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Los 'surfers' de Yahoo: cómo unos libreros conquistaron el Salvaje Oeste de internet

Dave Siluka, uno de los 'surfers' que más tiempo aguantaron en Yahoo

Ana Martínez Aguilar

“Era como el Salvaje Oeste, todo era nuevo y nadie sabía cómo hacerlo”. Así describe Dave Sikula, editor, su experiencia en el directorio de Yahoo, uno de los primeros puntos de acceso a internet.

Yahoo, en su momento uno de los mayores imperios tecnológicos, se convirtió en el punto de partida de la navegación gracias a su directorio, que también tenía un buscador. A través de catorce categorías generales, miles de usuarios se sumergían cada día en la naciente World Wide Web. Aquellos años de éxito han quedado atrás y la pasada semana, Marissa Mayer, actual directora de la compañía, anunció la venta de la empresa a Verizon por 4.830 millones de dólares (más de 4.350 millones de euros).

El gigante ha caído (o eso parece) y es el momento de valorar su papel en la internet que conocemos. Sikula fue uno de los primeros ‘surfers’ que contrató la compañía y también uno de los que más tardó en despedir. De perfil polifacético, actualmente es actor, director de teatro y encuentra tiempo para seguir ejerciendo de editor. Hace dos décadas trabajaba en una librería, un empleo no muy llamativo salvo por el detalle de que se encontraba en el corazón de Silicon Valley, en San Francisco. En 1999, Yahoo le contrató, junto a otros 15 empleados de la misma librería, para trabajar en el gran proyecto: categorizar todos los sitios web del mundo.

A pesar de que en aquella época no existían tantas webs como ahora, cuando se estima que hay más de 900 millones de páginas, ya entonces se trataba de una tarea inmensa. Alrededor de 70 personas ‘surfeaban’ todos los días para encajar cada página en una de las grandes áreas: artes, educación, negocios, deportes…

“Al principio solo buscábamos contenido, no era relevante si era malo o bueno”, explica el editor a HojaDeRouter.com. “Luego aprendimos a filtrar. Cada semana recibíamos entre 200 y 300 solicitudes de personas que querían que incluyéramos su página en el directorio y nos colapsábamos”.

Con un perfil más editorial que tecnológico, los primeros ‘surfers’ se encargaban de recorrer la Red para recolectar todas aquellos sitios interesantes, analizarlos y otorgarles la clasificación correspondiente. “‘Surfer’ no era ningún apodo que nos pusieron”, aclara Sikula. “Es el título oficial con el que nos contrataron”.

Yahoo decidió apostar por el entendimiento humano en lugar de por el desarrollo tecnológico, como haría Google años más tarde con el algoritmo que convirtió su buscador en referente. Entonces no parecía tan claro. “El directorio fue tremendamente útil en aquella época porque la tecnología de búsqueda no era muy buena. Pero luego apareció Google y nos quedamos obsoletos”, nos cuenta Jon Brooks, otro de los editores del equipo.

Al tratarse de decisiones humanas y, por tanto, bastante subjetivas, los debates eran diarios en el trabajo. “Dudábamos acerca de todo, era muy difícil decidir a qué temática pertenecía cada web. Había miles de diferencias y sitios muy dispares”, recuerda Sikula. Y aunque la idea era que todo debería ser categorizado, un tema suscitó grandes debates en la oficina: “Las mayores discusiones se dieron a causa de la pornografía. ¿Aportaba valor incluir este tipo de contenido en el directorio? Y si lo hacíamos, ¿en qué categoría? Una parte muy importante del tráfico de internet estaba dirigido a páginas pornográficas así que parecía contradictorio obviarlo”.

De aquel equipo también formaba parte Gordon Hurd, que llegó a Yahoo en 1998, buscando empleo a través de anuncios clasificados. Había trabajado como escritor y editor y, cuando se topó con la oferta, apenas había oído hablar de la empresa. “Todos los ‘surfers’ teníamos una relación muy cercana. Estábamos en una gran planta, cada uno dentro de su cubículo, pero siempre salíamos para hablar, discutir y bromear”, relata.

