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The Guardian en español

La revolución vegana toma impulso en China, uno de los mayores consumidores de carne del mundo

Imagen de un cartel publicitario de una marca de comida vegana en un mercado.

Crystal Reid

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La ventana de un restaurante KFC en la ciudad de Hangzhou –al este de China– muestra la imagen del famoso montón de nuggets dorados. Sin embargo, este cubo rebosante con la cara sonriente del Coronel Sanders impresa es un poco diferente. El cubo es verde y los nuggets de su interior no proceden de ningún animal.

En los últimos dos años, después del gran aumento en el consumo de carne por parte de la creciente clase media china –para la que la ingesta diaria de cerdo era un símbolo lujoso de la nueva abundancia económica– los brotes verdes de una revolución de la carne vegana han comenzado a germinar.

Si bien China aún consume el 28% de la carne del mundo, incluida la mitad del cerdo, y cuenta con un mercado cárnico valorado en 73.300 millones de euros, los sustitutos vegetarianos de la carne se están haciendo poco a poco lugar entre una nueva generación de consumidores que se siente cada vez más alarmada por crisis como la del coronavirus o la de la fiebre porcina africana.

Las ciudades chinas más cosmopolitas son ahora sede de grupos de redes sociales, sitios web y comunidades dedicadas a estilos de vida sin carne. Por ejemplo, VegeRadar ha recopilado exhaustivos mapas de restaurantes vegetarianos y veganos en toda China. Según un informe del Good Food Institute, el mercado de productos a base de origen vegetal en el país se estimaba en unos 787 millones de euros en 2018, se prevé que crezca entre un 20 y un 25% anual.

Yun Fanwei, una estudiante de 25 años de Shanghái, es parte de esa nueva generación de vegetarianos ávidos por más opciones. “Compro esos productos de carne falsa y muchos son bastante buenos. No saben a carne, precisamente, pero es bueno probar algo diferente al tofu”, dice.

En China, el consumo de carne ha estado muy relacionado con el crecimiento económico. En los años sesenta, el ciudadano medio comía cinco kilos de carne al año. A finales de los setenta, en tiempos de la “reforma y apertura” del exlíder Deng Xiaoping, esa cifra de disparó a 20 kilos anuales por persona, y en 2015 llegó a 48 kilos.

El plan del Gobierno

En 2016, como parte de su compromiso de reducir las emisiones de carbono, el Gobierno chino diseñó un plan para reducir a la mitad el consumo de carne del país. Fue una medida radical. Hasta ahora son pocos los gobiernos que han incluido el consumo de carne en sus planes de reducción de las emisiones de carbono.

Las nuevas pautas, que piden a los ciudadanos que consuman solo entre 40 y 75 gramos de carne al día, fueron difundidos a través de una serie de anuncios de información pública en los que aparecían el actor Arnold Schwarzenegger y el director James Cameron.

Desde entonces se han tomado pocas medidas concretas, aparte de la campaña lanzada el pasado agosto por el presidente Xi Jinping llamada “Plato Limpio”, que apunta a reducir la “escandalosa y preocupante” cantidad de alimentos que va directa de las mesas chinas a la basura, calculada en un 40%. Algunos analistas han especulado que pedir a los ciudadanos chinos que coman menos carne se considera particularmente impopular.

Sin embargo, las fuentes alternativas de proteínas son consideradas un posible camino para avanzar. El año pasado, durante las “dos sesiones” anuales del parlamento chino, Sun Baoguo, miembro de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino, reclamó más inversión en carne artificial y que se regule y se promueva su consumo.

Las grandes empresas se suman

Algunas de las grandes cadenas internacionales que operan en China se han apresurado a apostar por el crecimiento de carnes alternativas. KFC ahora vende nuggets de pollo vegano, Burger King ofrece un Whopper vegetariano y Starbucks sirve pasta, ensaladas y wraps de origen vegetal de la marca Beyond Meat.

Las empresas locales también se están preparando confiando en que el apoyo del Estado llegue pronto. Consideran, entre otras cosas, que el Gobierno podría ver las proteínas alternativas como una forma de permitir que los ciudadanos continúen teniendo el “lujo” de la carne al mismo tiempo que avanzan hacia sus objetivos de reducción de carbono.

Ese optimismo ha llevado a varios competidores chinos a entrar al mercado junto a gigantes internacionales como Cargill, Unilever y Nestlé, así como las referencias en carne vegana, Impossible Foods y Beyond Meat.

OmniFoods, lanzado en Hong Kong en 2018, es uno de los proyectos regionales que compite por la cuota de mercado. La empresa ha abierto recientemente una tienda vegana multimarca y un restaurante en Shanghái. Su producto estrella, OmniPork, se vende en los McDonald’s de Hong Kong y en las cadenas Aldi, White Castle y Starbucks de todo el continente. El negocio planea este año llegar a operar en 13 países y acaba de completar el lanzamiento en Reino Unido.

El fundador de OmniFoods, David Yeung, espera que la apertura de una fábrica en China el año que viene ayude a bajar el precio de sus productos. Actualmente, las proteínas vegetales cuestan mucho más que sus homólogas cárnicas, lo cual se convierte en una importante barrera para que los consumidores chinos, muy ahorradores, hagan el cambio.

“Obviamente, minimizar la logística y los intermediarios, y generar economías de escala tendrá un gran impacto en la cadena de valor. Si reducimos estos gastos en China, creemos que podremos rebajar el precio considerablemente”, dice Yeung.

“El interés existe y China aprende rápido”

Z-Rou, una empresa con sede en Shangái, produce un sustituto de carne picada a base de plantas que ya se ofrece en los comedores de algunas de las más importantes escuelas internacionales de China, así como en hospitales y oficinas. Su director ejecutivo, Franklin Yao, apunta a los líderes de opinión y consumidores de clase media que pueden permitirse pagar por opciones más sostenibles: “Incluso estarían dispuestos a pagar más si saben que se trata de un producto más saludable que ayuda a proteger el futuro del planeta que sus hijos heredarán. Eso no tiene precio”.

Otras empresas chinas del sector son Zhenmeat, que fabrica alimentos a base de plantas para sustituir carne de ternera, de cerdo y de cangrejo, y Starfield, cuya alternativa a la carne picada a base de algas marinas ya ha sido utilizado en platos de las principales cadenas de restaurantes de China.

Yao admite que la industria aún es muy pequeña el país, pero cree que los sustitutos vegetarianos se volverán populares muy pronto. “Los consumidores chinos están buscando activamente productos más sostenibles. Si bien la mayoría de la población todavía no conecta mucho la carne con el medioambiente, el interés existe y China aprende rápido”.

Pero desenganchar a la gente de la carne puede resultar más difícil de lo que algunas empresas quisieran pensar. “He probado un plato de cerdo estofado vegetariano, pero no es lo mismo que la carne de verdad”, dice Bao Gege, un jubilado de 64 años. “El sabor, la textura, los valores nutricionales no son los mismos. No volvería a probarlo, aunque fuera más barato que la carne”.

Traducido por Lucía Balducci

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