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“¿Dónde está 'Galiza Non Se Vende'?” y otras preguntas sobre los movimientos sociales

La 'marea ciudadana' arrastra a las calles de Galicia a cientos de ciudadanos contra la corrupción y los recortes

Marcos Pérez Pena

¿Dónde está Galiza non se vende?. Es una pregunta que, como recordaba Manoel Santos en un artículo publicado hace un año, se hace con frecuencia “unas veces de manera nostálgica y otras maliciosa”. Es evidente que estamos viviendo una emergencia social muy importante, con grandes manifestaciones en las calles, como las del pasado 23 de febrero, y una gran movilización alrededor de ciertas cuestiones coyunturales: desde las preferentes a los desahucios, pasando por la denuncia de ciertos proyectos mineros.

¿Pero hay un movimiento social gallego que pueda ser identificado cómo sujeto? ¿Hay coordinación entre los colectivos? ¿Hay plataformas de diálogo y puesta en común? Lejos queda ya el tiempo de la exitosa plataforma de colectivos sociales Galiza non se Vende (2007-09) o del Foro Social Galego (2008) y sólo se puede destacar la apuesta de la Alianza Social Galega para unificar los esfuerzos de sindicatos obreros, agrarios, estudiantiles y colectivos profesionales y ciudadanos afectados por los recortes y la crisis económica.

La crisis afecta a todos los procesos sociales. La misma crisis que está haciendo brotar una gran contestación social es la que dificulta muchas veces la creación de redes y estructuras por la debilidad en la que deja a muchos de sus participantes. Manoel Santos (Altermundo) señala que “la crisis arrasó con todo y en la izquierda y también en los movimientos sociales es más difícil crear alternativas”. O por el cambio de prioridades: a los movimientos ecologistas les está resultando muy complicando llevar al primero plano la preocupación por el cambio climático en una situación de urgentes necesidades económicas para muchas personas: “la política de las urgencias se impone”, apunta Manoel Santos. También afecta con dureza a las ONGs y otras organizaciones del tercero sector, que antes constituían uno de los pilares de los movimientos sociales y que en los últimos años vieron brutalmente recortada su financiación.

Para Isabel Vilalba, secretaria general del SLG, “estamos en una fase de transición. El cambio de la estructura económica y social en los últimos tiempos ha sido vertiginoso y nos está siendo difícil a veces identificar que es lo que está pasando”. Para David Rodríguez (A Nave das ideas) “se puede percibir que hay más movimiento. Hay una emergencia social que es difícil saber lo que va a dar de sí y supongo que dependerá de cuanto dure la crisis económica”. En opinión de Mari Fidalgo (Baladre) “hubo un revulsivo que marcó un antes y un después, que fue el movimiento 15M. Estamos en un momento muy diferente para los movimientos sociales, que cobraron mucha fuerza por la presencia de mucha gente que no estaba organizada”.

¿Por qué no se visibiliza este movimiento de como un actor político, como una fuerza de presión social? Para Vilalba, “algunos de los principales movimientos que podrían estar en el núcleo de una activación en el movimiento social gallego están atravesando cambios en su estructura, que podía ser válida en el pasado, pero que necesita adaptarse a los nuevos tiempos” y añade que “hay también un rechazo de las fórmulas clásicas de representación. Buena parte de la sociedad siente que hay que hacer un cambio hacia otros modelos”. Vilalba concluye que “está habiendo un combate fuerte contra las políticas neoliberales y cada vez hay más colectivos que identifican esta necesidad. Estamos en una fase de caminar hacia delante pero aún no estamos en una fase de consolidación”.

Otras voces señalan que la fuerza social más visible está centrada en luchas singulares y de nuevo cuño: hipotecas, preferentes... Este tipo de movimientos coyunturales, que nacen y funcionan de cara a la consecución de un objetivo determinado, es diferente de los colectivos transversales o de los movimientos permanentes en el tiempo -ecologista, feminista...-, que suelen crear una cultura del movimiento y tejer redes con otras organizaciones. Sin embargo, el tiempo y el trabajo práctico también hacen que de la actividad de organizaciones y movimientos coyunturales surjan esa cultura y esas redes. Manoel Santos recuerda el caso de Salva o Tren, una iniciativa centrada en unas reivindicaciones muy concretas sobre la desaparición de algunas estaciones y apeaderos “y que con el tiempo fue creando en esas personas un discurso muy desarrollado sobre movilidad”. Lo mismo puede estar sucediendo en la actualidad en las plataformas contra los desahucios, por ejemplo.

Crear redes, crear tejido, crear estructuras

Para David Rodríguez lo más importante es “crear tejido y redes propias fuera de la dinámica del Estado y que sean independientes de la dinámica de la política del aparato del Estado”. Señala que la izquierda “está enterándose ahora de lo que implicó históricamente la desaparición del movimiento obrero”, que era mucho más que los sindicatos: había escuelas, economatos, o espacios de socialización. Lo vemos en Italia, donde la izquierda está desaparecida y el descontento social se expresa a través de espejos deformantes: sea en el Berlusconismo o en el Movimiento 5 Estrellas“.

