Un crematorio móvil, propuesta en Bolivia ante el colapso de los servicios funerarios por COVID-19
Mientras la creciente ola de casos de COVID-19 en toda América Latina pone en jaque la capacidad de cementerios y salas funerarias, unos ingenieros bolivianos han paseado por La Paz una idea tan pragmática como macabra: un crematorio móvil. Este horno de cinco metros por dos metros y medio es lo suficientemente pequeño para caber sobre un remolque, utiliza gas licuado del petróleo (GLP) de producción local, y se ofrece como una opción barata para las familias que no pueden pagar un servicio funerario.
Martín Fabri, director de empresas públicas de la Alcaldía de La Paz, asegura que el Ayuntamiento está planteándose adquirir el crematorio portátil. “Podría ser útil, siempre y cuando cumpla con los estándares medioambientales, de calidad y de seguridad”.
El principal cementerio de la ciudad ha llevado a cabo en julio más de 2.000 entierros y cremaciones, un número altísimo si se lo compara con el promedio mensual normal de 500. “Estamos recibiendo unos 80 cuerpos por día, cuando antes eran 10 o 12”, asegura Fabri. Solo la mitad de los cuerpos están marcados como casos certificados o sospechosos de COVID-19, pero él cree que el coronavirus ha sido la causa de muerte de la mayoría de los casos. “No existe otra explicación posible para el aumento de fallecimientos”.
Tres botes de GLP pueden incinerar un cuerpo en 30 o 40 minutos, afirmó el inventor del crematorio móvil, Carlos Ayo, un ingeniero medioambiental que asegura que ha diseñado este sistema para ayudar a su país en medio de la crisis que atraviesa. “Queríamos ayudar, por lo que está pasando por la pandemia, y una posibilidad era mostrar cómo se fabrica un horno crematorio”, dijo Ayo en una entrevista telefónica. “Entonces nos preguntamos: ¿no sería mejor que el horno fuera móvil y así poder llevarlo de un sitio a otro?”.
Ayo dijo que ha recibido pedidos de diferentes municipios de Bolivia donde las autoridades luchan por hacer frente al creciente número de fallecimientos. En Bolivia, solamente hay crematorios en las grandes ciudades, e incluso en esos sitios, los bolivianos a menudo no pueden pagar la tasa de cremación.
Una incineración con el crematorio móvil costaría unos 280 bolivianos (34 euros), afirmó Ayo, lo cual es una fracción del precio que cobran los crematorios tradicionales, que puede llegar a 1.000 bolivianos (122 euros). Como cada cremación lleva unos 40 minutos, el crematorio móvil podría incinerar hasta 20 cuerpos en un día, calcula su inventor.
Bolivia es uno de los países más pobres de América del Sur, y a medida que han subido los casos de coronavirus, su precario sistema sanitario y su infraestructura funeraria se han visto desbordados rápidamente. En algunos pueblos, las familias han relatado que guardan los ataúdes en las casas durante días, y se han encontrado cuerpos tirados en las calles. Ante la enorme cantidad de fallecimientos, el Ministerio de Salud ha promulgado una ley que permite que se entierren los cuerpos, aunque los protocolos de bioseguridad estipulan que las personas fallecidas por COVID-19 o sospechadas de haber contraído la enfermedad deben ser incineradas.
Traducido por Lucía Balducci.
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