Hurd se encargaba de las labores financieras y el negocio. Aún así, siempre sacaba tiempo para lo que más le gustaba: la música electrónica y el 'hip hop'. Creaba nuevas clasificaciones para los géneros musicales y agregaba sitios web de DJ. “Todo el mundo tenía su responsabilidad profesional pero cada uno de nosotros teníamos un 'hobby' y nos dedicamos a explotarlo en el directorio. Trabajábamos muchas horas, no por presión, sino porque nos gustaba”.

Según recuerda el escritor, la materia que suscitaba mayor debate era la inclusión de una nueva categoría. Para crear una clasificación en el directorio, por nimia que fuera, había que pasar por un proceso muy largo. Lo primero era mandar un correo a todos los compañeros del departamento. “Nada más hacerlo, las sugerencias y críticas llenaban el buzón. Yo me encargaba de entrenar a los nuevos trabajadores y era muy divertido ver cómo se ponían nerviosos al crear una categoría. La gente se lo tomaba muy en serio”.

Una de las categorías más extrañas que ideó Dave Sikula, y que misteriosamente fue aprobada por el departamento, aludía a un fenómeno que el editor se encontró en uno de sus viajes por internet. Con el pretexto de vender objetos, la gente publicaba fotos en portales como eBay cuyo auténtica finalidad era mostrar su cuerpo desnudo en el reflejo de los diferentes productos. En inglés, esta rareza se conoce como ‘reflecto-porn’. “No recuerdo cómo lo descubrí, pero enseguida me di cuenta de que había suficientes como para hacer una nueva categoría”.

Hurd y Sikula trabajaron juntos en el directorio. Este último relata cómo transformó su cubículo en una tienda de campaña ante la negativa de Gordon Hurd de apagar los fluorescentes. “Una de las primeras cosas que hice en mi primer día de trabajo fue pedirle si le importaba que desconectara las luces que iluminaban nuestros cubículos contiguos”, rememora. Cuando su propuesta fue rechazada, Sikula estiró un tapiz sobre la parte superior y lo sujetó con clips. “Me permitió trabajar en la oscuridad, lo que me pareció más agradable que la luz fluorescente”.

Los invencibles caen

Con el tiempo, la carrera de los ‘surfers’ por etiquetar todos los sitios web se iba complicando. Cada vez más personas creaban su primera página y solicitaban entrar en el directorio. “La gente pretendía ganar al sistema y nos intentaban convencer para que categorizáramos sus sitios donde ellos quisieran. Para mí, era mucho más gratificante navegar por mi cuenta y descubrir qué había en la fascinante Red”, confiesa Sikula.

En diciembre de 2010, tras más de once años trabajando en Yahoo, Dave Sikula fue despedido. No fue una sorpresa. Los trabajadores ya se lo esperaban tras el acuerdo que la empresa firmó con Microsoft ese mismo año. “Yahoo ha tomado muy malas decisiones, tanto las colaboraciones que ha elegido como las compras que ha dejado pasar”, opina en referencia a la oportunidad que la compañía desaprovechó al no comprar Google en 2002, cuando estaba en venta.

Cuando Yahoo firmó el acuerdo con Microsoft, su objetivo era convertirse en el mayor buscador de internet y hacer frente al gigante en que se estaba transformando Google. El plan era lograrlo mejorando la tecnología y los algoritmos. “Se dieron cuenta de que éramos redundantes. Una mañana recibí un correo que me citaba en el despacho, al igual que a muchos de mis compañeros. Fue triste pero también un alivio. Desde hacía bastante tiempo ya sabíamos a qué atenernos. Empaqueté mis cosas y eso fue todo”, recuerda.

Para Jon Brooks, Yahoo es un ejemplo de lo efímero del éxito. “Parecía que éramos invencibles”. Pero Sikula se muestra mucho más crítico con la dirección de la firma: “Los CEO y los jefes no tenían un concepto claro de la compañía y había gente que usaba la empresa solo para enriquecerse”.

Veinte años después de la gran aventura, los tres ‘surfers’ apenas utilizan Yahoo más allá del servicio de correo. “A veces uso la ‘homepage’, pero ni siquiera veo los anuncios porque tengo un bloqueador instalado en el navegador”, admite Sikula. “¿Qué es Yahoo? ¿Es un servidor de correo electrónico o una empresa de medios? En todos estos años, la compañía nunca ha tenido una visión real de lo que era. Y todavía no la veo”.

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Las imágenes de este artículo han sido cedidas por Dave Sikula y Gordon Hurd

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