La Complutense restaura una pintada de 1979 en honor a Emilio Martínez y José Luis Montañés, estudiantes asesinados por la Policía
Sucedió el 13 de diciembre de 1979. Exactamente casi cuatro años después de la muerte de Francisco Franco, los mismos que dura una legislatura, la Policía asesinó a balazos a dos estudiantes en Madrid. Se llamaban Emilio Martínez Menéndez y José Luis Montañés Gil, y se manifestaban en contra de la Ley de Autonomía Universitaria (LAU). A lo largo de esta cinco décadas sus familias no han recibido ningún tipo de verdad, justicia ni reparación. Hasta hoy.
El hallazgo y posterior restauración de una pintada en recuerdo de los dos estudiantes en la Facultad de Ciencias de la Información (CCINFO) de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), aparecida como un resto arqueológico a cuidar, mantener y exhibir, supone un paso más para las víctimas en esta andadura que ahora y solo ahora comienza a dignificarse.
Este viernes, la quinta planta de la citada Facultad se ha engalanado para acoger tan magno acontecimiento. La jornada ha contado con la presencia de la subdirectora general de Promoción de la Memoria Democrática, Almudena Cruz, diversas autoridades de CCINFO y activistas por la memoria que han recordado cómo era vivir, y luchar por un mundo mejor, en aquellos años sangrientos de la Transición. Todos ellos han participado en mesas redondas y la proyección del documental ‘Las armas no borrarán tu sonrisa’, dirigido por Adolfo Dufour.
Los grandes muros grises de este laberíntico enclave brutalista han tenido como visitantes a Javier Montañés y Maricarmen Martínez, ambos hermanos de los homenajeados. Maricarmen tenía 15 años en 1979. Lo recuerda todo: “Fue un horror, algo que no te podías esperar. Además, éramos víctimas poco gratas, nadie nos ayudó ni nos acompañó”, introduce algo emocionada. Se refiere a las instituciones, porque la gente se volcó con la familia. Tras conocerse la noticia del asesinato, los ramos de flores no dejaban de llegar a su casa. “No sé cómo supieron nuestra dirección, pero nos escribían hasta telegramas desde institutos y algunos christmas”, rememora a elDiario.es.
Tras el asesinato, la violencia institucional
El entierro, al que acudieron 15.000 personas que les acompañaron a la familia hasta el cementerio de Carabanchel, será una de las últimas cosas que olvidará en su vida, según sus propios términos. Les llovían los claveles rojos. Emilio Martínez tenía 20 años cuando una bala que le entró por el pecho y terminó alojada en el bazo le segó la vida. “Trabajaba para mantenerse y estudiaba química industrial en la Escuela de Ingenieros Técnicos, justo en frente de donde murió”, en la zona de Embajadores, comenta su hermana.
Por aquel entonces, seguía matriculándose de asignaturas sueltas para evitar el servicio militar, aunque esto también granjeó una mala pasada a la familia. Maricarmen asegura que tiempo después “le declararon en búsqueda y captura, y llegaron a venir a casa a por él porque no sabían que estaba muerto”.
Emilio era una persona interesada en muchas cosas. De ciencias, pero también poeta. Su curiosidad le precedía. Y cabezota, algo que tenía su lado bueno y su lado malo, asegura su hermana con cariño, quien dice de él que fue su profesor y mentor. Su militancia no estaba adscrita a ninguna organización política, aunque sí era uno de los miles de contestatarios ante el nuevo régimen que se imponía en España.
Ese 13 de diciembre de 1979 acudió, primero, a la manifestación contra la LAU de por la mañana. A la tarde secundó una nueva protesta, autorizada, esta vez junto a los trabajadores que luchaban por mejoras en un Estatuto todavía en ciernes. “Vieron llegar un Land Rover de la Policía sin material antidisturbios y se liaron a disparar fuego real. Recogieron 40 casquillos. Lo extraño es que no muriera más gente”, denuncia Maricarmen.
Ella todavía piensa que los mandos policiales, que no sufrieron ningún tipo de depuración tras la muerte del dictador, querían “dar un escarmiento”. Nadie avisó a la familia Martínez de la muerte de Emilio. “Empezó una violencia institucional que jamás imaginé”, admite la hermana del estudiante asesinado por la Policía. Todo ello pasó factura a su madre, que contrajo una depresión que nunca superó. “Ella venía de un pueblo de Asturias y tenía una visión un poco simple del mundo. No entendía cómo la Policía, que en teoría estaba para cuidarnos, había podido matar a su hijo de un balazo”, comenta.
A nivel judicial, aunque tras un excelente proceso de instrucción por parte del primer magistrado, los policías acusados de los asesinatos fueron considerados inocentes. La sentencia recogió que actuaron en defensa propia, a pesar de que el dictamen no pudo probar que Emilio y José Luis realizaran alguna acción contra los agentes. La familia Martínez consiguió una indemnización por parte del Estado en 1986 tras un proceso en lo contencioso-administrativo: 2,5 millones de pesetas. “Esto jamás será una cuestión de dinero, porque a mi hermano nadie no los puede devolver”, zanja Maricarmen.
