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La crisis demográfica que amenaza a Alemania

Farolas colocadas en la antigua ruta que cubría el muro de Berlín./ Efe

Salvador Martínez Mas

Pese a que el país de la canciller Angela Merkel parece estar lejos de sufrir dificultades parecidas a las de los países más afectados por la crisis económica, lo cierto es que, a medio plazo, Alemania tiene que lidiar con otras amenazas. En concreto, las que se presentan por una evolución demográfica adversa. Según estimaciones oficiales, el país podría perder entre 7 y 13 millones de personas de aquí a 2060. Esa caída de la población germana, que según datos del último censo alcanza los 80,2 millones de individuos, “es inevitable”.

Así lo recordó esta semana en sus últimos cálculos la Oficina Federal de Estadística de Alemania (Destatis, según su acrónimo). “A largo plazo, la caída de la población en Alemania es inevitable, señalaba en un comunicado del organismo oficial. ”El número de fallecimientos seguirá siendo mayor que el número de nacimientos“, se añadía desde Destatis, donde también han apuntado que ”el balance positivo entre la inmigración recibida y la emigración no podrá salvar diferencias“.

Este tipo de constataciones contribuyen a consolidar la imagen de Alemania como una “República vieja”, según los términos habituales con los que los medios de comunicación describen al país al tratar su demografía. En el futuro, “seremos menos y más viejos”, ha podido leerse, por ejemplo, en la revista mensual conservadora Cicero. El envejecimiento de la población alemana resulta especialmente observable en el este del país, en lo que otrora fue la República Democrática de Alemania.

Según datos del pasado otoño elaborados por la página web especializada en estadística Statista, Länder alemanes del este, como Brandeburgo, Turingia o Sajonia, han visto en los últimos tres lustros cómo prácticamente se ha duplicado su población mayor de 65 años. En 1990, el 12% de la población de Brandeburgo era mayor de 65 años. El porcentaje ahora es del 22%. El Land con mayor proporción de población con edad superior a los 65 años es Sajonia. Allí uno de cada cuatro habitantes supera esa edad. En 1990, ese colectivo sajón representaba el 15% de la población.

En el Gobierno alemán esta problemática tendencia demográfica empezó a preocupar hará una década. Pero, de momento, no se han dado con medidas que contrarresten el envejecimiento del país. De hecho, desde Destatis apuntan que, en 2013, hubo en Alemania 689.000 nacimientos al tiempo que se registraban 893.000 muertes.

Por otra parte, ronda el 40% el porcentaje de mujeres alemanas en edad fértil que responden un “mejor esperar” cuando se les pregunta qué piensan de la idea de tener niños. Lo habitual es priorizar la carrera profesional. Tampoco ayuda a cambiar esta circunstancia el desigual reparto de tareas domésticas en las parejas alemanas. Por ejemplo, según se ha apuntado en un reciente estudio del Centro para las Ciencias Sociales de Berlín (WZB, por sus siglas en alemán), el 90% de las germanas dicen hacer la mayoría de las coladas ellas solas. En este contexto, las alemanas tienen, de media, 1,4 niños. Ese dato está muy lejos de la fecundidad de remplazo, el mínimo necesario para que una población no disminuya. Ésta suele cifrarse, como promedio, en 2,1 hijos por mujer.

De resultas, la demografía no es de esos indicadores que hagan pensar que, a mediados de siglo, Alemania siga teniendo tanta relevancia en la escena europea. De aquí a un par de décadas, Francia, donde la población está creciendo gracias a la inmigración y a una natalidad que ronda la fecundidad de remplazo, contará cerca de ochenta millones de habitantes, según algunas estimaciones. La situación demográfica alemana también tiene por qué preocupar desde una perspectiva económica. Así lo ha llegado a recalcar recientemente el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann. Para el máximo responsable del banco central germano, “la respuesta política al desafío demográfico será decisiva para determinar si la economía alemana puede mantener su posición de liderazgo”.

Ahora bien, la economía alemana ya echa en falta a trabajadores cualificados que no puede encontrar entre sus habitantes. En sectores como la ingeniería mecánica, el desarrollo de softwares o la medicina, donde se buscan doctores o especialistas de los cuidados geriátricos, “las empresas tienen muchas dificultades para encontrar a los candidatos ideales”, según ha reconocido Frank-Jürgen Weise, el presidente de la Agencia Federal de Empleo de Alemania. Esta situación tiene un elevado coste económico. Según los cálculos del Instituto Económico de Colonia (oeste alemán), esta carencia de mano de obra cuesta a Alemania unos 22.000 millones de euros anuales.

Desde la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) han advertido a Alemania de que “la prosperidad” del país “depende considerablemente de si logra permanecer como país competitivo pese al envejecimiento de su población”, según los términos de Yves Leterne, secretario general adjunto de la institución con sede en París. En vista de que el país cada vez tiene menos niños, la respuesta inmediata pasa por la inmigración. “Ni las compañías ni la financiación de los sistemas de protección social sobrevivirán sin la inmigración”, ha señalado al respecto Reiner Klingholz, investigador del Instituto de Berlín para la Población y el Desarrollo. Según sus cuentas, de aquí a 2030, las personas que vayan a jubilarse serán el doble de los jóvenes que entren en el mercado laboral teutón.

No obstante, tampoco resulta fácil para los actores económicos germanos echar mano de la inmigración. Porque “las empresas alemanas son reacias a emplear trabajadores extranjeros”, “el sistema de inmigración alemán se percibe, dentro y fuera del país, como algo de difícil acceso” y, entre otras cosas, la lengua alemana representa un considerable “obstáculo” pues, “para muchas compañías, un buen conocimiento del alemán es el criterio más importante para dar trabajo”, según se expuso desde la OCDE en la presentación de su informe Recruiting immigrant workers: Germany, elaborado en 2013.

Desde entonces, el Gobierno alemán podría haber actuado en la materia. “Pero en política socioeconómica Angela Merkel ha elegido jugar la carta populista”, dice en declaraciones a eldiario.es Judy Dempsey, investigadora del Carnegie Europe, un centro de estudios con sede en Bruselas dedicado al 'Viejo Continente'. Esta experta alude así a las reformas lanzadas el año pasado por el Gobierno de gran coalición que lidera Merkel y entre las que se incluye una rebaja de la edad de jubilación, haciéndola posible en algunos casos a los 63 años. “Después de haberse dicho desde Berlín a los países del sur de Europa que había que jubilarse a los 68, 67 ó 65 años, Alemania ha hecho lo contrario”, algo que prueba que “Alemania no se está preocupando por la cuestión demográfica”, concluye Dempsey.

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