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Carlos Díaz, o Xestal, el humorista incómodo: superventas en casete, activista y perseguido por ser homosexual

Varias portadas de casetes de O Xestal.

Alfonso Pato

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En el cementerio de Razo, en Carballo (A Coruña), en una línea vertical de sepulturas bajo una placa de mármol en la que se lee “Sacerdotes y pobres”, un nicho estuvo ocupado durante muchos años sin ningún tipo de identificación. Los restos habían llegado allí desde otro nicho que una vecina había prestado para que se pudiese celebrar el entierro el 4 de enero de 1993. Durante treinta años, de tumba en tumba, nadie se había preocupado nunca de encargar una lápida para dignificarla con nombre y apellidos.

Aquellos eran los restos de Carlos Díaz, o Xestal, uno de los humoristas gallegos más populares de los años 60 y 70 del pasado siglo, con una historia personal entre el éxito y la amargura. Estos días, 30 años después de su muerte y en el 90 aniversario de su nacimiento, el Concello de Carballo ha realizado el primer acto del año que le dedica ante esa tumba, buscándole una nueva sepultura digna que recuerde su figura.

Nacido en el barrio coruñés de Monte Alto en 1933, Carlos Díaz Gestal, conocido como o Xestal, fue mucho más que un popular humorista convertido en superventas de cintas de casete. Fue un gran amante y estudioso de la música tradicional, que trabajó por recuperar, impulsor de formaciones musicales y activista en la lucha vecinal por salvar el arenal de Baldaio a mediados de los años 70. Hasta que una denuncia por corrupción de menores lo llevó a la cárcel, donde sufrió vejaciones y quedó sumido en el ostracismo.

En pleno franquismo, siendo muy joven, o Xestal se convirtió en una celebridad local narrando cuentos e historias en gallego en el programa Desfile de estrellas de Radio Nacional de España. “Contaba historias donde los héroes eran la gente del pueblo, la más humilde, que salía triunfadora mediante el ingenio y la ironía, hablando en gallego, algo insólito en aquel momento en la radio”, relata el escritor Manuel Rivas en su libro As voces baixas (Xerais, 2012). En esta obra de carácter autobiográfico Rivas rememora cómo él y su familia oían al humorista en la radio todos los domingos al mediodía. “O Xestal hacía reír a casi todo el mundo riéndose de todo el mundo, con aguijones que picaban la piel susceptible de los tabúes y los complejos”, escribió Rivas sobre este artista, que después se iría con su madre a vivir al campo, a la aldea de Lema, en Carballo, buscando una mayor conexión con la tierra y los campesinos, donde se sentía cómodo y libre desplazándose en su caballo.

“O Xestal era un fenómeno de masas. Lo vi de niño actuar en A Lomba, el campo de fútbol de Vilagarcía, y las gradas estaban a tope, podría haber 2.000 personas”, rememora el actor y humorista Carlos Blanco, que se podría considerar un heredero de la tradición contadora de aquellos años 60 y 70.

“Era un heterodoxo que, gracias a su talento, supo encontrar en el humor un camino para salir adelante en el contexto hostil del franquismo. No existen muchos personajes como él”, explica el músico y escritor Xurxo Souto, que participa activamente en la rehabilitación de su figura. Souto conoció a o Xestal a principios de los 90, en los últimos años de su vida, gracias a su trabajo como guionista en diversos programas de TVG. El humorista descubría en la televisión una nueva plataforma para contar aquellas historias que años atrás lo habían hecho popular. Desde 1961, año en el que hay constancia de sus primeras grabaciones, se calcula que O Xestal registró más de 20 trabajos discográficos o en casete, algunos de ellos descatalogados, entre música tradicional y humor.

Superventas en casete

Muchas de esas cintas fueron superventas y se llegó a publicar en la prensa de Madrid que era el que más casetes vendía en el apartado de grabaciones no musicales. Sus chistes y cuentos eran un clásico que las familias escuchaban en los aparatos de los coches en las tortuosas carreteras de la época. Unas historias con carga reivindicativa, frente al perfil de otros artistas de casete como Arévalo, el humorista que ahora apoya a Vox, que hacía un humor basado en la burla a los gangosos o en los chistes homófobos, que él llamaba “de mariquitas”.

Un día Xurxo Souto le propuso a o Xestal que se animase también a cantar alguno de sus temas tradicionales rescatados. El guionista le pidió que le trajera un máster con la música grabada, porque tendrían que hacerlo en playback. “Apareció con un viejo casete regrabado, manoseado y con unas letras escritas a mano que ponían AC/DC”, rememora Souto. Entre otros temas, el viejo casete contenía la canción tradicional Apaga o candil, que el humorista cantaría en el programa Luar apenas dos meses antes de fallecer con solo 59 años, víctima de un derrame cerebral. La canción acabaría siendo muy popular al ser cantada al final de cada emisión.

A él se le atribuye la recuperación de la Marcha do Antigo Reino de Galicia, tema de 1528 que él volvió a grabar en un disco en 1968 con su grupo folklórico, convirtiéndose poco a poco en una marcha solemne en actos institucionales. También fundó el coro Aires de Bergantiños o participó en agrupaciones históricas como Cántigas da Terra, Follas Novas o Toxos e Froles. El artista creó un híbrido hasta aquel momento desconocido, con grabaciones y actuaciones que mezclaban música tradicional y cuentos. Se preocupó por dignificar el folklore y por visibilizar la música y la lengua gallegas. “Había aprendido declamación y formas de hablar en las foliadas. Se ofrecía por las aldeas a trabajar gratis de jornalero a cambio de escuchar cantar y contar historias a la gente mayor y aprender de ellos”, explica Xurxo Souto.

O Xestal grabó en 1961 su primer disco, Cuentos Gallegos, con tres relatos. Al poco tiempo se convirtió en una celebridad y ya en 1964 fue condecorado con la Medalla al Mérito del Turismo, que le concedió en el franquismo Manuel Fraga. Sin embargo, su éxito como contador no fue bien recibido por otros sectores culturales en Galicia. “Cuando comenzó el movimiento de canción protesta Voces Ceibes, fui juzgado por muchos como un fascista terrible”, manifestó en una entrevista que en 1978 concedió a Xosé Ramón Pousa en el semanario A Nosa Terra.

“Creo que Voces Ceibes no calibraron bien quién era o Xestal: un artista muy reivindicativo, con una dignidad absoluta y honesto con sus principios”, opina Souto sobre esta confesión amarga del humorista. “Era diferente a otros cómicos de la época como Xan das Bolas, que siempre hacía papeles de sereno gallego en Madrid. Aquí había un humor crítico, con curas, caciques o madrileños, con un elemento ideológico de perfil galleguista y orgullo de país”, reflexiona el actor Carlos Blanco.

Con el auge de la emigración gallega a los países europeos, en los años 60 y 70, el humor de o Xestal comenzó a traspasar fronteras. Amparado por el entusiasmo de los emigrantes, se abría para los artistas gallegos un nuevo circuito de actuaciones hasta el momento inédito. Siguiendo el camino de músicos como Ana Kiro o Los Tamara, o Xestal pasó en estas décadas por países como Holanda, Inglaterra, Suiza o Alemania, sin descuidar el mercado americano. Hubo incluso ediciones específicas de discos suyos para países como Uruguay y Venezuela, con una repercusión en decenas de miles de personas. Pese a este logro, llegó a declarar que su éxito no le reportaba tantos beneficios a nivel económico: “Grababa hoy un disco en Madrid y mañana tenía que sachar patatas con mi madre para poder sobrevivir”.

Su activismo

El humorista nunca olvidó de dónde venía. Apoyó desinteresadamente numerosos conciertos benéficos y acciones reivindicativas de los últimos años del franquismo y primeros de la Transición, y siempre permaneció apegado a su aldea de acogida. Tanto fue impulsor de la llegada de la luz eléctrica a su aldea, como activista ecológico en las protestas para recuperar para las mariscadoras el arenal de Baldaio. Allí tuvo lugar en mayo de 1977 una de las grandes protestas de la Transición, contra su privatización encubierta. Una empresa había obtenido años antes el beneplácito del franquismo para que la extracción de arena pudiese alimentar la voracidad constructora del desarrollismo de la época. Megáfono en mano, o Xestal puso su popularidad y su oratoria al servicio del pueblo, arengando a los manifestantes, que fueron recibidos a culatazos, con porras y botes de humo por la Guardia Civil. El humorista fue identificado como uno de los cabecillas y multado con 50.000 pesetas, una gran suma para la época. Pero la repercusión de la protesta tuvo un gran alcance mediático y serviría para acabar frenando aquel despropósito ambiental.

