Balears duplica el número de turistas en solo 25 años
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La turistificación y sus efectos sobre el medio ambiente y la vida de las personas siguen estando en el centro del debate público en algunas de las principales ciudades españolas. Muestra de ello es que miles de personas se manifestaron en 15 ciudades europeas (Barcelona, Palma, Eivissa, Granada y Donosti, entre ellas) el pasado 15 de junio poniendo el foco en las externalidades negativas de esta industria y pidiendo un “decrecimiento” de su actividad. En el caso del archipiélago balear, este recibió 18,7 millones de turistas en 2024, aunque la población total apenas supera los 1,2 millones de habitantes, según datos del Instituto Balear de Estadística (Ibestat).
La gran presión humana y turística que afecta a las Illes Balears causa un gran número de impactos sobre el medio marino, en buena parte debido al aumento en la producción de residuos y en el consumo de recursos, según se desprende del Informe Mar Balear de la Fundació Marilles, que coordina Raquel Sunyer, doctora en Ciencias Marinas por la UIB (Universitat de les Illes Balears). En los últimos 25 años, el número de visitantes que recibe el archipiélago balear se ha casi doblado, pasando de los 9,8 a los 18,7 millones de turistas, según los datos de la entidad que aboga por la conservación del mar.
El turismo representa un 45% del PIB balear y las plazas turísticas se concentran principalmente en los municipios costeros. Y es en la costa, precisamente, donde se hacen visibles buena parte de los impactos de la turistificación, desde el urbanismo que impulsa la construcción de hoteles y segundas residencias hasta la oferta vinculada al sector, que abarca desde la restauración hasta el alquiler de yates o actividades subacuáticas.
Por ejemplo, cada bañista se lleva, involuntariamente, unos 34 gramos de arena cada vez que va a la playa. A este impacto hay que sumarle la eliminación de la arena de las playas cuando las máquinas retiran los restos de posidonia acumulada siempre que se inicia la temporada turística. La posidonia, que se empieza a morir a partir de temperaturas superiores a los 28 °C, es uno de los mayores aliados para amortiguar los efectos más adversos de la crisis climática. Hay que tener en cuenta que el Mar Mediterráneo está más de dos grados por encima de la temperatura normal, según datos del Sistema de Observación Costero de las Illes Balears (SOCIB) de junio de 2025, cuya consecuencia es la mortandad masiva de miles de especies marinas.
Las consecuencias de esta ‘tropicalización’ para los organismos marinos y sus hábitats y ecosistemas es la pérdida de biodiversidad, cambios en los ciclos biogeoquímicos y proliferación de especies invasoras. En este contexto, la posidonia funciona como una gran fuente de oxígeno, pues es un sumidero muy importante de carbono, ya que absorbe el 7% de las emisiones del archipiélago balear. Además, actúa como un muro de contención para evitar la erosión de la costa y especialmente de las playas. Y es la responsable de la transparencia de las aguas, así como del incremento de la biodiversidad asociada a los ecosistemas marinos.
El Mar Mediterráneo está a dos grados por encima de lo normal. Las consecuencias son la pérdida de biodiversidad, cambios en los ciclos biogeoquímicos y proliferación de especies invasoras
Las praderas de posidonia, que viven hasta a 40 metros de profundidad de la superficie del mar, sufren con otros impactos asociados a la turistificación: por las obras marítimas, la contaminación del agua, la eutrofización (consecuencia de diferentes tipos de vertidos al mar), la regeneración e implantación artificial de playas, la gestión incorrecta de su limpieza y el fondeo masivo e incontrolado de yates.
El informe de la Fundació Marilles alerta sobre diferentes amenazas en el actual contexto de crisis climática. La subida del nivel del mar podría provocar la desaparición de la mitad de la superficie de las playas hasta final del siglo. La masificación turística afecta a las especies marinas por diferentes impactos. Entre ellos, el ruido submarino de los yates y barcos, así como los vertidos al mar que provienen de las depuradoras. En los meses de temporada alta, la elevada presión humana genera más aguas sucias de las que estas infraestructuras pueden gestionar, sobrepasando su capacidad.
La masificación turística afecta a las especies marinas por, entre otros motivos, el ruido de los yates y barcos y los vertidos al mar que provienen de las depuradoras
La “turistificación” repercute en la vida de los residentes
Macià Blázquez, catedrático de Geografía e investigador de la UIB, rechaza el término “saturación”. Él prefiere usar el término “turistificación”, que se refiere a las dinámicas del lucro y la mercantilización y su repercusión en la vida de las personas. Se pone el foco en aspectos como el encarecimiento de la vivienda, que ha sido mercantilizada por el alquiler turístico, o al aumento de los precios de cafeterías, restaurantes y negocios turísticos, ajustados a clientes con mayor poder adquisitivo.
