Golpes, torturas, detenciones: el viaje de vuelta de los refugiados a su peor pesadilla
Reino Unido se está ateniendo a normativas de la UE para enviar a solicitantes de asilo provenientes de Siria y otros países de regreso a países de Europa Oriental donde han sufrido golpes, abusos y detenciones arbitrarias.
Grupos activistas y abogados que trabajan por los derechos de los migrantes afirman que el Ministerio del Interior británico aprovecha las normativas europeas para enviar a estas personas a países europeos donde sufren “brutalidad policial, detenciones y malos tratos”.
The Guardian dialogó con refugiados que fueron víctimas de agresiones en países europeos. Personas que denuncian haber sido metidas en “jaulas” en Hungría. O haber sido sometidas a torturas como el “submarino” en Rumanía. O haber sido golpeados y atados a las camas de los centros de detención en Bulgaria. Ahora podrían ser enviados de regreso a esos países. Según la llamada Convención de Dublín, los solicitantes de asilo deben realizar el pedido de acogida en el país de la UE por donde ingresaron.
En 2015, se presentaron más de 80.000 pedidos de un país europeo a otro para que recibiera a un solicitante de asilo. 3.500 de estos pedidos fueron realizados por el Reino Unido a otros países de Europa como Bulgaria, Rumanía, Italia y Hungría.
El Ministerio del Interior británico dice que tiene derecho a suponer que los otros países de la UE tratan a los refugiados correctamente.
El grupo de caridad Migrant Voice ha recogido testimonios de varios refugiados que están luchando contra su traslado desde el Reino Unido a otros países europeos. Nazek Ramadan, director de Migrant Voice, asegura que muchas de estas personas han quedado traumatizadas por el viaje y por cómo fueron tratadas luego en Reino Unido.
Temen ser arrestados
“Sabemos que hay cientos de sirios en el Reino Unido que han dejado sus huellas dactilares en otros países europeos”, señala Ramadan. “Muchos no se reportan en el Ministerio del Interior porque tienen miedo de ser arrestados y deportados lejos de sus familiares. Los que son deportados a la fuerza a menudo acaban en la indigencia.
“Son personas que sufrieron abusos en sus países de origen, algunos fueron encarcelados por los regímenes de sus países. Luego en Europa los volvieron a meter en la cárcel. Sienten que siguen viviendo en una zona de guerra, que pasan de un centro de detención a otro”.
El despacho de abogados Duncan Lewis ganó recientemente un caso clave para evitar deportaciones forzadas a Hungría por el riesgo que corren los refugiados de que desde allí los envíen de regreso a su país de origen.
El despacho también está luchando contra las deportaciones a Bulgaria, ya que la agencia de la ONU para los refugiados ha descrito las condiciones allí como “por debajo de los estándares”. Un tribunal de apelaciones fallará en noviembre sobre un caso que evalúa si Bulgaria es un país seguro para enviar de regreso a los refugiados.
La situación podría empeorar, ya que este miércoles se levantaría un veto que impide enviar refugiados de regreso a Grecia, después de una suspensión de seis años.
“Vamos a luchar contra cualquier intento de reinstaurar las deportaciones a Grecia, porque entendemos que el sistema de asilo de ese país sigue siendo deficiente y hay un alto riesgo de que esos refugiados que envían de regreso a Grecia luego sean deportados a los mismos países de los que tuvieron que huir por las persecuciones que sufrían”, asegura Krisha Prathepan, del despacho Duncan Lewis.
El Ministerio del Interior británico afirma que no tiene planes de enviar refugiados a Grecia, pero aclara que se atiene a las directivas europeas.
“No hay por el momento planes de volver a instaurar las deportaciones a Grecia, según la Convención de Dublín”, señala una portavoz, citando entre otras razones “las condiciones de recepción de ese país”. Y añade: “En abril de 2016, la Corte Suprema determinó que las deportaciones a Bulgaria bajo la Convención de Dublín no violan la Convención Europea de Derechos Humanos. Si tenemos pruebas de que hay una solicitud de asilo iniciada en Bulgaria, intentaremos transferir la gestión a ese país”.
Mohammad Nadi Ismail, 32 años, sirio
Mohammad Nadi Ismail, excapitán de la Marina siria, entró a Europa por Bulgaria y Hungría, con la intención de reunirse con su tío y su hermano, que viven en el Reino Unido.
