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Arquitectos españoles construyen el centro cultural más grande de Palestina: “Es el primer edificio sostenible”

Óscar y Estela ante el centro Al-Qattan.

Ana Garralda

Ramala —

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A Estela Quintero le empezaron a salir canas al poco de instalarse con su pareja en Ramala, capital de facto de la Autoridad Nacional Palestina. Ninguno pensó entonces (noviembre de 2014) que doblarían el tiempo de una estancia prevista inicialmente para dos años después de que el estudio de arquitectura donde trabajan, Donaire Arquitectos, ganase el concurso internacional para desarrollar el centro cultural más importante de Palestina.

Un edificio inteligente a la vanguardia de la sostenibilidad según los estándares internacionales, pero en una ciudad sin urbanismo reglado, en constante crecimiento, y donde escasea la mano de obra cualificada. “Los pocos especialistas que hay o están fuera o se van a trabajar a Israel donde ganan tres veces más”, explica Quintero.

Un reto descomunal para el que además hubo que importar no solo la tecnología, sino muchos de los materiales de construcción (algunos llegados desde España), como las lamas de aluminio que ejercen de fachada ventilada en parte del edificio, procedentes de Sevilla. “Israel controla las fronteras y la burocracia del transporte se hace interminable”, cuenta Quintero. Ella, junto al también arquitecto Óscar Ortega, fueron los encargados de la supervisión de la obra en la que igualmente trabajó la cordobesa María Eugenia Fálder junto a otra decena de ingenieros palestinos y un centenar de trabajadores locales.

Talento andaluz y árabe combinados en un complejo de casi 8.000 metros cuadrados repartidos entre en un basamento de piedra integrado en terrazas y una estructura en forma de prisma de cristal de varias plantas. Allí se encuentra la biblioteca, la joya de la corona de la familia Al-Qattan, promotora del proyecto. Su patriarca, Abdel Mohsen, ya fallecido, fue uno de los más de 700.000 palestinos expulsados de sus tierras durante la primera árabe-israelí y desde el exilio, primero en Líbano y después en Kuwait, levantó un imperio económico que hoy opera desde Londres.

Gestada tras la rúbrica de los Acuerdos de Oslo (1993), la Fundación trabajó desde entonces para impulsar las manifestaciones artísticas árabes y la educación de niños y jóvenes palestinos través de múltiples proyectos en Ramala, Gaza o Beirut. Educar en la cultura e identidad palestinas como fórmula para combatir el borrado identitario que piensan ejerce Israel tras más de 50 años de ocupación.

eldiario.es ha hablado con Estela Quintero y Óscar Ortega en Ramala durante la última fase de construcción del Centro Al-Qattan, que actualmente funciona a pleno rendimiento.

¿Cómo trabaja un arquitecto en un entorno que está bajo ocupación militar?

Estela: Pues tirándose a la piscina. Hay dificultades importantes como la falta de tecnología. En Palestina no tienen acceso a recursos, no hay una industria especializada porque no hay mercado. Por ejemplo, para contar con una grúa de gran tonelaje para la obra tuvimos que esperar seis meses porque la única que había estaba ocupada en otro proyecto.

Y eso alargó vuestra estancia… Más canas.

Estela: (Risas) Sí, además la mayoría de materiales son importados. Palestina solo produce piedra, conocida como piedra de Jerusalén, exporta mucha, pero solo hay piedra y produce hormigón con el cemento que importa. Israel controla las cantidades y todo lo que entra a través del puerto de Ashdod (principal entrada portuaria del litoral mediterráneo). Los controles son exhaustivos. Hemos llegado a tener contenedores con las estanterías de la biblioteca más de tres meses varados en el puerto.

Mucho ha llegado desde España…

Estela: Así es. Por ejemplo el aluminio de las ventanas vino de Galicia, el de las lamas que protegen el edificio de cristal son de Sevilla y las mamparas de oficina, de Navarra.

De los tres proyectos finalistas (de España o Reino Unido) en la Fundación escogieron el vuestro “por la estética o la integración con el medioambiente” ¿Qué tiene de especial?

Estela: Es un proyecto singular, se sale de las clásicas soluciones constructivas. Por ejemplo, el aislamiento del edifico se ha llevado al exterior con un sistema de cubierta invertida. Es como si fuera un termo. Si no tienes una capa intermedia entre la parte exterior y el café, éste se enfría rápido. Con el edificio es lo mismo. Hay una cámara de aire muy ventilada que impide que la humedad de la lluvia se filtre al interior. Lo mismo pasa con el frío en invierno o el calor en verano.

Eso supone un ahorro energético

Estela: Por supuesto. Es el caso de las lamas de aluminio que protegen el edificio de cristal y que hacen de celosía. Funcionan como filtro o cortina. Están diseñadas para sacar el mayor rendimiento a la luz natural en cualquier época del año lo que supone un ahorro considerable en electricidad.

