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Kristof, el 'sintecho' que ha conseguido salir de la calle pintando cuadros: “No quería ir a un albergue”

Kristof Karadi delante de un cuadro.

Tomeu Mesquida

Mallorca —

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Kristof Karadi nació en Hungría, en 1965, pero no ha sabido parar quieto. Ha vivido en el centro, el sur y el norte de América, en Tailandia, Italia, Mallorca y solo él sabe dónde más. Su pasión, o su qué en la vida se mueve entre el arte y el vivir viajando. Cuesta distinguirlo. Karadi pinta, con lo que le den, lo que le pidan. De pequeño quedó fascinado con un libro de Leonardo da Vinci y ya no ha parado. En muchas ocasiones esa habilidad es la que le ha permitido vivir viajando y en otras ha viajado para aprender nuevas técnicas. Como cuando fue a Tailandia, fascinado con el hiperrealismo para aprenderlo allí. Eso sí, sin pisar una academia de pintura. Él mira, práctica y le acaba saliendo. Pero el ímpetu no gana siempre a la suerte y Karadi se vio en una situación complicada el verano pasado que le dejó en Mallorca, sin posibilidad de salir y con una situación más habitual que visible: se quedó en la calle.

En el conjunto del Estado español el número de personas en situación de sinhogarismo ha aumentado un 23,47%, en Illes Balears el incremento es de un 10%. Estos datos son de la encuesta de personas sin hogar del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2022. Ahora bien, según los cálculos de las asociaciones HOGAR SÍ y Provivienda, estos datos podrían ser hasta un 30% mayores porque la encuesta se hace con personas que acuden a centros; es decir, aquellas que están fuera del sistema de atención no figuran.

Karadi cuenta que sufrió un robo, que le dejó sin documentación, sin acceso a su dinero y, por tanto, sin manera de continuar su forma de vida. Vivió un tiempo en una playa de una zona que conocía bien de su anterior vida en la isla. Pero el frío fue llegando. La humedad es como una enfermedad en esta isla. Sufrió un tercer infarto y allí es cuando Cruz Roja lo detectó. Después de la hospitalización no tenía forma de pagarse la medicación que necesitaba y pido ayuda. Karadi corría el riesgo de lo en el argot técnico de este ámbito se llama cronificación o institucionalización. Es decir, estar más de un año en situación de calle.

Tener una casa

No se considera religioso, pero Karadi tiene creencias: “Cuando quiero o necesito algo, medito, visualizo y me acaba saliendo”. Y le salió una oportunidad. Hace unos años, la alianza entre las organizaciones HOGAR SÍ y Provivienda decidió que el modelo “Housing First” fuera la herramienta central de una parte de su trabajo con las personas en situación de sinhogarismo.

Este anglicismo quiere decir, en lo práctico, “poner la vivienda como primer paso para que, desde esa seguridad, las personas puedan recuperar una vida digna”, dice Beatriz Cuchí San Millán, coordinadora del programa Derechos a la vivienda en Mallorca y coordinadora estatal del proyecto 'Apoyos autodirigidos'. “En Mallorca lo comenzamos a implementar hace cuatro años”, cuenta. El Programa, y su subproyecto al que Kristof pudo acceder, ha supuesto el primer empujón para evitar que su situación empeore o se estanque. En la Cruz Roja alguien le habló de este proyecto. “Yo no quería ir a un albergue, quería seguir con mi vida y tener mi espacio”, dice Karadi.

El proyecto sólo tenía diez plazas que se asignaban, aleatoriamente, entre los solicitantes que cumplieran los requisitos. Visualizó y le funcionó. Este subproyecto, es uno de los tres dentro del programa que está financiado con fondos Next Generation EU del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030. Estas entidades en Mallorca se presentaron conjuntamente con el Institut Mallorquí d'Afers Socials (IMAS) y suponen un cambio radical en cómo se ha planteado tradicionalmente la atención a personas en esta situación. “Los apoyos autodirigidos son el futuro”, afirma Beatriz Cuchí. 

La intención es dejar atrás este sistema de apoyos tipo escalera. Donde ahora la persona tiene que ir subiendo escalones, haciendo méritos y consiguiendo mejores apoyos hasta poder salir de su situación. “Sabemos que de manera mayoritaria esto no sirve y tiende a cronificar”, comenta Cuchí. Según el INE, unas 488 personas en Illes Balears llevan más de un año en esta situación, un 83,8% del total de personas sin hogar. Como referencia, un 40% de las personas en España llevan más de un año de sinhogarismo. Este dato posiciona a Balears como la comunidad autónoma con personas más cronificadas del país. Todos los récords son nuestros: turismo, vivienda, precariedad.  

