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Los efectos de la guerra de Ucrania llegan hasta América Latina

Una cola de ciudadanos saliendo de Kiev este jueves.

María García Arenales

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Más de 10.000 kilómetros separan a Ucrania de América Latina. Las trincheras, los bombardeos y el éxodo masivo de ciudadanos ucranianos que ha provocado la invasión rusa quedan muy lejos de esta región, pero los efectos de esta guerra también se empiezan a notar al otro lado del charco.

A nivel económico, la guerra ha sacudido los mercados de materias primas de todo el mundo y ha provocado nuevos atascos en las ya frágiles cadenas de suministro. Rusia y Ucrania son grandes exportadores de gas, petróleo, metales y granos como el trigo o el maíz, cuyos precios se han disparado a raíz de las fuertes sanciones de Occidente contra Moscú. Así, pese a la distancia, este conflicto también daña los bolsillos de la población latinoamericana.

“La guerra en Ucrania afecta a las perspectivas de crecimiento y a la volatilidad de los países de la región, que ya estaban gravemente afectados por la pandemia. La subida de productos energéticos y de cereales afecta a los precios de los productos básicos de los grupos más vulnerables de Latinoamérica”, dice a elDiario.es Beata Wojna, profesora de Relaciones Internacionales en el Tecnológico de Monterrey, México.

Sin embargo, ese efecto económico también se puede traducir en “ciertas oportunidades de mayor ingreso” para los países de la región que tienen productos similares a los que exporta Rusia y que ahora no está pudiendo vender, según explica la internacionalista Mayte Dongo Sueiro, profesora de la Pontificia Universidad Católica de Perú e integrante de la Red de Politólogas.

“Los mercados donde no llegan los productos rusos –a Estados Unidos y territorio europeo– suponen una oportunidad para que los latinoamericanos pueden vender sus productos. Es cierto que hay una cuestión de distancia y precios, pero ocurre lo mismo con EEUU queriendo exportar productos a la Unión Europea: al final prefieres tenerlos, aunque sean más caros”, añade Sueiro, quien recuerda que, durante la Primera y Segunda Guerra Mundial, América Latina se benefició al exportar productos que escaseaban en el viejo continente.

Brasil, uno de los mayores productores de alimentos del mundo, importa más del 80% de los fertilizantes que usa, y de esa cantidad un 20% proviene de Rusia. Dada la actual situación, sostiene Sueiro, ahora se puede abrir una oportunidad para Bolivia, ya que el país produce ese tipo de fertilizantes.

Sanciones inéditas contra Rusia

Por otro lado, al menos durante este año, también “cabe esperar que se produzca un descenso de la cooperación entre Rusia y América Latina”, indica a este medio la analista política Alexandra Sitenko, pues las duras sanciones de Occidente a Moscú van a afectar, sobre todo a largo plazo, al país euroasiático. Esas sanciones incluyen la congelación de los activos de Putin en el extranjero, la exclusión de varios bancos rusos del sistema de pagos internacionales SWIFT y vetos contra oligarcas y sus propiedades.

“Rusia ha sido objeto de sanciones cuyo alcance no tiene precedentes y amenazan el aislamiento económico internacional de Rusia. Esto agrava también sus relaciones comerciales con Latinoamérica”, explica Sitenko, especializada en política exterior rusa y relaciones con América Latina.

El hecho de que Moscú tenga además bloqueada casi la mitad de las reservas de oro y divisas de su Banco Central –unos 300.000 millones de dólares de un total de 640.000, según dijo el ministro ruso de Finanzas– “también dificultará el comercio con otros países que se realiza en divisas”, añade la analista.

¿Cómo son las relaciones entre Rusia y América Latina?

Tras el colapso de la Unión Soviética en 1991, la presencia rusa en la región se redujo notablemente, pero a partir de 2000, cuando Putin llegó al poder, Moscú inició un retorno gradual a Latinoamérica con el objetivo de ganar un mayor protagonismo como potencia global.

A lo largo de las últimas dos décadas Rusia ha fortalecido su presencia en la región a través de asociaciones estratégicas tanto con sus aliados históricos -Cuba, Nicaragua y Venezuela- como con Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador o México. Esas relaciones no solo han tenido un componente político-diplomático, “sino también económico, técnico-militar y científico-cultural”, recuerda Sitenko.