Óscar: De hecho, hemos diseñado el primer edificio sostenible en Palestina, registrado con el código de sostenibilidad de acuerdo a los criterios internacionales que exigen, por ejemplo, iluminación natural y ahorro energético. Todo está centralizado con sensores de temperatura, control lumínico, etc. Cuando da el sol, las lamas-cortina se bajan y, si sube la temperatura, se abren las cubiertas. Es un sistema mixto de acondicionamiento y ventilación natural.

Como arquitectos españoles ¿qué os ha sorprendido de la construcción en Palestina?

Estela: Las fachadas de piedra. Somos del sur, de la arquitectura blanca, del enfoscado, de la pared encalada. Aquí no se enfosca porque todo es de piedra y cuando no, de hormigón. Otra cosa por ejemplo es que no hay ladrillos porque apenas hay arcilla, a diferencia de Andalucía. Allí los terrenos no son tan resistentes como en Palestina. Digamos que venimos de una zona con mal terreno y buenos ladrillos a otra donde el terreno sí es bueno, pero donde no hay ladrillos.

Óscar: También es interesante la forma de construir. En España haces primero el esqueleto del edificio, los pilares y los forjados y luego cierras con la fachada. Terminado esto añades los acabados. Aquí no. Aquí levantan la estructura, la fachada y los acabados a la vez, lo van haciendo desde el interior. Lo veíamos en una mezquita que estaban construyendo al lado de nuestra casa.

Estela: Eso tiene una ventaja. ¡Aún no hemos visto que se caiga una sola piedra de ninguna fachada! En cambio, el aislamiento es peor porque va hormigonada con las paredes. Al construir así no ponen cámara de aire y eso se nota en la climatización. Las viviendas están bastante peor aisladas.

¿Y qué diríais que les ha sorprendido a ellos de vosotros?

Estela: Diría que nuestra capacidad técnica. Aquí trabajan con el sistema norteamericano, es decir, la persona que coordina es el ingeniero civil y el arquitecto es una pieza más del equipo como pueda serlo el ingeniero eléctrico o el de estructura. En España la formación técnica es mucho mayor que en otros sitios y es el arquitecto el que lo centraliza todo.

¿Ha notado alguna dificultad por el hecho de ser mujer?

Estela: Creo que el hecho de ser extranjera ayudaba. En Palestina cuando una mujer llega a una posición de poder, en cualquier ámbito, es respetada, pero como en tantos lugares, llegar les cuesta muchísimo más. Para ellos una mujer arquitecta es básicamente una decoradora o una diseñadora de interiores. En ese sentido sí creo que les ha sorprendido la capacidad técnica que tenía.

¿Y qué hay de las normas de seguridad en la obra? ¿Han tenido algún incidente grave?

Estela: Grave no y diré que nuestra obra ha sido la más segura de Ramala porque todos los obreros estaban asegurados. Sin embargo, para los estándares europeos hay enormes carencias. Los trabajadores no están acostumbrados a usar casco, botas o arneses. Recuerdo el primer año que llegamos. Era Ramadán y estábamos en fase de cimentación. Finales de junio, 35 grados, la gente sin beber –el 99% de los obreros eran musulmanes– y les veías subidos a los andamios como si nada. A mí se me abrían las carnes, pero ellos seguían sus preceptos a rajatabla.

Óscar: Y hay que hablar de los andamios. En España cuando tienes bordes abiertos porque estás aún con la estructura del edificio, hay unas sistemas de protección prefabricados que se montan muy rápido. En los bordes clavas unos tubos de acero y ahí pones las barandillas. Aquí las fabrican de forma artesanal, con maderas y lo van haciendo poco a poco. No te da la misma tranquilidad, claro…

¿Dirían que la realidad en la que viven los palestinos cambia su percepción del riesgo?

Estela: No sé si su percepción del riesgo, pero sí tienen otra idea de temporalidad, más cortoplacista por las circunstancias en las que viven. En nuestro caso cada día sentíamos que estábamos construyendo algo con vista a futuro, algo que iba a durar. Ellos no, porque mucha gente no ve futuro. Para ellos lo más importante es la familia y es totalmente comprensible porque les afecta directamente la ocupación, los constantes controles de entrada y salida en sus casas de Cisjordania para ir a trabajar, la presencia militar israelí en sus pueblos, todo lo que la ocupación conlleva…

Óscar: Aunque sea imposible de comparar, a nosotros, como residentes en Ramala, también nos afectaba. Por ejemplo, a la hora de ir a Jerusalén te lo pensabas dos veces no solo por el tráfico, que suele ser muy caótico, sino por el checkpoint de Qalandia (el principal puesto militar israelí entre el norte de Cisjordania y Jerusalén) Cada vez que tenías que cruzarlo no sabías si te llevaría 40 minutos o dos horas.

¿Con qué se quedán de la ciudad?

Oscar: Diría que la comida y el clima son buenos, lo multicultural de la ciudad, pero sin duda destacaría la hospitalidad de los palestinos. Son incontables las veces que muchos trabajadores nos han invitado a sus casas, a conocer a sus familias. Cuando ibas por la obra daba igual lo que estuvieran bebiendo o comiendo, siempre te iban a ofrecer. Es gente cariñosa. Nosotros nos hemos sentimos muy bienvenidos.

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