Primero una bala en el cuello, luego impunidad
En el caso de la familia Montañés, ni siquiera tuvieron la posibilidad de que el Estado resarciera su daño de alguna forma. Javier, el hermano de José Luis, también tenía 15 años cuando sucedieron los hechos. Aunque la huella y el dolor que deja sufrir una injusticia de este calibre acompañan toda una vida, admite que actos como el de hoy dignifican la figura de tantos y tantos estudiantes y trabajadores asesinados durante la Transición. “No nos van a devolver a Jose, pero sí le podemos honrar”, asegura a este medio.
Su hermano cursaba quinto de Sociología y Ciencias Políticas en la UCM y una bala que le atravesó el cuello terminó con su vida cuando tenía 22 años. “Se pagaba sus estudios porque trabajaba como repartidor y cobrador de la agencia Marsans, en la Carrera de San Jerónimo”, incide Javier. La anécdota está ahí: el mismo día que le asesinaron, en su cartera estaba el dinero que había pagado por un billete de avión la mujer del Ministro de Educación, José Manuel Otero Novas, contra el que José Luis se manifestaba.
Javier, quien ha defendido ante los presentes que “la memoria no es venganza”, todavía recuerda cómo los días posteriores a aquel 13 de diciembre de hace ahora 46 años tampoco fueron nada fáciles: “Los medios intentaron trastocar la realidad y falsearon noticias, intoxicaron. Y la judicatura, heredada del franquismo, dejó en la calle a los asesinos”. Además, el recuerdo amargo del no apoyo por parte de ningún partido u organización política todavía sigue presente en sus palabras.
Sin embargo, la ciudadanía se volcó y las aulas ardieron. Ejemplo de ello es la pintada recuperada ahora en CCINFO. “Era una generación de jóvenes conscientes del momento que vivían, que sufrió mucho y lo expresaba como podía”, asume este integrador social, quien solo tiene palabras de agradecimiento para Cristina Mateos.
Terminar con el silencio
Mateos es la persona que ha liderado el proceso de restauración de esta pintada hallada el año pasado tras la remodelación de la quinta planta de la Facultad. Conservadas las letras originales, en ella se puede leer: “JOSÉ LUIS EMILIO NO OS OLVIDAMOS”. Además, la artista Alicia León ha realizado un mural a su alrededor que engalana el eslogan “para que los alumnos que pasen frente a él sepan que hubo antes otros estudiantes que se manifestaron por conseguir una universidad pública”, tal y como ha explicado ante la cincuentena de personas que ha acudido al acto.
“La gente va a poder ver contextualizados aquellos hechos, que es uno de los reclamos de las familias que en estos casi 50 años solo han encontrado silencio e impunidad”, añade la docente universitaria. Y lo harán por medio de este mural y la placa que a partir de hoy les recuerda y que termina con el mensaje de “verdad, justicia y reparación”. Especialmente emotivo ha sido el momento en el que los dos hermanos de las víctimas han descubierto la obra. Instantes después, los presentes han dejado más de una docena de claveles a sus pies.
La aparición de la pintada y el esfuerzo posterior por parte de Mateos han eclosionado en una ardua investigación que ha revisitado el movimiento estudiantil de la época. Gracias a su labor, han logrado localizar a sus protagonistas, quienes les comentaron la existencia de una cinta documental secuestrada por las autoridades y que se exhibió en diversas facultades de la UCM en la que aparecían numerosos testigos de los asesinatos de José Luis y Emilio, cuyos hermanos han recibido una copia de toda la documentación obtenida durante la investigación. “La cinta la grabaron dos estudiantes de CCINFO, pero tanto ellos como la cinta sigue en paradero desconocido”, advierte la misma Mateos.
Según subraya a elDiario.es, es “crucial” entender a las víctimas de la Transición como víctimas políticas que la memoria democrática debe recuperar y “sacar del silencio”. Ante dicho extremo, Mateos recalca la labor que acometen desde el Colectivo de Olvidados de la Transición, presente en la jornada de hoy de la mano de Javier Almazán, Pilar Navarro y Olga Gutiérrez.
La música ha contado con un papel predominante en las diversas actividades que ha acogido CCINFO. Los estudiantes Claudia López Marcos, Alessandra Gamboa Salas y Alejandro López Marclay, voz, teclado y guitarra respectivamente, han puesto banda sonora a estas horas tan emotivas en las que se han podido escuchar canciones como ‘Al alba’, de Luis Eduardo Aute, y ‘Me gustan los estudiantes’, de Violeta Parra.
Un momento de lucha en la universidad
En ocasiones, y aunque parezca mentira, este tipo de jornadas, restauración de la pintada e investigación posterior incluida, pueden tener lugar o no dependiendo de lo que considere una sola persona. En esta ocasión, la suerte que disfruta CCINFO con su decano actual, Ángel L. Rubio, ha propiciado la celebración de esta cita memorialista. “El mérito es de la profesora Mateos, quien supo ver que la pintada representa un momento de lucha de la universidad contra los restos del fascismo”, explica a este periódico el también profesor del grado de Periodismo.
Rubio se muestra orgulloso de esta andadura que no termina aquí, pues la investigación sobre la cinta continúa abierta. “Queremos recordar el papel de aquellos dos exalumnos de la Complutense y convertir este espacio en una especie de capilla de la lucha de la universidad contra los reductos del franquismo”, finaliza. Y, como cantaba Parra, ‘¡qué vivan los estudiantes / jardín de nuestra alegría! / Son aves que no se asustan / de animal ni policía / y no les asustan las balas / ni el ladrar de la jauría.
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