La activista española Reyes Rigo regresa a casa tras dos semanas encarcelada por Israel: “Ha merecido la pena y vamos a volver”
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Las activistas mallorquinas que se embarcaron el 31 de agosto en la Global Sumud Flotilla ya están en casa. Lucía Muñoz, Alejandra Martínez y Reyes Rigo han aterrizado en el aeropuerto de Palma alrededor de las 13.30 horas. A pesar del aguacero que ha caído sobre la capital balear, medio centenar de personas, que acudieron al llamado de una convocatoria lanzada por varias plataformas civiles, las han recibido en Son Sant Joan.
Frente a la puerta de llegadas de la terminal han exhibido pancartas que pedían “el final del genocidio” y lucido camisetas con una sandía estampada en el pecho, la fruta que simboliza la resistencia de los musulmanes que viven en Tierra Santa por un doble motivo: forma parte de la dieta diaria de un pueblo que en Gaza ha debido enfrentar a la hambruna producida por el asedio y, además, contiene los colores de la bandera palestina. Señeras negras, blancas y verdes, con un triángulo, rojizo, en el extremo izquierdo también han sido ondeadas en el hall de la terminal.
“Esta mañana me ha llamado Reyes y la he escuchado con una voz muy emocionada. Estaba contenta y ya me ha hablado de la huelga [general] de día 15, de que hay que seguir la lucha. (...) Estos días han aparecido noticias falsas en algunos medios que nos han producido angustia. Hasta que no hemos sabido que Reyes estaba fuera de Israel, porque nos habían comentado que la sentencia era una cosa muy frágil, no hemos estado totalmente tranquilas”, comentaba Xisca Puig, integrante de Global Movement to Gaza Mallorca, minutos antes de que aparecieran las activistas.
“Ahora hay aquí mucha alegría, pero también muchísimo agradecimiento por el ejemplo de estas mujeres que han contribuido a reforzar un movimiento global: han dado una muestra de compromiso con la Humanidad. No hay que dejar de luchar para que el pueblo palestino pueda escapar de esta situación y se detenga de verdad el genocidio”, apunta, por su parte, Stefan Armborst, miembro de Mallorca per Palestina.
Llegada a Madrid
Después de una semana de angustia, el abrazo entre Muñoz y Martínez con su compañera se ha producido horas antes en Barajas. Esta mañana, Reyes Rigo llegaba a Madrid, donde la esperaban su padre y otros familiares. Así ha terminado la odisea de la última tripulante española de la flotilla que zarpó hacia la Franja de Gaza cargada de ayuda humanitaria. Rigo se encontraba detenida por la Administración Netanyahu desde el 1 de octubre. Este fin de semana, el Estado de Israel la deportó, vía Jordania, hasta Qatar.
“Ha merecido la pena. Vamos a volver. Tenemos que denunciar el Estado genocida israelí que nos ha secuestrado en aguas internacionales, nos ha llevado a una cárcel para presos, bueno, para terroristas”, ha declarado Rigo ante los medios de comunicación que se habían reunido en el Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas.
La activista ha instado al Gobierno a poner una denuncia ante la justicia internacional y a reclamar por “este secuestro y encarcelamiento”, a la vez que celebraba la labor de unas flotillas que “han removido de alguna manera el mundo” y que, según sus palabras, tratarán de llegar a Gaza hasta que “Palestina esté libre”. Rigo también ha hecho un llamamiento a los trabajadores a acudir a la huelga general convocada el 15 de octubre en solidaridad con el pueblo palestino. La manifestación convocada a nivel estatal el domingo 5 de octubre sacó a la calle en Palma a unas 4.000 personas.