O Xestal estaba en ese momento en la cresta de la ola, hasta que las cosas se torcieron. “De repente desapareció su voz en la radio. Hasta que un día me encontré una noticia donde reaparecía, pero en las páginas de sucesos. Una nota policial hablaba de una redada en la que habían sido detenidas personas consideradas 'peligros sociales'. Entre ellos o Xestal. Sufrió malos tratos y humillación en la prisión de Badajoz. Todo eso por el delito de ser homosexual”, narra el escritor Manuel Rivas en As Voces Baixas sobre el episodio que marca un punto de inflexión en la vida del entonces popular humorista. O Xestal es encarcelado aplicándole la ley de peligrosidad y rehabilitación social, que en plena Transición todavía consideraba un delito la homosexualidad y que siguió vigente hasta finales de 1978.

La represión por ser homosexual

“Me encerraron en un centro de rehabilitación acusado de corrupción de menores, por un delito no probado. Enfermé en la cárcel de Badajoz; el director era un animal y estuve a punto de morir por falta de atención sanitaria”, relató en la entrevista en A Nosa Terra en 1978. “Las cárceles son un gran negocio del Estado para alimentar a gran parte de las fuerzas del orden”, dijo en unas declaraciones arriesgadas en el contexto de represión policial de aquel momento.

“Hay un malditismo que pesa sobre su figura y una acusación que le costó muy cara. Creo que fue una caza de brujas y posiblemente fue víctima de una homofobia muy grande en una época en la que ser gay era difícil”, reflexiona el actor Carlos Blanco, quien en 1994, un año después de la muerte del artista, participó de un multitudinario homenaje que reivindicó su figura en Carballo. “Yo lo comparo con el 'caso Arny', el bar de Sevilla donde muchos homosexuales muy conocidos sufrieron algo semejante”, analiza el actor de Arousa estableciendo un paralelismo con este caso que en 1995 supuso un juicio paralelo mediático a figuras tan populares como Jorge Cadaval, Javier Gurruchaga o Jesús Vázquez. Todos resultarían absueltos, pero algunos tardarían varios años en volver a ser contratados para nuevos proyectos.

“Más allá de su figura como artista, él vive con su madre en una casa en la aldea, lo cual le genera un estigma muy grande y su figura cae unos años en el ostracismo”, afirma Xurxo Souto. Desaparece la radio y el ritmo de registros sonoros disminuyó hasta que, a finales de los ochenta, el nacimiento de los medios de comunicación autonómicos en lengua gallega le supone una segunda oportunidad. “Me parecía una personalidad frágil y muy sensible. Cuando lo conocí en televisión lo recuerdo un poco descuidado, como si no contase con volver a los escenarios”, rememora Xurxo Souto, que recalca su influencia en el mundo de la música tradicional, recogida por grupos como Treixadura. Muy relevante es también su influencia como contador de historias. “Pertenezco a una generación que ha recogido su legado como contador. Antes de él estuvo Joselín, un poco después, Farruco Bernal y después, mi generación”, relata Carlos Blanco, sobre nombres como Quico Cadaval, Avelino González o Candido Pazó, que también ha reivindicado públicamente la figura de o Xestal. 

Sea como contador de historias, como músico rescatador del folklore o como activista social, este es el año de reconocimiento de o Xestal, “cuya biografía merecería un guion”, sostiene Carlos Blanco. Su vida, entre el humor y los malos momentos, la resume Manuel Rivas en estas líneas de As Voces Baixas: “Entrelazados con su biografía, sus cuentos tradicionales adquieren otro sentido. Había mucho dolor detrás del humor”.

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