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De héroe a mártir: el niño soldado que fue asesinado por los talibanes

Wasil Ahmad, el niño soldado que se ha convertido en un mártir en Afganistán/ Foto: Twitter

The Guardian

Emma Graham-Harrison —

Wasil Ahmad iba camino de la escuela cuando los talibanes le dispararon a principios de esta semana en un acto de venganza contra el niño de 10 años que luchó con una milicia gubernamental en el sur de Afganistán. Su breve carrera militar y muerte brutal han puesto el foco sobre dos de los problemas más extendidos del país: los niños soldado y una guerra civil cada vez más cruenta.

“Unos le convirtieron en una celebridad y otros le asesinaron. Ambas partes ignoraron la ley y actuaron de forma ilícita”, dijo Rafiulá Baidar, portavoz de la comisión independiente afgana por los derechos humanos, en declaraciones a Associated Press. “Seguramente utilizó el arma para vengar la muerte de su padre, pero es ilegal que la policía le proclamase como héroe y revelase su identidad, especialmente a los insurgentes”.

Las organizaciones por los derechos humanos han advertido durante años de que el reclutamiento de niños es una práctica común entre los policías y el Ejército de Afganistán, aunque reclutarlos cuando están aún en la enseñanza primaria es poco habitual.

Su rostro regordete, sin rastro de barba adolescente, le convirtieron en una especie de extraña celebridad tras ayudar presuntamente a los milicianos de la provincia sureña de Uruzgan a terminar con el asedio de los talibanes.

Las imágenes de las redes sociales le muestran con un casco demasiado grande para su cabeza y aferrando firmemente un fusil automático que parece demasiado grande para él. En otra fotografía, posa vestido con un ancho uniforme de policía mientras los altos cargos cubren sus hombros con estridentes guirnaldas multicolores.

En una tercera, Wasil aparece cargando un cinturón de municiones para adultos. Ahmad tomó las armas junto a su tío Mulá Abdul Samad, un antiguo insurgente que se pasó al bando del Gobierno, después de que los talibanes matasen a su padre e hiriesen a Samad después.

El veterano caudillo manifestó que su sobrino había dirigido a decenas de hombres durante un mes mientras él se recuperaba de las heridas. El familiar afirmaba que incluso había disparado con el lanzagranadas desde el tejado a los insurgentes que les rodeaban en el distrito de Khas Uruzgan.

“Luchó como si fuera un milagro”, declaraba Samad al New York Times. Cuando levantaron el bloqueo, el grupo fue enviado a la capital de la provincia, Tirin Kot, donde Ahmad fue exhibido delante de la prensa. Esta demostración pública significaba el fin de su carrera militar, por lo menos hasta dentro de unos años. El niño regresó a la escuela y se mudó a vivir con sus parientes, que seguían elogiando su decisión y alentando su sueño de volver a la batalla.

“Se hizo un acto en la sede de la policía, donde los altos cargos hablaban de su valentía y coraje”, detalló el jefe provincial de la policía, Mohamed Karim Khadimzai, al periódico estadounidense. “Yo me opuse y aconsejé a los oficiales que le animasen a ir al colegio en lugar de que empujarle a la actividad militar, que arruinaría su futuro. Es demasiado joven para ponerle una pistola en la mano”.

Un final injusto

Ahmad iba camino al colegio cuando los talibanes le asesinaron con dos balas en la cabeza, un crimen que reivindicaron posteriormente en su página web, según Associated Press.

El presidente Ashraf Ghani ha dado órdenes estrictas contra el uso de los niños por parte del Ejército, pero su la aplicación de la orden está siendo “lenta y difícil”, según la ONG Child Soldiers International. “Existe una carencia de voluntad política para afrontar este asunto. Hay un compromiso específico del Gobierno por defenderlo pero no se están aplicando las medidas suficientes”, sentencia el director político y legal del grupo, Charu Lata Hogg.

Según un estudio presentado al Consejo de Seguridad de la ONU el pasado verano, los reclutamientos están incitados por una mezcla de patriotismo, pobreza y deber con el honor y la fidelidad. Se sospecha que uno de cada diez policías o soldados son menores de edad en ciertas zonas del sur y del este, y el numeró podría ser aún mayor en zonas sin ley.

Los talibanes también alistan a niños soldado como espías y terroristas suicidas en ataques como el de hace un año en el Instituto Cultural Francés de Kabul, durante una representación atestada de gente, que mató a dos personas.

Traducción de: Mónica Zas

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