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OPINIÓN

¿Son tus primeras Navidades solo? Déjame darte algunos consejos

Navidades.

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No soy la única a la que la pandemia ha trastocado cualquier plan de vacaciones. Sin poder viajar ni reunirnos con nadie en un espacio cerrado, muchos nos vamos a quedar en casa no contagiar a quienes queremos. Estos días, muchos de nosotros estamos tratando de encontrar la manera de reemplazar nuestros rituales de reunirnos y compartir en el que puede ser uno de los días más festivos del año, pero también uno de los más solitarios.

Estoy más preparada que la mayoría, ya que cuento con años de experiencia gestionando estas fechas desde la distancia social. No he ido a casa por Navidad desde hace más de 20 años por motivos que son complicados de explicar a la par que muy aburridos. En un ritual pulido con cuidado, he pasado muchas Navidades sola. Básicamente, me como una bandeja de huevos rellenos de la sección delicatesen del supermercado, voy al bar en el que sé que me encontraré con gente de vidas tan solitarias como la mía y bebo despacio hasta que pase la fecha escuchando historias de soledad y canciones de Elvis Presley de una máquina de discos. Este año la parte del bar no va a ser posible. De todas maneras, 2020 es el año cuando los solitarios finalmente tienen ventaja.

Normalmente somos nosotros los que nos quedamos fuera, quienes miramos hacia dentro. Vemos a esas familias felices, enmarcadas por la ventana de un salón e iluminadas por un árbol bien decorado, mientras nosotros estamos de pie en la oscuridad y el frío. Hollywood nunca filmará esa conmovedora película navideña sobre nosotros, lo inaceptable y los inaceptables. Pero ahora necesitáis sabiduría, ganada a base de pasar noches miserables. Bueno, estamos aquí para ayudar, porque ahora a muchos os toca descubrir lo que nosotros ya sabemos, aquello a lo que hemos aprendido a adaptarnos: que la semana entre Navidad y Año Nuevo es larga y oscura, una semana que requiere de una buena estrategia si quieres sobrevivir con una cierta seguridad y salud mental.

Una vez desprovista de las típicas distracciones –la presencia física de las personas que amas, las mismas historias familiares que escuchas cada año, la exasperante proximidad de los niños cautivados con un nuevo juguete, los rituales capitalistas de consumo y derroche excesivo– estas fiestas se revelan como lo que son: una carga.

En mis 20 años de experiencia, he descubierto algunas cosas, y tal vez puedan resultarte útiles una vez que la llamada por Zoom a la familia termine y vuelvas a estar solo con ese pequeño ratón que roe una caja de galletas en tu apartamento de calefacción insuficiente. Aquí van algunos consejos.

Algunos consejos

Vas a tener que aceptar algo de sentimentalismo pero controla las circunstancias para que la semana no se convierta en un valle de lágrimas. Regálate unas horas para ver una –sólo una– película navideña (personalmente suelo alternar entre Qué bello es vivir y Cita en San Luis), escucha dos –sólo dos– discos de fiestas y pasa exactamente 20 minutos sollozando incontrolablemente. Después te duchas, te lo quitas todo de encima y puedes ver algo estilo Star Trek.

No trates de trabajar más para que el tiempo pase mejor. A estas alturas estamos todos bien programados para que creer que no existimos fuera del marco neoliberal de trabajo y familia, pero intentar ponerse al día con los correos por responder no ayuda. Ninguno de tus jefes va a responder porque ellos sí pueden permitirse tener vidas propias. Enviar un correo electrónico a las nueve de la noche del día 26 no te va a hacer parecer ambicioso: al contrario, revelará a tus jefes lo profundo de tu vacío vital. No les des esa satisfacción. En lugar de eso, aprovecha esta oportunidad para aprender algo que no sirva para nada como, por ejemplo, un truco de cartas. Pero no compartas el resultado en tus redes sociales, eso es solo otra manera de trabajar.

Como explicaron Freud, Jung o Lacan, cada familia tiene una complicada red de problemas únicos que pueden consumir tu vida entera en caso de que decidas prestar atención al modo en que se relacionan. Pero intenta recordar que ninguno de los problemas de la familia –ni siquiera tu sensación de soledad y distanciamiento– es más profundo que el de los demás.

Soy alguien que envió su ADN a una empresa que lo analiza para tratar de descubrir a qué comidas podría tener alguna alergia y en su lugar le dio a la policía la última pieza de un puzle genético que necesitaba para arrestar a un primo por una serie de asesinatos a sangre fría. Sé bien que todas las familias tienen esquinas oscuras y retorcidas. Que todos tenemos dolores concretos. Así que es mejor que salgas de la farmacia en el mismo momento en que ese tipo con el que no quieres hablar comienza a contarte la historia de la muerte de su mujer hace nueve años. Tu tiempo y el suyo son igual de preciosos.

Deja que la oscuridad haga su trabajo. El sol de invierno puede tratar de evitarte, pero siempre puedes hacerte amiga de la luna. Permítete ser solo un cuerpo mimado por los carbohidratos y el vino en tetrabirk que se deja cuidar por su sofá hasta la somnolencia. Resístete a la tiranía del reloj corporativo: duerme cuando quieras, ponte Star Trek cuando te de la gana, come cuando quieras, bebe cuando quieras.

  • Jessa Crispin es columnista de The Guardian en Estados Unidos.

Traducido por Alberto Arce

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