Vienen aquellos que cuando eran jóvenes (hace cuatro días) decidieron estudiar una de esas carreras que salen del corazón y que rescatan la nobleza del hombre. Curar a los animales. Estudiaron con su esfuerzo, el de sus padres y el de la sociedad toda. Los necesitábamos. Curar a los animales…
Vienen vestidos de verde (por qué no de negro daesh) y se acercan a unas cabras desnudas…ni siquiera visten un mono naranja…
Van a morir sin cámaras, invisibilizadas, sin nadie que pronuncie su nombre…Corcina, Maletín, La Señorita Tarta de Fresa,…
En Extremadura, en 15 días, la administración que vela por la sanidad de los animales ha decidido visitar todos los rebaños de cabras buscando casos positivos de tuberculosis bovina.
En la actualidad hay -más bien había, hasta el lunes 3 de octubre- 255.000 cabras madres en 15.000 ganaderías, lo que suponía una media de 50 cabras por explotación.
Las visitas las efectúan veterinarios contratados por Tragsa -empresa pública intermediaria-, dependientes de las Oficinas Veterinarias de Zona. Los veterinarios titulares de las oficinas no van al campo. Los veterinarios oficiales están para cumplir fielmente los mandatos de la administración sanitaria -que es ideológica- y para derivar toda responsabilidad sanitaria en las personas ganaderas. No están para salvaguardar la salud animal, para que nos entendamos. Valga como ejemplo uno de sus cometidos: el veterinario oficial extiende guías sanitarias de transporte de ganados en las que es el propietario del animal (al que por lo visto se le supone conocimientos veterinarios) quien garantiza que el animal a transportar no padece enfermedad infectocontagiosa alguna. Queda eximida por tanto la responsabilidad del veterinario firmante (que, se entiende, debe cobrar por no asumir). Anchas espaldas las del ganadero que dócil calla.
Las primeras visitas de los veterinarios, digo, ya han producido la muerte de un promedio del 70% de las cabras de cada rebaño. Así, estas actuaciones, de seguir el promedio, ocasionarán el sacrificio de 178.500 madres.
Se conservarían vivas unas 76.500. Esto es, una media de 5 cabras por ganadería.
Podemos hablar de cuestiones técnicas: qué fiabilidad tienen las pruebas de la tuberculina, cómo es que sólo se permite un verificación si es post mortem, cómo de contrastada está la prueba... Pero no nos despistemos del origen del problema. No es un asunto de forma, es un asunto de fondo.
Argumenta la administración pública que la tuberculosis bovina es una zoonosis (enfermedades que se transmiten a los humanos). Si en la teoría podría serlo, no es verdad en la práctica. La propia administración dice que su incidencia en personas es “despreciable”.
La enfermedad pasa habitualmente desapercibida en el animal portador y no causa síntomas incompatibles con el desarrollo normal del animal o el rebaño.
¿Por qué entonces este despropósito, esta actuación oficial catastrófica de matar a un portador que no ocasiona catástrofe?
Es el modelo sanitario en su globalidad el que nos lleva a este esperpento.
La administración, o sea, la ciudadanía, lleva gastando cantidades importantes de dinero más de 30 años para erradicar la tuberculosis bovina (también brucelosis) sin éxito. Se trata de un eufemismo, por cierto. Donde dice erradicar tuberculosis debe decir matando vacas. Y aquí no pasa nada. Imagine que usted es contratado para resolver un problema y se tira 30 años sin resolverlo. Cualquiera se preguntaría si su objetivo es más bien cobrar que arreglar.
Por cierto: las vacas -ahora también las cabras- que se sacrifican por sospecharse portadoras de tuberculosis (incluida la leche) van a la cadena alimentaria. Nos las comemos. Están en el varal de la carne de la tienda igual que las sanas. No es posible diferenciarlas. El ganadero cobra una miseria por ellas, pero usted paga lo mismo.
Un modelo sanitario que basa su eficacia en matar portadores (muerto el perro se acabó la rabia); un modelo productivo que basa su eficacia en reducir el tamaño del sector y aumentar el tamaño de la explotación productiva; un modelo comercial que hace inviable al pequeño; un modelo agrícola económico que no propone generar alimentos sanos sino beneficios económicos… Es un modelo asimétrico, discriminatorio, monetarizado, tóxico e incompatible con los Derechos Humanos, por no hablar de los animales.
Aunque atribuido a Bertold Bretch, el también alemán Martin Niemöller escribió la celebérrima sentencia:
Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista, Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata, Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista, Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, porque yo no era judío, Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar.
Esta reflexión ejemplifica, como pocas, las consecuencias de no resistirse a las tiranías. También ilustra la manera de actuar de los poderes políticos y administrativos propios de un modelo de pensamiento vertical.
Las maneras de pensar determinan las maneras de actuar. El modelo de pensamiento modus cogitandi justifica los modos de actuación modus operandi.
El pensamiento único es un concepto originalmente aportado por Arthur Schopenhauer hace casi 200 años (1819). Herbert Marcuse, en los años 60, lo aplica como crítica ideológica de la sociedad tecnológica. Revisado por Ignacio Ramonet, periodista español destacado representante del movimiento altermundista, a finales de siglo XX, el pensamiento único supone “la traducción a términos ideológicos la pretensión universal de los intereses de un conjunto de fuerzas económicas, en especial las del capital internacional”.
Primero vinieron a por las vacas, después a por las ovejas, después a por los pollos, ahora a por las cabras. ¿No nos damos cuenta de que realmente lo que está haciendo el modelo hegemónico es someternos a la tiranía; que están viniendo para usurpar la voluntad ciudadana y para provocar el recorte continuo de nuestra soberanía?
La propia administración sanitaria es el agente que más muertes causa entre los animales de las ganaderías. El modelo imperante es letal, intenta resolverlo todo matando.
Juntémonos las personas ganaderas, los defensores de los derechos de los animales, las gentes de sentido común, en resumen.
Pongamos las cosas en su sitio, cambiemos este modelo. Si no lo hacemos… vendrán a buscarnos. Ya lo están haciendo.