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Entrevista Autor del libro 'El toro por los cuernos. Vox, la extrema derecha europea y el voto obrero'

Fidel Oliván: “El centro neurálgico, ideológico y sociológico de Vox está en Madrid”

El sociólogo y politólogo Fidel Oliván

Laura Galaup

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En la campaña madrileña Vox trató de penetrar en barrios obreros y municipios del sur de la Comunidad de Madrid, el partido centró sus actos en esas zonas y salió a la calle el 1 de mayo para conmemorar el Día Internacional del Trabajo, un acto en el que la formación de Abascal no consiguió un gran seguimiento por parte de sus simpatizantes. Fidel Oliván, politólogo y sociólogo, coordina el libro El toro por los cuernos. Vox, la extrema derecha europea y el voto obrero (Ed. Tecnos, 2021) en el que varios investigadores analizan desde distintas perspectivas la conexión entre voto obrero y extrema derecha. 

Oliván trabaja como dinamizador juvenil en una asociación vecinal de Usera, un distrito humilde de la capital con una población multicultural y al que los de Abascal se acercaron durante la campaña, también sin éxito de convocatoria. El coordinador del libro destaca la importancia de “conocer lo que pasa en los barrios para catalogar lo macro” y valorar la penetración de la extrema derecha en las zonas obreras.

Elección tras elección, Vox anuncia su intento de capitalizar el voto obrero, aunque por ahora las urnas no le han respaldado en esa búsqueda de la lepenización (en alusión a la líder de la extrema derecha francesa, Marine Le Pen) de sus apoyos. ¿La formación de Santiago Abascal tiene alguna posibilidad de liderar el apoyo electoral en esas zonas? ¿Qué conclusiones han sacado de su investigación?

Según los datos tras el 4M, efectivamente han avanzado en los barrios obreros, pero con un 1,4% de los votos [en comparación con las autonómicas anteriores], que es una miseria. Han avanzado porque tenían que avanzar, porque están en un proceso de heterogeneización de su electorado. En el libro demostramos que Vox empezó con un electorado exclusivamente de las clases altas, pero es cierto que ha puesto en marcha varias estrategias en estas elecciones para acercarse a los barrios obreros. Después de todo este proceso electoral he visto que han gastado demasiados cartuchos, y algunos les han salido muy mal. Lo que han conseguido es mantenerse, pero no avanzar en los barrios obreros y, desde luego, no penetrar en ningún tejido social. 

La candidata autonómica de Vox, Rocío Monasterio, ha perdido más de 300.000 votos si se comparan los resultados que Santiago Abascal obtuvo el 10N en Madrid. ¿El perfil del candidato es importante para capitalizar el voto obrero? 

Abascal tiene un perfil que puede llegar a todo tipo de clases sociales, no sólo a las altísimas, como puede ocurrir con Rocío Monasterio. Creo que es complicado que Monasterio convenza a cualquier persona humilde, por sus dejes, por su apariencia y por su discurso. Hemos visto que algunos movimientos sí que se han orientado hacia el obrerismo, pero en el discurso [de Vox] hemos visto un error tras otro. 

¿Qué errores han detectado?

Se podrían haber centrado bastante más en el tema de que los ciudadanos de Madrid quieren un trabajo y exigen trabajar. En la práctica, han intentado hacer algo el día 1 de mayo [Día Internacional del Trabajo, en el que organizaron una concentración en Madrid], pero plantearlo en la zona de Conde de Casal, con esa asistencia de público y ese perfil de público, me parece 'un quiero y no puedo'.  

Han enfocado su discurso en cuatro asuntos: reducción de diputados en la Asamblea de Madrid, el tema de los menores inmigrantes a los que llaman MENA, relacionar problemas de seguridad con [el ministro del Interior, Fernando Grande] Marlaska y tratar de direccionar los fallecidos y la mala gestión al Gobierno central. El discurso de la seguridad ha sido muy poco creíble. Podrían haber hecho alianzas en este sentido con [la empresa] Desokupa. No lo han explotado. Han explotado tardíamente el tema de Hazte Oír. Les he visto un poco solos, desde el punto de vista de la base social y política de otras élites que antes sí que les apoyaban. 

¿Y el perfil de Ayuso tiene algo que ver? 

Me parece que el perfil de Ayuso ha penalizado muchísimo cualquier tipo de avance de Vox en los barrios. De hecho, [los de Abascal] han retrocedido en los barrios más ricos. Se planteaba una polarización debido a la crispación, contra Unidas Podemos y contra Vox, pero la gente ha preferido un perfil como el de Ayuso, que pienso que perfecciona el estilo de Vox sin caer en sinsentidos ni contradicciones. En el discurso de Ayuso no importa el hecho de contradecirse, es el estilo populista y está bastante afinado: desde el punto de vista de la de la promoción de la libertad y de la defensa del trabajo, entre muchísimas comillas.

