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Izquierda Unida: Lo viejo que no acaba de morir

Víctor Casco, militante de base y excoordinador general de IU Extremadura

No puedo evitar – cuando se trata de escribir  del presente de Izquierda Unida – sentirme (citando a Bertold Brecht) como ese hombre que llevaba un ladrillo en la mano para explicar a la gente cómo era su casa. 

Llevamos con nosotros nuestros ladrillos – conceptos como “democracia interna”, “pluralidad”, “refundación”, “renovación”, “programa” que repetimos, que reiteramos, que creemos parte del edificio político habitado -  y que hoy, post res perditas, no sabemos dónde volver a colocar. 

Post res perditas. Después de la ruina. Empecemos por admitir que hoy Izquierda Unida e Izquierda Unida de Extremadura en particular, es casi un cadáver. A riesgo de concitar una oleada de indignación por parte de los míos, como marxista quisiera hacer un análisis político, no idealismo. Me gustaría que Izquierda Unida tuviera presente y sobre todo futuro. Pero no lo tiene. No, y esa es la tesis que aquí defenderé, a menos que logre desembarazarse de lo viejo y permita que alumbre lo nuevo por nacer. 

“La crisis consiste justamente en que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer, y en este terreno se verifican los fenómenos morbosos más diversos”. 

Antonio Gramsci escribía estas palabras en sus Quaderni del carcere comentando el periodo fecundo de las crisis políticas, cuando no hay caminos de certidumbres y todo puede ser posible. Revisados por Felice Platone y publicados originalmente en seis volúmenes por la editora Einaudi, leo esta reflexión en el sexto libro: “Pasado y Presente”. 

La tragedia se verifica cuando lo viejo no quiere morir y no es posible entonces esquivar la contradicción dialéctica: la crisis en Izquierda Unida (y de Izquierda Unida de Extremadura en particular) consiste en la lucha entablada entre lo nuevo que pugna por surgir y lo viejo que lucha ferozmente por no morir. La resolución de ese conflicto, debemos admitirlo, puede resolverse con una restauración de lo viejo. He ahí el monstruo, lo morboso en palabras de Gramsci. 

¿Qué es lo viejo en Izquierda Unida? 

  1. Una dirección perpetuada, incapaz de entender los nuevos tiempos y menos aún de conectar con las luchas y esperanzas expresadas en la calle y en las movilizaciones pero que se siente llamada por la providencia a representar a las clases trabajadoras y guardar las esencias, que ellos creen en peligro.
  2. Unas estructuras de participación política cada día más incomodas en términos de “habitabilidad” donde todos nos miramos con sospechas, donde acumulamos nuestras rencillas y nuestros rencores.
  3. Una marca electoral ya agotada, que ante el imaginario colectivo ya no cuenta como posibilidad de cambio real, de instrumento útil para construir una alternativa política al bipartidismo. Una marca electoral que difícilmente va a superar el 5% de los votos, moviéndose siempre en torno a ese techo.
  4. Unos dirigentes – vuelvo a insistir pero era preciso antes escribir el tercer punto – que se conforma con ese 5% porque asegura la participación en las instituciones y sus cargos e incluso poder llegar a ser determinantes en la conformación de gobiernos si carecen de mayorías absolutas.
  5. Unas lógicas políticas arraigadas desde la transición a las que nos aferramos desesperadamente. 

Forma parte de nuestro lenguaje usual alabar la disciplina. La nuestra ha sido una apuesta por la disciplina jesuítica. Perinde ac cadaver es el lema que escribió San Ignacio de Loyola para expresar la disciplina de la orden: rígidos como un cadáver, que nunca cuestionan y jamás desobedecen una orden del Partido y menos aún de su Secretario General. Léase aquí la Iglesia y el Papa en el original. 

Debemos actuar contra esa concepción. Si algo ha demostrado el 15M es que las organizaciones políticas ya no pueden separar la esfera del funcionamiento interno y la prédica pública. Lo que dices de lo que haces. Si exiges democracia participativa, renovación y limitación de mandatos tu organización debe ser democrática y tus direcciones temporales. 

¿Qué es lo nuevo por nacer? 

En 1986 el Partido Comunista de España quiso resolver su crisis política alumbrando Izquierda Unida. Fue un acierto. Izquierda Unida se convirtió en un Instrumento que permitía recuperar la confianza en la Política como posibilidad de futuro. Se podían cambiar las cosas. Era posible. 

En 2015 hemos visto cómo otras fuerzas nacidas a nuestra izquierda ocupaban el lugar que creíamos destinado a nosotros y nos convertían en una fuerza marginal en comunidades como Extremadura, donde no solo hemos desaparecido de la Asamblea de Extremadura, sino donde ya no contamos con presencia en las grandes ciudades, con notables excepciones como Mérida. La dirección actual, inánime, sigue dado vueltas al qué hacer: sin discurso político y sin una idea clara entre apostar o bien por la renovación o bien por la restauración. 

En Izquierda Unida tenemos una generación de jóvenes dirigentes que deberían tener la oportunidad de tomar las riendas y asumir las responsabilidades internas. Gente que han participado en las movilizaciones, que vivieron el 15M, que apostaron por candidaturas de unidad popular reales como Ahora Madrid o Barcelona en Común. Una generación – y esto es una tragedia – que empieza a irse cansados de ver como nuestras reuniones y asambleas son una sucesión interminable de reproches mutuos. 

Apuesto porque esa generación tenga la oportunidad de alumbrar lo nuevo. E igual que en 1986 el PCE con IU, puedan trabajar junto a otras culturas, otras pluralidades, otras luchas para crear en este país un Instrumento de participación política que genere esperanza y que sea Alternativa real. Tal vez no se llame IU – no nos aferremos al fetichismo de las siglas – pero en eso que está por nacer, si lo viejo se decide a morir, existe la posibilidad de recuperar la Política para las clases humildes, la Política como posibilidad real de Cambio.

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