El país euroasiático también ha intensificado esa presencia en América Latina a través de los medios de comunicación financiados por el Kremlin: el canal Rusia Today (RT) y la agencia de noticias Sputnik, ambos con redacciones y corresponsales en diferentes países de la región.

En ese sentido, Wojna asegura que la propaganda rusa está creciendo en América Latina y que “también intenta ganar espacio ahora con la guerra”. Se trata de “la misma estrategia que en Europa, pero con mensajes ajustados al contexto regional y local, ya que la lógica de la propaganda rusa en América Latina es aprovechar el antiamericanismo que existe en la región y la simpatía hacia la Unión Soviética que aún sigue existiendo”.

La Sputnik

Durante la pandemia Moscú también supo aprovechar la oportunidad de enviar su vacuna Sputnik V a varios países de América Latina, que o bien no podían permitirse las de los laboratorios occidentales o no podían esperar durante meses para acceder a ellas.

La Sputnik V fue la primera vacuna en ser registrada en el mundo. Con ella, Moscú se colocaba al frente de la carrera para lograr una vacuna contra la COVID y, de paso, expandía su poder blando en la región.

Pero a pesar de las históricas conexiones de Rusia con varios países de América Latina desde la Guerra Fría, del sentimiento anti-estadounidense aún presente y las asociaciones estratégicas con diferentes países en los últimos años, la presencia de Moscú en la región sigue siendo débil.

“Rusia tiene el objetivo de aumentar su poder frente a la fuerte influencia histórica de Estados Unidos en la región y utiliza a sus aliados en América Latina para mostrarse cada vez más importante, pero tiene sus límites”, dice Sueiro ya que, a pesar de su importante capacidad militar, “su economía no es tan fuerte y no supone un contrapeso económico real para EEUU en la región”.

El país que sí es un contrapeso en términos económicos es China, que es ya uno de los principales inversores y compradores de materias primas en Latinoamérica. El gigante asiático y EEUU son los socios comerciales de mayor importancia para la región.

Por su parte, los países latinoamericanos buscan en Rusia apoyos alternativos a Estados Unidos y, en opinión de Wojna, “Moscú ha sabido leer muy bien ese mapa político y promover ese tipo de relaciones, pese a que ya no es un país comunista”, de hecho, “hace lo mismo en Europa, pero con la extrema derecha”, aclara la experta. “Rusia ha sabido apretar botones distintos en diferentes partes del mundo. En el caso de Europa ha sido el botón de extrema derecha y en el de América Latina el botón de izquierda y sobre esta base ha construido su acercamiento, su política hacia la región o los grupos más concretos dentro de esos países”.

La respuesta de América Latina a la guerra de Putin

La invasión rusa en Ucrania ha generado un rechazo generalizado en América Latina. Así se reflejó al menos en la votación sobre el conflicto en la Asamblea General de Naciones Unidas el pasado 2 de marzo, donde ningún país latinoamericano apoyó la posición rusa.

Bolivia, Cuba, El Salvador y Nicaragua se abstuvieron, mientras que Venezuela no participó por estar atrasado en sus pagos de cuotas al organismo internacional. El resto de la región condenó la invasión de Rusia a Ucrania, incluyendo los países más grandes: Argentina, Brasil y México, que mantienen fuertes lazos comerciales con Moscú y buena relación con Putin –los presidentes Alberto Fernández y Jair Bolsonaro visitaron incluso la capital rusa recientemente, en plena escalada de la crisis ucraniana–.

Las posiciones de Cuba y Nicaragua se explican por sus lazos históricos con Moscú, mientras que Bolivia mantiene un estrecho vínculo con Rusia desde el gobierno de Evo Morales que continúa ahora con el actual Ejecutivo de Luis Arce, pues ambos países han desarrollado acuerdos en materia energética, militar y de salud.

La abstención de El Salvador “es más bien un cuestionamiento a Estados Unidos”, sostiene Sueiro, ya que el Gobierno de Nayib Bukele y la Administración de Joe Biden viven uno de los mayores distanciamientos en su historia reciente.

Quienes sí han acercado posiciones tras el estallido de la guerra han sido Venezuela y Estados Unidos, algo insólito en los últimos años. De momento se han dado algunos pasos como la liberación de dos presos estadounidenses, pero las conversaciones continúan y está por ver si Caracas volverá a exportar petróleo a Washington.

En cuanto a las sanciones contra Rusia, Sueiro considera que América Latina no tiene la fortaleza económica para imponerlas, especialmente después de la pandemia.

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