Según el INE, unas 488 personas en Illes Balears llevan más de un año en la calle, un 83,8% del total de personas sin hogar. Como referencia, un 40% de las personas en España llevan más de un año de sinhogarismo

Hacia dónde dirigirse: la pintura

Como los otros 10 seleccionados de esta prueba piloto, Kristof contó con un acompañamiento que puedo elegir él, y tuvo que decidir que quería hacer con su vida, donde se visualizaba en el futuro. Tuvo dificultades, claro, no es una pregunta fácil para nadie y menos para alguien tan viajero como él. El proyecto les hace un seguimiento, les informa de las oportunidades, pero son ellos mismos los que tienen que tomar sus decisiones. Elaboran un plan de vida para conseguir romper la inercia del sistema y reciben el dinero o los recursos para lograrlo. 

Lo primero para Kristof Karadi era normalizar su situación administrativa: “Me ayudaron con los gastos de ir a Barcelona. Allí está mi embajada y pude arreglar los papeles y así recuperar mi cuenta bancaria”. Luego encontró una amiga que le alquiló una habitación –“los pisos están muy caros aquí”, lamenta–. Así tuvo también algo de compañía, aunque en toda la entrevista deja bien claro que es una persona muy independiente: “A mí me gusta poder levantarme un día, recoger mis cosas e irme a cualquier lado”.

Da la sensación de que, a partir de todo esto –de parar de golpe–, Kristof se encuentra en un punto de inflexión. “Quiero viajar, claro, pero también me estoy haciendo mayor”, dice. Su estado de salud le frena. No por el corazón –“yo me cuido, hago mi gimnasia y no bebo ni fumo ni tomo drogas”–, pero tiene una cojera que le hace ir tenso, se nota que le duele. A pesar de haber estudiado enfermería, la idea de un trabajo al uso, con horarios y siempre en el mismo sitio, parece que le ruboriza: “No quiero estar encerrado de lunes a viernes”. Ha tenido algunas ideas para autoemplearse mediante el arte: “Hago lo que la gente quiere comprar, cosas pequeñas como retratos o dibujos de sus mascotas. Allá donde he ido, he pintado lo que los turistas querían”, porque para él, el “arte es otra cosa”. 

En un escenario ideal le gustaría pintar lo que quisiera, algo como lo que hacen algunos de sus referentes, como Boris Vallejo o Luis Royo, al que considera un maestro, pero no conoce personalmente. Los estilos de estos se podrían describir como ilustración de fantasía épica. Pero Karadi tiene muchos otros intereses pictóricos, aprecia el arte, arte, (así repetido y enfatizando la segunda), en muralismo, el óleo, el hiperrealismo a lápiz. De hecho, estos días está pintando una pieza en las instalaciones de la asociación, en Palma, donde aplica muchas de estas técnicas. Esta acción forma parte de su plan vital.

La coordinadora explica que está habiendo un cambio de sensibilidad y que se empieza a ver que hay que acompañar, sí, pero para que “puedan acceder a una ciudadanía plena y tener un plan vital”, que no hay que “conformarse, simplemente, con ayudarles a sobrevivir”. “Todos tenemos derecho a vivir una vida digna”, comenta. Y va más allá ·¿Por qué no vamos a contemplar, dentro de los programas de acompañamiento, alcanzar la felicidad? Teniendo en cuenta las circunstancias complejas de cada persona, claro“. En ese nuevo paradigma, donde ”la persona es la que decide“, remarca Beatriz, cada uno hace con su vida lo que quiere, y desde HOGAR SÍ solo intentan que los planes vitales, como el de Karadi, sean ”lógicos, realistas y sostenibles en el tiempo, para que dependan el menor tiempo posible del programa y sean autónomos“.

Ahora Karadi está empezando a recuperar cierta estabilidad, pero su futuro aún no lo tiene del todo claro: “A mí me gustaría llegar a poder dar clases, tener una buena casa a la que poder traer turistas, hacerles de guía por la isla, que la conozco muy bien. Enseñar lo que he aprendido de forma autodidacta”. De ahí se entiende que quiere lo que anhelamos gran parte de la sociedad, un poquito de paz, dinero, tiempo. Suena tan convencido de ello, como de que un día recogerá sus cosas y se lanzará, de nuevo, a cualquier lado del mundo donde le lleve un avión. Decidir no siempre es fácil, el tiempo dirá.

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