The Sibarist, un escenario clave en la trama de 'Dolor y Gloria'
Este viernes se estrenaba “Dolor y Gloria”, la última y esperada película de Pedro Almodóvar. Una historia que, sin llegar a ser autoficción, sí que parte del cineasta manchego y de sus vivencias, como su pasión por el cine y su empeño en convertirse en director.
Una vez más Almodóvar convierte a las localizaciones en un personaje de su película y, aunque en esta ocasión gran parte de las escenas se han rodado en Paterna y Valencia, en “Dolor y Gloria” no podía faltar Madrid, una ciudad sin la que el protagonista, Salvador Mallo, no puede vivir.
El barrio de Lavapiés, la Sala Mirador, el Paseo del Pintor Rosales, un chalet en San Lorenzo de El Escorial y un escondido rincón de Chueca son algunos de los espacios madrileños que le dan forma a esta nueva historia almodovariana, la más personal de toda su filmografía.
La trama parte del presente de este director de cine de 60 años en horas bajas (interpretado por Antonio Banderas) para bucear en sucesos de su infancia que, como un rayo de luz, le devuelven los recuerdos de un pasado humilde pero feliz, donde no tenían hueco ni sus dolencias físicas ni la depresión que le obligan a tener que dejar de rodar películas.
El destino, en forma de ciclo de películas organizado por la Filmoteca Nacional, le hace volver tras los pasos de su pasado y buscar a Alberto Crespo (Asier Etxeandía), protagonista de su última película, “Sabores”, con quien no se habla desde hace más de 30 años.
Un agridulce encuentro que desencadenará otras casualidades como volver a ver a su amor de madurez (Leo Sbaraglia) o la invitación a una exposición en una pequeña galería de Chueca que le harán salir de su voluntaria soledad y sentir la necesidad de hacer una nueva película, la auténtica droga de Salvador.
Una pequeña y ficticia galería de arte de Chueca
Dentro de esta historia, hay una pequeña localización que tendrá un importante papel en la trama de “Dolor y Gloria”. Se trata de The Sibarist, un precioso invernadero situado en la calle San Lorenzo número 11 que en la ficción se convierte en una galería de arte de segunda que cambiará la vida del protagonista.
Allí Salvador encuentra una acuarela pintada sobre un saco de cemento que para él tiene un significado especial. Un retrato en el que aparece él de niño y que dibujó un albañil a quien había enseñado a leer y escribir pero que Salvador no había visto nunca hasta entonces.
Un dibujo que también encierra su propia historia escondida y que le devuelve esa imperiosa necesidad narrativa que había perdido con el paso del tiempo y la enfermedad. Es esa acuarela anónima la que lleva a Salvador a escribir El primer deseo, su nueva película y la tabla de salvación de su vida.
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