En Bulgaria fue arrestado, golpeado y humillado. “Nos desnudaron y nos hacían hacer fila desnudos. Luego nos hicieron inclinarnos hacia delante y nos golpearon en los genitales con las porras”.
“Después de jugar a las cartas y embriagarse, nos despertaban en medio de la noche para golpearnos, patearnos con sus botas o pegarnos”, relata. Cuando fue liberado y pudo marcharse, caminó varios días hasta llegar a Hungría.
Pero en Hungría lo volvieron a detener. “Nos llevaron a un patio de un edificio donde habían cinco o seis jaulas, de poco más de 2 metros cuadrados de superficie. La mayoría eran africanos. Algunos llevaban cuatro o cinco días allí. Por suerte, a los sirios nos dejaron ir después de una noche y me marché rumbo al Reino Unido”.
En el Reino Unido, Ismail se reencontró con familiares que llevaba tres años sin ver y en seguida solicitó asilo.
Luego le llegó una carta diciendo que habían encontrado sus huellas dactilares en Bulgaria y que debían deportarlo de regreso allí. Estuvo un mes en un centro de detención. Ahora debe reportarse cada dos semanas. Tiene la esperanza de que Reino Unido le permita quedarse.
“No regresaré a Bulgaria. Todavía tengo la esperanza de poder quedarme aquí legalmente y reconstruir mi familia”.
‘Dawoud’, 34 años, iraní
Dawoud (no es su nombre real) tenía 28 años cuando huyó de Irán porque su actividad política lo convirtió en un enemigo del gobierno. Sus padres y su hermano lograron entrar al Reino Unido y obtuvieron estatus de refugiados.
Cuando en la frontera le dijeron que estaba en Rumanía, no sabía lo que eso quería decir. “Nunca había ni siquiera oído nombrar a este país”, confiesa. Lo metieron en un centro de detención donde “caía agua por las conexiones eléctricas. Con frecuencia nos electrocutamos. Los niños y las familias gritaban. Nos aterrorizaban los perros salvajes que andaban sueltos por el centro, nos atacaban y nos mordían. No nos daban comida. Teníamos que salir a un pueblo cercano a revisar la basura para encontrar algo que comer”.
Una vez escapó a los Países Bajos, pero lo enviaron de regreso.
“Me golpearon muchas veces, en diferentes partes del cuerpo. Había personas cubiertas en sangre y no les daban ninguna atención médica. Me hicieron el ‘submarino’. Pensé que me iba a morir.”
Finalmente pudo reencontrarse con sus padres y su hermano en Reino Unido. Vivió durante dos años escondido. No solicitaba asilo por miedo a que lo enviaran de regreso a Rumanía. Pero hace unos meses se reportó al Ministerio del Interior británico. Le comunicaron por medio de una carta que se le había pedido a Rumanía que lo aceptara de regreso.
Dawoud tiembla mientras habla del miedo a que lo deporten: “Cuando escucho a alguien hablar en rumano por la calle, me vuelve el trauma. Una vez me desplomé en el suelo temblando solo por escuchar a alguien hablar en rumano. Antes que volver allí, prefiero suicidarme”.
Wael al-Awadi, 36 años, sirio
Wael viajó por mar a Italia y fue detenido al llegar a Sicilia. “Nos golpearon con palos y con los puños para que registráramos nuestras huellas dactilares. Luego nos dejaron ir. No nos dieron nada, ni alojamiento. Nos dijeron: ‘Id adonde queráis’. Hay muchos sirios durmiendo en las calles”.
Cuando llegó al Reino Unido, estuvo dos meses detenido hasta que unos amigos lo ayudaron a pagar la fianza. Un año y medio después, cuando se reportó ante el Ministerio del Interior británico, lo volvieron a detener y le reservaron un vuelo a Italia.
Se negó a marcharse y un abogado consiguió liberarlo bajo fianza. Este año un tribunal resolverá su apelación. “Me fui de Siria para evitar ir preso y aquí en Europa ya me han encarcelado dos veces”, dice. “No lo entiendo. ¿Por qué no pueden mirarme con un poco de humanidad? Estoy mentalmente agotado. Mis hijos me llaman desde Siria pero ya no puedo ni hablar con ellos. Es muy doloroso”.
Este proyecto está financiado por el Centro de Periodismo Europeo a través de una beca de la Fundación Bill & Melinda Gates
Traducido por Lucía Balducci