Europa escribió el libro de la demonización de los refugiados mucho antes que Trump
Se ha convertido en un artículo de fe entre los progresistas sostener que Donald Trump es el mayor enemigo de los refugiados y los musulmanes mientras que la Unión Europea, de algún modo, les ofrece un refugio seguro. Después de todo, con su “podemos hacerlo”, Angela Merkel permitió la entrada a Alemania a un millón de refugiados. De forma paralela, el veto migratorio de Trump ha cerrado de un portazo la entrada a algunas de las personas desplazadas más vulnerables del mundo.
En la mentalidad del progresista actual es el Brexit el que ha generado hostilidad contra los inmigrantes. Para ellos, la UE es un baluarte de los valores civilizados que protege a los refugiados de la amenaza de una extrema derecha resurgente.
Sin embargo, si tú fueses un inmigrante en un barco a la deriva que se aproxima a Lesbos, el trato que recibirías de Frontex, la patrulla fronteriza de la Unión Europea, no sería menos hostil que cualquier recibimiento que pudiese hacer Trump.
La semana pasada, un vídeo mostraba en Túnez a su policía fronteriza golpeando a inmigrantes asustados procedentes de otras partes del norte de África. Esta brutalidad está patrocinada por la UE. Como Libia, Marruecos, Turquía y Egipto, Túnez recibe financiación y formación de Bruselas a través de la Política Europea de Vecindad. Bajo un marco más amplio de “desarrollo” y “reformas”, los países incluidos en esta política comunitaria sirven como zona de seguridad, asegurándose que los refugiados son interceptados y forzados a darse la vuelta. O, como ocurre en el caso de Libia, encerrados y torturados en prisiones para refugiados antes de que esta gente desesperada pueda llegar a las costas de la Unión Europea.
La idea de que la Europa de Merkel y de Theresa May es más abierta a los refugiados que los Estados Unidos de Trump no está basada en hechos. El acuerdo de la Unión Europea con Turquía, criticado por agencias humanitarias, se asegura de que los refugiados que lleguen a Grecia, sin importar su punto de partida, sean enviados a Turquía. Con casi tres millones de personas, Turquía tiene actualmente la mayor población refugiada del mundo.
Este mes, Reino Unido ha abandonado su promesa de admitir a 3.000 menores refugiados no acompañados. Austria, preocupada por que la ruta de los Balcanes se convierta en una débil conexión de entrada a Europa, ha movilizado a Estados aspirantes a la UE en un proyecto de defensa de la frontera para fortificar los puntos de entrada de refugiados al 'corredor balcánico'. Algunos de estos países son Macedonia, Serbia y Kosovo. De hecho, el año pasado, la policía de Macedonia utilizó granadas de gas lacrimógeno y pistolas paralizantes contra los iraquíes y los sirios que intentaban atravesar una alambrada de cuchillas con el objetivo de entrar en el país.
Francia, por su parte, desmanteló el campo de Calais, dejando a los refugiados durmiendo a la intemperie en sus fríos bosques. La semana pasada, la policía de París colocó bloques debajo de un puente ferroviario cercano a un centro de refugiados con el objetivo de impedir que la gente durmiese ahí. Uno de ellos declaró al diario Daily Mail: “No podemos entrar en el centro, y se nos maltrata cuando intentamos dormir en sus proximidades. Las rocas son asquerosas e inhumanas”.
La Unión Europea incluso tiene vigilantes de extrema derecha cuidando sus fronteras, como el búlgaro Dinko Valev, que fue grabado atando a refugiados sirios, incluidas tres mujeres y un niño, y afirmando, según sus palabras, que venían al país “a matarnos como perros”. En otros vídeos que circulan en la red, muchas personas han acudido en masa a apoyar a los vigilantes, reivindicándose como “protectores de las mujeres y de la fe” y citando los ataques de Colonia como su principal incentivo para proteger las fronteras de la Unión Europea.
En cualquier caso, la retórica contra los refugiados y los musulmanes utilizada por los vigilantes no es una característica exclusiva de la extrema derecha. Trump expresa abiertamente la hostilidad de Estados Unidos a los musulmanes de una forma en la que ningún político europeo convencional se atrevería. Las actitudes de Trump se pueden desafiar y denunciar, pero las de Europa se ponen en práctica de una forma mucho más encubierta. El actual foco sobre Trump supone que Europa pueda seguir descontrolada.
Por ejemplo, los progresistas se llevaron las manos a la cabeza cuando Trump, al anunciar su veto migratorio, declaró que los cristianos de Siria, y no los musulmanes, serían aceptados en Estados Unidos. Sin embargo, la UE reveló prioridades similares al admitir a Georgia en el espacio Schengen, por el que los nacionales comunitarios pueden moverse sin pasaporte. Repitiendo el argumento de Trump, el vicepresidente del Parlamento Europeo argumentó que Georgia es un país cristiano y corazón de Europa. Dichas declaraciones habrían sido recibidas con incredulidad no solo por parte de los refugiados, sino también por los ciudadanos de Kosovo, que está mucho más cerca que Georgia del corazón de Europa, pero que tiene principalmente una población musulmana. Los intentos de Kosovo de entrar en la UE han sido continuamente rechazados.
Trump justifica sus drásticas medidas dibujando una imagen de una Europa infestada de refugiados musulmanes que violan a las mujeres blancas y cometen atentados terroristas. Sin embargo, fue Europa quien escribió el libro de la demonización de los refugiados musulmanes.
La semana pasada, Bild, el periódico alemán de mayor difusión, tuvo que pedir disculpas por informaciones falsas que afirmaban que refugiados habían violado a mujeres alemanas en Frankfurt. La prensa británica de la derecha también alimenta el miedo a los refugiados a diario. Se nos ha dicho que Trump es un extremista sin igual en su retórica contra los musulmanes. En realidad, la actitud draconiana de Europa contra los refugiados y los musulmanes ha ayudado al presidente estadounidense a legitimar su estrategia.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti