alta.  

“Existen retos encima de la mesa que radican en la diversificación de las fuentes de abastecimiento a nivel local, en la protección de las cuencas vertientes a embalses y captaciones mediante, por ejemplo, el establecimiento de perímetros de protección y la regulación estricta de los usos del suelo, la optimización del uso del agua y en una reducción de los consumos en el hogar”, ha aconsejado Díez.

El futuro de la alimentación en manos de grandes empresas

La siguiente parada ha tenido lugar en Mercabilbao, el mayor centro de distribución de alimentos perecederos del norte de la península. “El sistema ha creado un modelo tan absurdo -pero tan beneficioso para su negocio- que alimentar el ganado europeo requiere sembrar soja transgénica en Argentina y después traerla en barcos. En verano comemos naranjas de Sudáfrica, importadas por empresas distribuidoras valencianas, para luego, en invierno, tirar el precio de la propia naranja valenciana. El futuro va hacia un sistema donde, a corto plazo (en la comarca de Durangaldea, de continuar así, desaparecerán el 65% de las explotaciones existentes en cinco años), no habrá agricultores, solo grandes empresas, con mano de obra esclavizada trabajando, y máquinas que produzcan los alimentos”, ha lamentado la baserritarra y miembro de Etxaldeko Emakumeak, Amets Ladislao.

Supermercados ecológicos como modo de alimentación alternativa

Una forma de alimentación alternativa es la que se sustenta en Labore Bilbo, un supermercado cooperativo y ecológico que se encuentra en el barrio de Santutxu, en Bilbao. y que se basa en un proyecto de alianza y cooperación entre baserritarras y consumidoras. Los productos que se venden en Labore contienen al menos una de las condiciones que se han autoimpuesto: que sean cercanos, que sean justos y sostenibles y que estén basados en la agroecología. 

“Lo adecuado, lo prudente, lo recomendable, lo saludable sería consumir alimentos que se cultivan y crecen en nuestro entorno. Solo así se impulsa el desarrollo de la agricultura y ganadería local y, al mismo tiempo, se reduce el impacto negativo que tiene el excesivo uso (abuso) no solo del transporte, sino también de los invernaderos, refrigeradores y envases”, ha explicado David Lotapegi, responsable de Labore Bilbao.

Este supermercado abrió sus puertas en 2017 con el objetivo de ofrecer productos locales y agroecológicos bajo criterios de precios justos para productoras y consumidoras. A día de hoy cuenta con unas 600 personas socias y pone a su disposición una oferta de más de 1000 productos provenientes de alrededor de 100 productores locales, la mayoría, de Bizkaia. Durante el confinamiento por el coronavirus han logrado facturar el doble de lo habitual a raíz del cambio de perspectiva de algunas personas, que han querido cambiar sus hábitos para incentivar el comercio local. 

“La recogida separada no alcanza en Bizkaia el 45% de los residuos urbanos generados”

Además de la alimentación, los residuos son otro punto a mejorar, tanto en Bizkaia como en el resto de Euskadi. En la Comunidad Autónoma Vasca se generan más de 3 millones de toneladas de residuos industriales, de los cuales más del 40% acaba en vertederos; 1,2 millones de toneladas de residuos urbanos, de los que una tercera parte acaba en vertederos y algo menos del 20% es vertido al aire en incineración. Además, de los 1,2 millones de toneladas de residuos de construcción y demolición, más de la mitad acaba en vertedero y de alrededor de 300 mil toneladas de residuos peligrosos, el 70% se recicla y el resto se vierte en vertederos. Por lo tanto, anualmente se generan casi 6 millones de toneladas, de las cuales alrededor del 40% acaban en vertederos.

“Nos encontramos muy lejos de las recomendaciones europeas. La recogida separada no alcanza en Bizkaia el 45% de los residuos urbanos generados. El 40% de los residuos urbanos recogidos sin separación son bioresiduos, que deberían recogerse de forma separada, tal y como recomienda la Unión Europea y que será obligatorio por normativa comunitaria a partir de 2024. Los objetivos europeos establecen que como mínimo el 55% de los residuos municipales deberá reciclarse en 2025, el 65% en 2035, y solo el 10% podrá acabar en vertederos. Actualmente, la tasa de reciclaje en Bizkaia ronda el 45%”, ha lamentado Gorka Bueno, profesor de Tecnología Electrónica en la UPV-EHU, que ha criticado que durante el confinamiento, en la incineradora Zabalgarbi se han incinerado residuos sin revalorización y no se ha generado nada de electricidad.

“Los cuidados tienen que ser un bien común, gestionado desde lo político”

Por último, los cuidados son el séptimo 'punto negro' a mejorar en Bizkaia y para ello, la última parada del autobús verde ha sido la Oficina de Extranjería del Gobierno de España en Bilbao. Según la Encuesta de Presupuestos Familiares del INE, en 2017 Euskadi era una de las comunidades autónomas en las que el gasto del servicio doméstico para el hogar era mayor. Los datos del Eurostat revelan que el peso del empleo doméstico en el estado español es del 3,7% del total de población ocupada frente a otros países europeos en los que no alcanza el 0,5%. Casi el 100% de trabajadoras empleadas en régimen interno para el cuidado de personas en situación de dependencia son mujeres migradas. En Bilbao, para 2030, se calcula que el 30% de la población será mayor de 65 años. 

“Atender a una población envejecida, con mayor grado de dependencia, interpela directamente a la red de atención primaria, que es competencia municipal. Asimismo, buena parte de las ayudas de la Ley para la promoción de la autonomía personal y de atención a las personas en situación de dependencia, se han utilizado para contratar empleo de hogar. Por todo ello, los cuidados tienen que ser un bien común, gestionado desde lo político. No pueden seguir siendo una mercancía más, un privilegio sujeto al poder adquisitivo de quien los pueda pagar. Como sociedad, liberar los cuidados es liberarnos todas”, ha concluído Txefi Roco, integrante de Trabajadoras No Domesticadas. 

A modo de conclusión tras el recorrido realizado, ambas organizaciones Ambas organizaciones han subrayado que “como sociedad tenemos ecodependencias muy marcadas que, en un escenario de emergencia climática y social de este calado, nos coloca en una situación de vulnerabilidad, pero no quiere decir que no se pueda hacer nada”. A pesar de ello, son conscientes de que este es un momento histórico con “muchas posibilidades abiertas” para que colectivos sociales y ecologistas puedan conseguir que se tomen las “políticas adecuadas” y se redirija el camino para lograr una mejora social y medioambiental. 

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