Abordan en el libro la importancia del concepto de Estado del bienestar nativista que ha arraigado en otros partidos europeos de extrema derecha. ¿En qué consiste? ¿Por qué algunas formaciones han encontrado un nicho en Europa con ese concepto?

El nativismo del bienestar es una defensa del Estado del bienestar para los trabajadores o población de clase trabajadora autóctona. Eso implica, por un lado, dejar las políticas de la extrema derecha tradicionales que cargan contra el Estado del bienestar. Por otro lado, supone un programa económico que pertenecía anteriormente a la socialdemocracia o incluso a la izquierda radical, como la reindustrialización, redistribución, subir impuestos a rentas altas, la estatalización de una serie de servicios. Y, en tercer lugar, una estrategia y un discurso obrerista. 

¿Ese giro es posible en un partido como Vox? 

Diría que no, rotundamente. ¿Qué pasa? Que sí se saben el guion, ya lo hemos visto con Solidaridad [el sindicato que ha creado la formación de Abascal], pero tienen unos lastres enormes. El lastre principal es su programa económico. Es exageradamente neoliberal y, sobre todo, esta es la parte más importante, ataca frontalmente al Estado del bienestar. Tiene además otras dificultades: los propios perfiles y los propios intereses creados desde el principio del partido político. 

Al tratarse de una escisión exagerada del Partido Popular, bebe bastante de sus mitos fundacionales, entre ellos que el PP, a diferencia de muchos partidos democristianos europeos, nunca ha defendido el Estado de bienestar. En España nunca ha habido un partido de derechas que lo haya defendido, una situación que sí se ha dado en Francia, en Italia y en Alemania, donde construyeron los Estados del bienestar junto con los partidos socialistas e incluso con participación de algún sindicato y comunistas. 

Me cuesta creer muchísimo que si los líderes [de Vox] hacen giros muy llamativos hacia la defensa del Estado del bienestar y reducir las competencias de la esfera privada, no les destituyan directamente los amigos, contactos y gente que están por encima de ellos. Pienso que son gente que tiene muchas deudas con su círculo político. 

Aún así, ¿no hay posibilidad de un cambio en el futuro?

Se han querido significar muchísimo en un principio y está demostrado por la literatura especializada en el tema de extrema derecha que ese pronunciamiento pesa mucho después para cambiar la ideología. Los partidos que más se significaron en lo económico al principio después han tenido dificultades para girar o para ser creíbles en el viraje al bienestar. La principal estrategia de la extrema derecha ha sido siempre el emborronamiento en las partes económicas: hablamos un poco de esto, un poco de lo otro, un poco de esto... Pero no hay una estrategia concreta.

Esto les permite convencer al votante de un barrio depauperado y otro de una zona con alto nivel adquisitivo.

Esa es una de las principales problemáticas y fortalezas que tiene la extrema derecha en Europa, que tienen un electorado bicéfalo. Es un partido de pequeños propietarios, de pequeños empresarios. Hay muchas pymes y muchísimos autónomos en España y, por supuesto, es el primer partido en el que van a pensar porque una persona que depende exclusivamente de su trabajo, y que cree que todo se lo ha ganado por sí misma, en el momento de la crisis piensa que el problema es, uno, el Estado y, dos, los de fuera. Es complicado que esa ideología sea adquirida por un asalariado. 

Y, por otro lado, gracias a este tipo de guiños y a que el patriotismo se ha colado en sitios donde antes era más complicado que entrara, también hay un electorado obrero-trabajador. Por supuesto, no es obrero manual y cualificado. Esa bicefalia les hace ser un poco esquizofrénicos [a los partidos]. Económicamente hablando, dicen unas cosas y luego plantean otras.

¿Y qué opina de la estrategia de crear un sindicato?

He visto que [Solidaridad, el sindicato impulsado por Vox] funciona bien en redes, tiene un discurso, trata de mostrar que tiene apoyo en diferentes ramas. Si se examina la parte práctica, en [la concentración que organizaron el 1 de mayo en] Conde de Casal no había ni medio trabajador, habría alguno, pero bastante reducido. Y he revisado el programa sindical de Solidaridad, y resulta ser más un programa electoral. Son 12 puntos. Hay tres que sí tienen medidas más cercanas a los sindicatos tradicionales, como la subida del salario mínimo, algo evidente pero también gratis de decir; la reindustrialización, que me parece un poco más interesante, y la vuelta de las empresas a territorio nacional.