Para Rodríguez, “esta emergencia social para cristalizar en algo tiene que sustituir el viejo movimiento obrero. No hay izquierda sin movimiento, sin movimiento sostenido. Por eso la necesidad de generar instituciones. No se trata de reconstruir por nostalgia, sino de acomodar eso a los tiempos actuales”. Y concluye: “por la experiencia pasada acabamos muy quemados de la burocracia y de las estructuras, pero hay que trabajar en ese campo. Las manifestaciones son masivas, pero si eso no cristaliza en nada concreto, queda en un hecho de expresión únicamente. Se corre el riesgo de quedar todo en un desgaste de energías”.

¿Un nuevo Foro Social Gallego?

Pero lo que también está claro es que la crisis está debilitando el sistema: “Está cayendo un telón de fondo”, dice Manoel Santos, “y ahí es donde hay que influir para conseguir una transformación social. Los movimientos sociales tienen que repensarse un poco, porque si no hay confluencia no hay futuro. El movimiento necesita confluencia porque la sociedad es muy grande y los movimientos son pequeños”. Y añade la necesidad de que se convoque un foro o cualquier otra fórmula de coordinación: “Los movimientos sociales tienen que estar preparados, tiene que haber un foro social, un espacio de convergencia amplio. Es importante que se visibilice un movimiento de país. Es importante que se vea la esperanza”.

Mari Fidalgo también cree necesario que a nivel gallego surjan “esos espacios de encuentro y articulación” y destaca que en los últimos tiempos se va consolidando “un bloque critico que sí se está coordinando y está ofreciendo una respuesta articulada y que puede ser el germen de una confluencia más grande”. Sin embargo, descarta la recuperación de fórmulas de coordinación ya ensayadas en el pasado: “en el Foro Social había una presencia muy importante de ONGs y organizaciones del tercer sector que dependían mucho de las subvenciones. Eso terminó. Y ahora hay otras formas de organización muy distintas”. Para David Rodríguez “no hay que imponer apriorismos. Si en una ciudad se funciona bien en red no hay que forzar una articulación gallega. Seguramente seria importante para muchos temas, pero a lo mejor para otros no. Lo que importa es la práctica”.

Manoel Santos repite, al igual que había hecho en aquel artículo que “el diseño de la red de Galiza non se Vende era perfecto” y destaca que se consiguió “aglutinar a entre 50 y 60 colectivos sobre una serie de cuestiones comunes que se priorizaron”. “La gente pone de ejemplo Nunca Máis pero Nunca Máis era más un movimiento coyuntural. Creo que la experiencia de GNSV es más útil”, concluye. Con un pero, eso sí: “En el caso de GNSV se acertó con la estrategia critica en la época del gobierno de PSdeG y BNG” pero “nos equivocamos en el momento de las elecciones, porque en aquel momento había que dar un paso atrás y pedir el voto para el bipartito”. Manoel Santos apunta en este sentido como modelo al MST brasileño: “hipercrítico en todo momento con la gestión del PT pero que lo apoya de forma expresa en las elecciones”.

Partidos y movimientos

Otro gran debate que siempre sobrevuela sobre los movimientos sociales es su relación con los partidos políticos. Una relación demasiado estrecha puede acabar derivando en tutelaje, o ser entendida así al menos. Una relación demasiado distante implica desconexión entre la izquierda política y la izquierda social. Manoel Santos anima a quitarse de arriba “clichés que se fueron creando en estos años” y a “empezar a reaccionar” en el sentido de que “los movimientos tienen que definir bien su línea política, pero también tienen que tener aliados políticos. Hay que actuar en el campo político, porque si no estás huyendo de un campo de lucha donde se pueden cambiar cosas”. Lo mismo piensa David Rodríguez: “Hay que ocupar espacio de poder. Los movimientos tienen que tomar conciencia de que deben organizarse y dirigir sus energías”.

AGE se presentó a las elecciones abanderando una relación nueva entre la izquierda social y política, una forma de canalizar la rabia social y la emergencia de movimientos transformadores. Y al día siguiente de su éxito electoral Beiras proclamaba que “AGE tiene que ser un puente entre la ciudadanía activa y el Parlamento”. En varias comarcas como Vigo o Pontevedra, AGE promovió asambleas para relacionarse con los colectivos locales. Otro modelo son las asambleas sociales de apoyo a determinadas fuerzas políticas, como la que funciona en Ferrolterra desde hace meses como enlace entre AGE y los movimientos sociales de la comarca y como fiscalizador de su acción política.

Manoel Santos afirma que “no estoy de acuerdo con asambleas de apoyo la una opción política. Sí las veo normales en una época electoral”. En todo caso Santos señala que los primeros pasos “deben darlos siempre las organizaciones políticas”. David Rodríguez advierte de que “si Anova o AGE no asumen que la gente mira para ellos con mucho detenimiento para que cumplan lo que dicen, pueden tirar abajo todo su capital político. Tienen que cumplir las expectativas”. Y añade “tenemos derecho a ser exigentes con los partidos. Son herramientas y si no sirven hay que descartarlos”.

Para Isabel Vilalba, los movimientos sociales “para ser realmente útiles a la sociedad tienen que evitar ser tutelados”. Señala que es normal que haya “una cercanía con formaciones que luchan por los mismos objetivos” pero califica de “visión muy curtopracista” que los partidos piensen que hay que dirigir los movimientos: “eso lleva a una desafección y desmovilización de la sociedad”. Concluye que “tienen que trabajar en paralelo, pero los partidos no pueden fagocitar los movimientos”.

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