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Comerciantes y vecinos de Madrid contra las montañas de ropa en contenedores para su reciclaje: “Parece un mercadillo”

Ropa acumulada en un contenedor para su reciclaje en la calle Vallehermoso, en Chamberí.

Guillermo Hormigo

Madrid —

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“No es que la ropa se acumule, es que no la han venido a vaciar durante el verano”. Jairo Torres no se corta un pelo a la hora de arremeter contra la estampa que cada día observa desde su peluquería. La calle Vallehermoso, en el distrito de Chamberí, hace menos honor a su nombre desde que el Ayuntamiento de Madrid instaló en ella un contenedor para la recogida de ropas y calzado... del que luego se ha desentendido casi por completo.

Al menos así lo cuenta Jairo, quien habla de un olvido constante por parte de los servicios de limpieza con una clara consecuencia: “Toda persona que viene a dejar la ropa la acaba colocando fuera del contenedor, incluso en la acera. Esto parece un mercadillo”. Califica el sistema de “un desastre que no sirve para nada”. Según cuenta, cada día varias personas pasan a dejar sus prendas o a dedicar varios minutos a observar y seleccionar las que hay. “Solo falta un probador”, ironiza.

“Aquí la gente flipa”, dice sobre la reacción de sus clientes cuando ven lo que sucede en la calle, la mayoría de vecinas del barrio. Cree que “esto como imagen internacional turística se ve muy mal”. Este trabajador autónomo sostiene que “nadie ha venido a vaciar los contenedores en los últimos dos meses”.

Aunque el problema se agudiza por la deficiente recogida, el peluquero indica que también hay quien fuerza el sistema de seguridad de este tipo de contenedores, reconocibles por el dibujo de una camiseta sobreimpresionada, para acceder a las vestimentas de su interior.

Los problemas con los contenedores de ropa usada son igualmente habituales en Malasaña, donde se producen con frecuencia robos de las bolsas que los ciudadanos introducen en su interior. Los ladrones han llegado a romper la trampilla en la que se depositan las ropas destinadas al reciclaje. Incluso hay personas que se apostan frente a ellos y les piden a los vecinos que les entreguen la bolsa de ropas, en lugar de depositarla en el contenedor. A veces hasta con violencia.

Un problema después de la inversión millonaria en limpieza

Jairo recuerda que en su acera hay además un contenedor de vidrio y otro de cartón pegados, así como los cubos de basura de los distintos bloques. Pese a que la combinación acrecienta las molestias, lo más llamativo es que el servicio de recogida de estos últimos sí funciona con normalidad. El motivo de esta disparidad está en lo estipulado por el Contrato de Recogida y Transporte de Residuos en la Ciudad de Madrid que rige la ciudad desde su aprobación en octubre de 2022, con el que el Ejecutivo de José Luis Martínez-Almeida quiso atajar una de las principales preocupaciones de los madrileños.

1.369 millones del presupuesto municipal (impuestos no incluidos) hasta el año 2028, en un contrato que se une a otros cuatro para cubrir diversos aspectos sobre la limpieza en la ciudad para un montante total de 3.525.517.985,97 euros (sin IVA). Una cifra un 70,5% superior al gasto anterior que añade 1.458 millones de euros a lo que empleaba la capital en mantener sus calles libres de desperdicios, según cálculos efectuados Somos Madrid.

El acuerdo económico para la gestión de las basuras se lo reparten las compañías FCC (zona Oeste de la capital, 458 millones de euros), Valoriza-Acciona-OHL (zona Este, 440 millones) y Urbaser-Prezero (zona Sur, 335 millones). Además, se suma el lote de Contenur (nuevos contenedores, 134 millones). Es a esta última empresa a quien corresponde la gestión del espacio para reciclado de ropa y calzado en Vallehermoso, ya que fue uno de los nuevos contenedores de este tipo que llegaron a la capital. Su número se duplicó hasta alcanzar los 1.600.

Este medio ha trasladado la problemática al área de Urbanismo, Medio Ambiente y Movilidad del Ayuntamiento de Madrid que dirige Borja Carabante. Sin embargo, la delegación todavía no ha emitido una respuesta al respecto. Mientras tanto Jairo, sus clientas, los vecinos y algún que otro turista siguen “flipando” con el mercadillo improvisado.

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