La parte importante del programa de Solidaridad es que es un sindicato contra el resto de sindicatos. Cuatro o cinco de sus doce medidas van en torno a controlar a los liberados sindicales y reducir su representación, conseguir que los sindicatos rechacen la financiación pública y luego plantean que también lo hagan las organizaciones patronales así como revisar el derecho a huelga. Hay otras medidas que hablan de la contratación, de la bonificación del empresario, o exponen simplemente que los ERTE tienen que ser pagados al 100% por el Estado. Para eso sí que son estatalistas.

Fue llamativo que en la concentración que cita del 1 de mayo líderes de Vox criticasen a la CEOE y directamente a su presidente, Antonio Garamendi.

En la izquierda, muchas veces consideramos a las clases propietarias como un ente monolítico, pero hay facciones dentro la burguesía nacional que a veces se pueden llevar bien y a veces se pueden llevar mal. Si resulta ser Vox un partido del pequeño y mediano empresario, tendremos un fenómeno diferente de lo que estamos acostumbrados, que es un Partido Popular o Ciudadanos que nunca ha dicho que no a la CEOE. Me parece curioso que sean capaces de independizarse de la CEOE. Muy probablemente sea una cuestión de nombres: que este no, pero otro sí. 

Otro de los asuntos que vertebran el discurso de Vox es la criminalización de la migración, como sucedió durante la campaña madrileña con el cartel que colocaron en la estación de la Puerta del Sol cargando contra los menores migrantes no acompañados. ¿Sacan rédito a ese tipo de mensajes? ¿O el único beneficio para esas formaciones es que los medios hablemos de ello y no de otra cosa?

Creo que sucede lo segundo que plantea. Creo que es un emplazamiento del mensaje, pero no un triunfo del discurso. En la crisis de refugiados que se produjo hace varios años —bastante mal gestionada por el Gobierno central— sacaron un rédito mínimo. No hubo movimientos de odio concretos en las zonas fronterizas y, por supuesto, no capitalizaron electoralmente eso, como sí pasó en Alemania con PEGIDA [Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente]. Igual llegó demasiado pronto la crisis de la inmigración, o bien no están interesados en este asunto. 

Dedican un capítulo a analizar la afinidad que tiene el votante madrileño con Vox. ¿Qué supone Madrid para Vox? ¿Por qué existe esa buena relación?

No me impresiona el triunfo de Ayuso ni la implantación aquí de Vox. Es la capital del reino y, aunque es una cuestión un poco cuñada, tiene mucho peso sociológico. La gran mayoría de emprendedores —una palabra que no me gusta—, la gran mayoría de personas que dependen del poder económico, pero también clases medias adineradas que se han ido a la periferia norte gracias a la centralidad de esta ciudad, constituyen una masa poblacional gigantesca. Por eso, da un poco igual el porcentaje de participación que exista en la Comunidad. Madrid está abocada a que siempre gobierne la derecha por una cuestión meramente sociológica. 

Tampoco me sorprende que la izquierda más moderada, a la izquierda del PSOE —Más Madrid y Unidas Podemos — compre el discurso patriótico y españolista. Por supuesto, es una consecuencia de la tradición histórica que ha tenido Castilla y Madrid como capital del reino. No quiero decir que sea muy importante, pero sí que pesa. Por lo tanto, el centro neurálgico de Vox ideológicamente está aquí, y creo que sociológicamente también. Aunque, existen varios tipos de voto a Vox: un voto muy fronterizo o prácticamente neonazi en Catalunya y País Vasco; votos más fronterizos contra el vecino como en Aragón y Valencia; o votos en contra del inmigrante —más tradicional dentro de la extrema derecha— como los de Almería, Alicante y Murcia. Y luego está un voto identitario en lo positivo: 'Soy español porque soy español', con un contenido ideológico más vacío. Creo que es lo que ocurre en las mesetas, en las Castillas y en Madrid. 

¿Vox ha tocado techo en Madrid siempre que tenga enfrente a un perfil como el de Ayuso?

Se han dejado muchísimo dinero [en la campaña] para quedarse un poquito igual que antes. En un momento en el que precisamente también tenían al 'diablo' enfrente, a Pablo Iglesias. Han tenido demasiadas cosas a su favor, pero la derecha sociológica ha preferido girarse al PP. Han adoptado esa decisión por lo positivo, no porque Ayuso sea una mejor defensa contra Iglesias, sino porque Ayuso defiende un populismo bastante ligero: libertad, defensa del ocio y que las restricciones terminen. En un escenario tan polarizado, [a Vox] le ha salido muy mal.

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