Madrid, danos conflictos como el de El Patio
Una vez más, de sopetón, por sorpresa y como una bofetada de calor, en Malasaña nos hemos levantado con la policía cortando una de nuestras calles –Divino Pastor- y con un lugar menos donde pasan cosas. Se ha desalojado el Patio Maravillas.
Este mes no se celebrarán allí las actividades programadas: una festiva guerra de agua, un concierto de Alicia Ramos, un taller de porno alternativo, otro de reggaeton feminista, cine de verano… Tampoco se podrá acudir a la sala de estudio y coworking que, en apenas dos meses, habían habilitado, ni se podrán reunir los distintos colectivos sociales que se cobijaban del calor bajo su techo.
El debate acerca de la necesidad social de El Patio puede no estar cerrado –pocos lo están, siempre habrá detractores y defensores- pero, desde luego, ha propiciado una gran reflexión colectiva a lo largo de los años, que no se puede obviar cada vez que el nombre de El Patio Maravillas es noticia. Nosotros mismos, el periódico Somos Malasaña, pulsamos la opinión de los diferentes agentes sociales del barrio de Malasaña, con un balance francamente positivo, y dimos la cara por el Centro Social. El Patio ha sido, durante sus ocho años de sucesivas reencarnaciones, un ente ineludible en el paisaje social de Malasaña y de Madrid porque, aunque lo que en este medio nos ocupa en mayor medida es el barrio de Malasaña, pecaríamos de barrionalismo si no entendiéramos que El Patio se ha convertido, hace ya tiempo, en un Centro Social metropolitano, cuyo nombre es conocido en toda España y parte del extranjero.
Habiendo recorrido un rico debate llegamos al punto de preguntarnos: ¿Es mejor un Madrid con o sin Patio? Nosotros opinamos que es mejor un Madrid con muchos Patios Maravillas, no sólo porque vienen a suplir la carencia de espacios socio-culturales de la ciudad –lo que sería subsanable desde el Ayuntamiento- sino porque son escuelas de autogestión y participación. Ellos lo llamaban empoderar (herencia de la teoría feminista) mucho antes de que el palabro deviniera mainstream.
El Patio, como el resto de centros sociales okupados que motean la ciudad, nos plantea una situación de conflicto: la usurpación está tipificada dentro del código penal y la propiedad privada es uno de los pilares de las sociedades capitalistas.
Legalidad versus legitimidad
Legalidad versus legitimidad
Además del conflicto legal, existe otro conflicto social latente, que emerge a la superficie, entre otras cosas, por la misma existencia de Centros Sociales Okupados. Es un conflicto que nos pone ante el espejo para mostrarnos que hay ciudad más allá de la ciudad del orden, y que también produce valor para los ciudadanos. Un conflicto que nos obliga a matizar nuestras opiniones y a atender a la vieja dupla legalidad/legitimidad antes de abrir la boca. Es la razón por la que, tras un desalojo, lo primero que hacen los agentes del orden es quitar los lemas y carteles, disonantes, que cuelgan de las okupas.
Tenemos pues un bonito conflicto, aquel que se libra entre la convicción de muchos vecinos sobre la pertinencia de los Centros Sociales Okupados y el status quo. Un conflicto que no puede solucionarse, pensamos, a la de ordeno y mando, intentando barrer una de las realidades y obviando que El Patio nunca fue un edificio sino un grupo amplio de personas y un proyecto.
Nosotros no tenemos claras las soluciones al conflicto, pero sí hemos observado, desde la intensa labor de escrutinio a la que obliga regentar un medio híperlocal, que poner en duda la realidad imperante - los límites de lo legal y lo posible-, ha ayudado a que suba el mercurio en el termómetro de la ilusión de Madrid, al menos de 2011 a esta parte.
Desde el propio Patio Maravillas se viene planteando hace tiempo la necesidad de establecer un marco reglado de colaboración público-común, en forma de cesión municipal para la autogestión, al modo de La Tabacalera o El Campo de Cebada. Desde otros sectores del movimiento de okupación, por otro lado, entienden que esta vía desnaturaliza el conflicto motor de la okupación.
En cualquier caso, en Somos Malasaña podemos tener pocas certezas, pero no albergamos dudas acerca de que pronto habrá un nuevo Patio Maravillas. Una realidad tozuda y con respaldo social que nos impele a que miremos, como ciudad, de cara al conflicto y encontremos los necesarios consensos de convivencia.
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