“En cambio, si planteamos el decrecimiento como una cuestión de justicia social y ambiental, podemos hablar en términos de consumo de energía y materiales”, afirma Blázquez. Por tanto, el geógrafo aboga por reducir el consumo de quienes más tienen para permitir que quienes consumen muy poco puedan mejorar sus condiciones de vida en todos los aspectos, lo que incluye el acceso a la cultura y al ocio, el transporte, la vivienda, etc. “Si no, lo que pasa es que solo quienes lo puedan pagar —los que llegan en jet privado— podrán seguir viniendo a Eivissa o Formentera”, critica.
En este sentido, las Balears experimentan un cambio de tendencia especialmente a partir de 2012, con la modificación de la ley turística, la conocida como Ley Delgado. Durante la legislatura del popular José Ramón Bauzá (2011-2015), la nueva norma —impulsada por Carlos Delgado, conseller de Turismo del PP— cambió la imagen y el ocio de las islas a través de la promoción de la oferta de lujo. Así, las grandes cadenas hoteleras aumentaron de categoría, reformando sus negocios para ofrecer un servicio de cinco estrellas o superior.
Este cambio estructural se mantuvo intacto durante las dos legislaturas de la socialista Francina Armengol (2015–2023), pese a algunos cambios que se introdujeron en materia de circularidad o para aliviar la carga laboral de las camareras de piso. “Es un modelo más eficiente en el uso de recursos, con implicaciones directas para el sector turístico, como la obligación de aplicar planes de circularidad en alojamientos turísticos”, afirma Inma Saranova, directora de IbizaPreservation.
Hasta el año 2023, el archipiélago balear tenía 607.522 plazas turísticas. Es decir, una plaza por cada dos habitantes. En Formentera, una de cada dos plazas se ofrece como alquiler turístico vacacional; en Menorca, una de cada tres; en Mallorca, una de cada cuatro y en Eivissa, una de cada cinco. Eivissa es la única de las cuatro islas que prohíbe el alquiler turístico en edificios plurifamiliares, es decir, se prohíbe que en un bloque donde viven residentes pueda coexistir con el alquiler de habitaciones a turistas. El problema —que se extiende al conjunto de las Balears— es la proliferación del alquiler turístico ilegal.
Hasta el año 2023, el archipiélago balear tenía 607.522 plazas turísticas. Es decir, una plaza por cada dos habitantes
La reconversión de la planta hotelera balear hacia categorías de cuatro y cinco estrellas, sin embargo, no ha reducido la llegada de visitantes. El Índice de Presión Humana (IPH), que calcula el Ibestat, sitúa los picos de población —la suma de residentes y turistas— en más de 2 millones en los momentos de mayor afluencia, como ocurrió el 7 de agosto de 2024. El año pasado se superaron los máximos de presión humana registrados hasta el momento.
Limitación de la entrada de vehículos
Eivissa acaba de implantar, como hizo Formentera en 2019, la limitación de la entrada de vehículos en temporada alta (del 1 de junio al 30 de septiembre), pese a la oposición de las navieras y de los ‘rent a car’. Esta medida pretende afrontar otro de los problemas ligados a la saturación, que en este caso se refiere a las carreteras.
La entrada en vigor de la normativa establece un tope máximo de 20.168 vehículos diarios. Para poder circular, hay que inscribirse en Ibizacircular.es y pagar una tasa de un euro al día, muy inferior a la de la isla del sur. En el caso de los vehículos de alquiler, se establecen 100 euros por temporada para las empresas que tengan hasta 100 vehículos, y de 1.500 euros para las flotas de más de 900 vehículos autorizados. Mariano Juan (PP), conseller insular de Territorio, Ordenación Turística, Movilidad, sitúa esta iniciativa como uno de los ejes sobre los que pivota la hoja de ruta de su departamento, que también pretende “combatir los pisos turísticos ilegales y los taxis piratas”, a través de la Oficina de Lucha contra el Intrusismo.
El parque de vehículos en Eivissa se ha incrementado un 255% entre 1996 (63.062 vehículos) y 2023 (160.835 vehículos), según datos del Ibestat. Además, la entrada anual de vehículos se ha cuadruplicado, pasando de 51.000 en 2001 a 206.960 en 2022. “Esta ley es para frenar la situación insostenible que se estaba dando en nuestra isla”, justificaba el presidente del Consell d’Eivissa, Vicent Marí (PP).
En Formentera hace seis años que se aplica una ley similar. Para esta temporada turística fija un tope máximo de 10.287 vehículos. Rafa González (Gent per Formentera, partido insular de izquierdas), conseller insular de Movilidad entre 2015 y 2023, explica que un estudio de capacidad de carga de la red viario confirmó lo que antes eran solo sensaciones: había un problema de saturación, como también confirmaron los informes que hizo el Consell d’Eivissa. Con la ley aprobada —en un caso similar al ibicenco, a través del Parlament balear—, se fijó el objetivo de reducir en un 16%, entre 2020 y 2023, el número de vehículos de turistas y de coches de alquiler en circulación (es decir, una reducción anual del 4% cada año).