El largo camino de regreso a casa
Desde el aeropuerto de Doha, Reyes Rigo ha tomado un vuelo comercial de Iberia junto a otros cinco activistas españoles, integrantes de la Freedom Flotilla, el segundo contingente que pretendía entregar ayuda humanitaria a los gazatíes, una población atrapada entre el Mediterráneo y las bombas del Ejército israelí en un asedio que ha matado, al menos, a 67.000 personas y herido a otras 170.000, en dos años. Sus compañeros han estado retenidos durante una semana, pero ella ha pasado doce días bajo arresto. La operación ha estado coordinada por el Ministerio de Asuntos Exteriores y su Embajada en Tel-Aviv, que ha conseguido el retorno de 57 ciudadanos españoles.
Muñoz –concejala de Unides Podem en el Ajuntament de Palma– y Martínez –jurista y comunicadora– regresaron el 6 de octubre a España, vía Atenas, con otra veintena de activistas después de haber pasado varios días en el penal de Saharonim, una macrocárcel situada en la entrada de la península del Sinaí, justo en la frontera con Egipto.
Desde el 1 de octubre, cuando la Marina israelí interceptó el Adara a apenas 70 millas náuticas de la Franja de Gaza (Muñoz y Martínez navegaban en otro barco, el Huga), Rigo ha estado recluida en dos cárceles del Estado de Israel. Para conseguir que la liberaran, la mallorquina tuvo que llegar a un acuerdo con la Fiscalía, aceptar una condena de diez días en prisión –ya cumplidos– y pagar una multa –2.650 euros– para rebajar los cargos que le habían imputado. Ocurrió el viernes, cuando Rigo se declaró culpable del delito de “asalto agravado” y de haber provocado daños a una funcionaria de la prisión de Ktzi’ot, anexa a la de Saharonim, y la más grande del Estado de Israel (400.000 metros cuadrados distribuidos en veintiocho módulos).
“Estamos todas aquí”
“Ja esteim totes aquí” (“Ya estamos todas aquí”), ha exclamado Reyes Rigo antes de comenzar a responder las preguntas del enjambre de móviles, micrófonos, cámaras de fotos y televisión que buscaban el mejor ángulo para almacenar los sonidos y las imágenes del retorno a Palma. Después de abrazar y dejarse abrazar, la activista liberada ha calcado las ideas que, horas antes, había expresado en el aeropuerto madrileño. Un par de minutos de comparecencia y discreto mutis del brazo de su padre.
Liberto Rigo –hijo de un soldado que participó en el desembarco que reconquistó brevemente Mallorca para la República en el verano del 36 y que en el invierno del 39 partió al exilio a través de los Pirineos con su familia: el padre de Reyes era apenas un niño– sabe lo que es pasar por prisión: en 1966 fue encarcelado junto a su esposa, Encarnación Cervilla, por haber recibido formación en la escuela militar de la República Democrática Alemana, como recordaba un reportaje publicado hace ya veinticinco años en el Diari de Balears.
El viejo comunista era, por tanto, la persona más emocionada en un aeropuerto donde se corearon cánticos (“del riu fins a la mar, Palestina llibertat” o “Netanyahu, genocida”), y se intentó, tímidamente y sin demasiado éxito, entonar el Bella Ciao. Mientras tanto, salían turistas –alemanes, suizos y austríacos eran mayoría– con cara de sorpresa por encontrarse una concentración política plantada muy cerca de las puertas automáticas, que se abrían y cerraban a la espera de las tres activistas.
Las proclamas propalestinas trataron de cortarlas dos espontáneos. Ante la mirada de la Policía Nacional, uno gritó un “¡viva Israel!”, contestado con un “¡genocida!”. De otra garganta masculina salió un “¡viva a España!”, que no tuvo respuesta por parte de las personas que fueron a recibir a las tres mallorquinas retornadas. Todo sucedía tan sólo unas horas después de que, en las ruinas de Gaza, el grupo terrorista Hamás entregase a la Cruz Roja a los veinte rehenes hebreos que seguían vivos (hubo cuarenta y ocho) tras más de dos años de bombardeo y bloqueo militar israelí bajo la excusa de liberarlos.
