Cuando el graffiti destroza un pequeño negocio local recién abierto
En Malasaña, el graffiti forma parte del paisaje diario. Desde hace años, diferentes artistas urbanos han plasmado sus creaciones sobre paredes y persianas, con mayor o menor talento. Tiene tanta presencia que muchos de sus trabajos se han convertido en clásicos del graffiti que dan identidad al barrio y cada vez son más valorados por vecinos, paseantes y comerciantes.
La convivencia entre comerciantes y los grafiteros que actúan al margen de permisos nunca ha sido fácil. Sin embargo, en los últimos tiempos han aumentado las bombas (pintadas de firmas que solo buscan el destrozo) indiscriminadas, sobre trabajos de otros artistas urbanos que admiten obras por encargo. Estas pintadas son especialmente graves cuando actúan sobre pequeños negocios, gestionados de forma familiar y que habían invertido una suma de dinero importante en la decoración de su local con la esperanza de aumentar ventas.
Este último caso es el que ha tenido lugar en la tienda de All Pop, un comercio recién abierto en el número 20 de Espíritu Santo, que vio cómo el simpático dibujo que había planeado para su entrada era saboteado solo seis días después de haber sido colocado. “Nos ha pillado por sorpresa”, dicen sus responsables en declaraciones a este periódico, “porque allí no había nada pintado antes, ya que las puertas son nuevas”.
Pisa y serás pisado, reza el clásico dicho grafitero que en este caso parece no haberse cumplido, dado que la entrada al lugar estaba sepultada por carteles publicitarios antes de su reforma. El lienzo estaba libre. Y los responsables de All Pop gastaron cientos de euros en decorarlo para promocionar su negocio de venta de palomitas aderezadas con distintos sabores. “No sabemos qué hacer ahora” -admiten sus responsables- “pero se nos quitan las ganas de volver a contratar a alguien para repintarlo”.
Un grafitero sin escrúpulos
Un grafitero sin escrúpulos
El saboteador de esta puerta es Ruso, un joven grafitero que añadió a su firma de Espíritu Santo la frase “Le joda a quien le joda”, que define un estilo indiscriminado a la hora de colocar sus letras en las calles de Malasaña o Chamberí, donde es habitual ver sus tags.
Ruso fue también quien pisó -probablemente en la misma noche en la que ejecutó la otra firma- el dibujo de los flamencos rosas que la artista británica Frankie Strand había dejado en el muro de Juan Pujol y que se había convertido en poco tiempo en uno de los más fotografiados de la zona.
bomba
En semanas anteriores, Ruso también pintó decenas de sus firmas en paredes de edificios protegidos, cierres e incluso en persianas de domicilios de Malasaña, como uno de la calle Madera (ver imagen más abajo), donde al subirse a su balcón pudo incurrir en un delito de allanamiento de morada.
La penúltima oleada de bombas contra comercios del barrio, a finales de abril, acabó con decenas de denuncias de los comerciantes en comisaría, además de varios grafiteros detenidos y procesados judicialmente, que se exponen a multas de hasta 3.000 euros por delitos contra el patrimonio.
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