Eivissa y Formentera cuentan con una normativa para regular la entrada de vehículos. El parque de vehículos de la mayor de las Pitiüses ha aumentado un 255% entre 1996 y 2023
El Observatorio de Sostenibilidad de Ibiza, integrado en IbizaPreservation, señaló en varios informes la necesidad de reducir la dependencia del vehículo privado. En el Informe 4 Islas, indican, ya destacaron como positivo el aumento en el uso del transporte público en 2023, que relacionan con la gratuidad del servicio. “Sin embargo, es necesario reforzar y mantener este servicio, mejorando infraestructuras, frecuencias y garantizando la continuidad de las tarifas gratuitas para reducir la dependencia del vehículo privado”, sostiene Saranova.
Sobre la restricción de vehículos, argumenta que la iniciativa “es clave para reducir la saturación, las emisiones contaminantes y el impacto ambiental en territorios tan frágiles” como Eivissa y Formentera. No obstante, el Observatorio de Sostenibilidad de Ibiza lamenta “la falta de una red de carriles bici intermunicipales y de una estrategia de movilidad sostenible integral”. Es decir, Saranova considera que todavía hay que mejorar el transporte público, que debe ir coordinado con aparcamientos disuasorios y una red de bicicletas públicas. “Todavía no se ha desarrollado una política estructural en este sentido y además en el último año hemos registrado un retroceso en los metros de carriles bici”, concluye.
Formentera, a la vanguardia
La isla del sur de las Pitiüses lleva la iniciativa en cuanto a las medidas concretas para controlar la saturación. Desde 2008, por ejemplo, se aplica un control de acceso en la parte terrestre del acceso al Parque Natural. Cuando se llena el aparcamiento, ya no se permite el acceso a más vehículos. La limitación se aprobó por razones medioambientales, pero también de seguridad. “Cuando había situaciones de emergencia, las ambulancias y servicios sanitarios tenían dificultades para acceder”, afirma Rafa González. Para entrar con tu vehículo, además, tienes que pagar una tasa.
Desde 2017 también se aplica una regulación de entrada de vehículos para acceder al faro del Cap de Barbaria, un espacio que también cuenta con figuras de protección como Lugar de Interés Comunitario (LIC); Zona de Especial Conservación (ZEC) y Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA). “Se habilitó un aparcamiento disuasorio al principio de esta zona. Al llegar, tienes que dejar el vehículo y continuar, a pie o en bicicleta, los últimos dos kilómetros del trayecto”, señala el exconseller.
La última regulación se aplicó, en 2022, en los caminos de Es Caló des Mort y Es Ram, donde hay una cala muy visitada pero con un gran atractivo turístico. La restricción se puso en funcionamiento para evitar que “los vehículos se quedaran estacionados bajo los pinos o de forma desordenada fuera de los caminos”. Por tanto, se prohibió el estacionamiento en el camino. La limitación obliga a aparcar en la zona urbana más próxima —a un kilómetro— con el objetivo de “proteger la zona y minimizar el impacto” de los vehículos, argumenta González.
Las playas ibicencas siguen sin control de accesos
En Eivissa, en cambio, solo hay una playa y dos calas (una pegada a la otra) que cuentan con controles de acceso. Una es Benirràs, situada en el municipio de Sant Joan de Labritja, en el norte de la isla. Esta playa es conocida por las fiestas neohippies que históricamente se han realizado, sobre todo, los domingos, aunque más tarde pasaron a realizarse espontáneamente cualquier día de verano.
El 22 de agosto de 2010, un domingo, hubo un incendio que calcinó unas 400 hectáreas de bosque. Fue el segundo más grave que hubo durante esa década en Eivissa. Por este motivo, desde hace años, el Ajuntament controla los accesos a la playa los domingos desde principios de junio hasta inicios de octubre, desde las tres y media de la tarde hasta las diez y media de la noche.
Las otras son Cala Salada y Cala Saladeta, ubicadas en Sant Antoni de Portmany, que reciben una gran afluencia de turistas en temporada alta. La medida fue impulsada por Pablo Valdés, concejal de Medio Ambiente entre 2015 y 2019, por Reinicia, un partido municipalista. Este control de accesos se suele aplicar desde el 1 de mayo hasta 15 de octubre, de lunes a domingo, desde la mañana hasta las primeras horas de la tarde.
Sin embargo, en ninguna otra cala o playa de Eivissa se aplican medidas similares. Ni siquiera en la playa de ses Salines, pese a que forma parte del parque natural. Tampoco se aplican restricciones en Cala d’Hort, pese a que el Ajuntament de Sant Josep de sa Talaia, donde gobierna el PP, se comprometió el año pasado en hacerlo. “Este año no se va a implantar la limitación de vehículos”, señalaron fuentes municipales. Esta zona forma parte de la Red Natura 2000, está incluida como Área Natural de Especial Interés (ANEI) y cuenta con las figuras de protección LIC, ZEC y ZEPA.
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