En el aeropuerto de Palma salían turistas –alemanes, suizos y austríacos– con cara de sorpresa por encontrarse una concentración política plantada muy cerca de las puertas automáticas, que se abrían y cerraban a la espera de las tres activistas
“Quiero denunciar la inacción de las instituciones de las Illes Balears: ni la presidenta del Govern, Marga Prohens, ni el alcalde [de Palma], Jaime Martínez ni el señor Llorenç Galmés [presidente del Consell de Mallorca] han hecho absolutamente nada cuando podían haber hecho muchas cosas para la liberación de redes. Las críticas que se han vertido hacia mi trabajo dicen más de lo que son y de cómo entienden la manera de hacer política”, ha explicado ante los medios Lucía Muñoz (Podem Palma), contestando, sin que mediara pregunta directa, a los ataques que ha recibido en los últimos días por parte de PP y Vox.
¿Cuál fue el motivo de las críticas de la derecha y la ultraderecha? Que Muñoz haya estado fuera de la ciudad donde ejerce como concejala en la oposición durante un mes entero. Podemos llegó a tener cinco concejales hace diez años en el Ajuntament de Palma y gobernar en coalición con los socialistas y Més per Mallorca. Un poder municipal que, sin embargo, ha menguado de forma considerable. Desde 2023, los morados sólo conservan un asiento en el pleno: el de la activista enrolada en la flotilla.
Culpable para rebajar los cargos
Por su parte, frente al tribunal, según reporta la prensa israelí, Reyes Rigo, profesional de la acupuntura –tiene un negocio en la barriada de son Espanyolet– y colaboradora de diferentes ONG, dijo: “Nos golpearon, nos empujaron y el quinto día atacaron a mi amiga e intenté protegerla. (...) Me cogieron por la cabeza y se me cayeron las gafas”. También añadió que la tuvieron hacinada junto a otras trece mujeres en una celda con capacidad para cinco reclusas, sin agua y recibiendo comida “podrida”.
Los cargos que se presentaron contra ella inicialmente la acusaban de haber mordido en una mano a una guardia y haberse negado a entrar en su celda. Tras el acuerdo, la acusación se rectificó. El Juzgado de Ber Sheeva (ciudad situada a una veintena de kilómetros de la frontera gazatí, en el borde del desierto del Neguev) aceptó las alegaciones de Rigo: en vez de propinar un mordisco, se declaró culpable de haberle clavado las uñas a la funcionaria como mecanismo de resistencia.
“Nos hemos pasado toda la semana haciendo toda la presión posible, en contacto con el Ministerio de Exteriores, para coordinar la defensa de Reyes: muchas de las que fuimos testigos de lo que pasó con ella quisimos quedarnos a testificar en el juicio y no fue posible”, ha contado a elDiario.es Alejandra Martínez. El relato de la activista sobre la supuesta agresión que cometió su compañera mientras compartían aquella celda, según explican, que triplicaba su capacidad (“Greta Thunberg también estaba allí”), está lleno de detalles. Sostiene Martínez que la información que ha aparecido durante la última semana en diversos medios es “propaganda sionista”. Considera que “el objetivo era aleccionar” al colectivo “aislando a una sola persona”.
–¿Cómo recuerda lo ocurrido?
–Reyes intentó defender a una compañera a la que se le vinieron encima veinte guardias por intentar rescatar unos colchones de otra celda de la que nos habían movido en un ejercicio de privación del sueño. Había mujeres bastante mayores, una enferma crónica de cáncer, y no teníamos acceso a comida, bebida o medicación.
“Dijimos que nos íbamos juntas y volveríamos juntas: estamos muy contentas de poderlo haber conseguido. Recordamos a todo el mundo que pasado mañana tiene derecho a la huelga general. Lo que hemos pasado, como dice Reyes, es la mitad de la mitad de la mitad de lo que vive el pueblo palestino desde hace sesenta años. No hemos pasado todavía por el psicólogo porque nos han dicho que tenemos que procesarlo antes de empezar a soltar”, ha narrado Martínez. Dice que la primera secuela de su cautiverio es ser incapaz de dormir “más de una hora y media seguida”.
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