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Los madrileños, entre la incertidumbre y la fatiga tras tres cambios de medidas en 20 días: “Estamos hartos”

Rita y Lourdes, en el barrio de Usera tras la anulación por parte del TSJM del cierre de Madrid y otros siete municipios.

Sofía Pérez Mendoza

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El Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha anulado el cierre de Madrid y otros nueve municipios de la Comunidad en la víspera de uno de los puentes, el del Pilar, que más movimientos genera en la ciudad. Los madrileños asumen este nuevo giro del guion “cansados”. Salir o no ha quedado para muchos por detrás de otras urgencias y preocupaciones. En las últimas tres semanas, las restricciones a la movilidad han cambiado tres veces: primero se limitaron solo a barrios concretos, después se sumó toda la ciudad por orden del Ministerio de Sanidad y ahora, apenas cinco días después, no hay nada que límite los movimientos. Madrid supura, a la espera de que este viernes se concreten las medidas que quedan finalmente en vigor, sobre todo fatiga. Una fatiga que se esparce por las casas, los trabajos y los entornos de más de cinco millones de habitantes que no saben a qué atenerse en los próximos días. La incertidumbre afecta también a otros nueve municipios de la Comunidad cuyo cierre también se ha tumbado.

Pilar Rodríguez, ingeniera de telecomunicaciones de cuarenta años, canceló sus planes para salir de puente con su familia la semana pasada. No tiene previsto retomarlos. “No nos vamos a ir porque no me parece de sentido común”. Tanto la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso, como el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, han llamado a la responsabilidad para no partir en masa fuera de la ciudad, pese a que las medidas iniciales decretadas por la Consejería de Sanidad lo permitirían. Rodríguez lo ve una “contradicción” que se pida ahora evitar el desplazamiento tras oponerse al cierre de la ciudad. “Hay muchas en todo esto que está pasando, por todas las partes”, añade a renglón seguido. Pedro, otro madrileño sesentena, tampoco irá a su casa del pueblo. Aunque pudiera hacerlo, optará por quedarse. “Hoy es una cosa y mañana será otra. Estamos hartos”, afirma con enfado.

El fallo judicial ha sumido a Madrid de nuevo en la confusión y en la incertidumbre. Ambas reinan en la calle, donde los ciudadanos se pierden entre anuncios y contranuncios, y también en los despachos. El Ministerio de Sanidad ha emplazado a una reunión urgente al Gobierno regional para buscar alternativas tras la decisión judicial. Un encuentro que no llega, de momento, porque la Comunidad de Madrid no lo ha aceptado. El argumento es que quiere, tras pedir diálogo hace unas horas, que sus técnicos tengan perfilada la nueva orden antes de la reunión.

La Sección Octava del TSJM ha resuelto que limitar las entradas y salidas, como hace la orden de Sanidad, es una “injerencia de los poderes públicos en los derechos fundamentales” porque la medida no ha sido autorizada, como durante el estado de alarma, por el Congreso. Ahora, la posibilidad de declarar este estado excepcional para Madrid vuelve a quedar en el aire mientras Ayuso defiende mantener sus propias restricciones, basadas en el confinamiento perimetral de solo las áreas de salud más afectadas, y ya rechazadas por el Ministerio por no ser suficientemente contundentes para el nivel de contagios. “Están funcionando”, defiende la regidora.

Para Rita, trabajadora del hogar de 52 años, “el virus ya tiene bastante carga de incertidumbre como para seguir alimentándola por parte de los políticos”. Vive en el barrio de Usera, dentro de una zona básica de salud afectada por las restricciones decretadas hace tres semanas que decayeron por la orden de Sanidad ahora también anulada. “Me ha sorprendido que los tribunales hayan tirado esto y no lo que había. Por qué ratifican una orden sí y otra no”, se pregunta. Pedro se cuestiona lo mismo: “¿Por qué el confinamiento en Vallecas no atentaba contra la derechos fundamentales?”.

Los hosteleros asisten también asombrados a las idas y venidas de las medidas. “Y mira que tengo la tele puesta aquí a todas horas, pero es que por la mañana hay una cosa y por la tarde ya no. Yo no sé ya a qué atenerme”, dice David López, propietario de un bar asturiano en Arganzuela detrás de unas mamparas a lo largo de toda la barra. El bar luce vacío. El televisor tiene la voz muy alta, como de costumbre para escuchar algo entre el barullo de otros tiempos. Pero ahora no hay nadie. “Pensé que si suspenden el cierre de Madrid será bueno para el bar, pero ya no lo sé”. De las pocas certezas que deja el último fallo del TSJM es que se mantienen las restricciones a la hostelería y al comercio (reducción de aforos, prohibición de consumir en barra y cierre adelantado a las 23 horas) porque no limitan derechos fundamentales.

Entre los ciudadanos, además del cansancio, crece la “desconfianza” hacia los políticos encargados de tomar las decisiones. “Tengo la sensación de que estamos en medio de una guerra política”, asegura Cristina, que está esperando a su hijo en la puerta del colegio. Si le preguntas por las medidas, explica cómo va en el metro todas las mañanas, como haciendo un gesto de apelotonamiento entre personas. “Deben dejarse de pelear por unos votos, se lo pido por favor”, comenta Josefa Rodríguez, de 78 años. Está en la calle porque ha venido al médico, pero asegura que no sale “más que a un paseíto” cuando pueda acompañarla su hija. “Mira que yo era de pegarme a cualquiera, ahora no lo hago. No es por ganas”, relata. Josefa espera que este viernes le aclaren si puede ver a su nieto de meses, que reside en Rivas Vaciamadrid. “Pienso que aunque pueda, mi hija no querrá por precaución”, se resigna, finalmente.

Al final, piensa Rita, “muchos hemos asumido que depende de nuestra responsabilidad individual el control de esto cuando el entorno está tan divagante y tan incierto”. A José Miguel, un treinteañero que trabaja en moda, le pesa la incertidumbre. “Me está afectando bastante a nivel psicológico. Te cuentan una cosa y al día siguiente cambia”.

Si son restricciones acertadas o no, es otro debate en el que hay varias posiciones. La mayoría está de acuerdo en que sean duras, aunque el cierre de Madrid genera dudas. “No sé si eso se puede controlar bien. Creo que habría que centrarse, además en reforzar mucho la sanidad y combatir la crisis social”, dice Sheila, que iba a irse de vacaciones con su familia este lunes. Los planes estaban cancelados y no tiene cuerpo para reactivarlos. “Ya habrá tiempo”, se convence. La mayoría asegura que ya ha limitado mucho en las últimas semanas su vida social al trabajo, salir al parque con los niños si tienen y juntarse con núcleos habituales de personas. “Luego ves que en Aravaca han montado una fiesta multitudinaria y te ves a ti, que espacias ir al parque porque está lleno...”, reflexiona Pilar.

Pilar, Pedro, Rita, Sheila, Josefa, Cristina, José Miguel, David forman parte de los cinco millones de personas que tendrán que aguardar al menos hasta este viernes para desenmarañar sus dudas. Todos esperan que esta vez el enfrentamiento político no atraviese las decisiones para contener la pandemia.

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