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Maqueta de AZCA sobre el proyecto de Antonio Perpiñá en los años setenta

Luis de la Cruz

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El pasado martes, 2 de febrero, conocimos el proyecto ganador para la reforma de AZCA. La propuesta de los estudios Diller Scofidio + Renfro (EEUU), autores del famoso HighLine de Manhattan, promete recuperar el antiguo arroyo de la Castellana a través de un cauce alimentado por aguas pluviales, extensas praderas verdes y la oportunidad de que se celebren allí grandes proyectos al aire libre. La reforma, impulsada por un grupo de propietarios de edificios de la zona agrupados bajo el paraguas RENAZCA, trae espectaculares simulaciones fotográficas y ecos de las promesas truncadas de las vidas pasadas de AZCA: cultura y espacios para la convivencia del vecindario. ¿Será esta reforma la definitiva?

Para hacer recuento de las frustraciones en la historia del complejo financiero-comercial, debemos remontarnos a la idea misma de prolongación de la Castellana. Este viejo anhelo toma forma con la propuesta de Secundino Zuazo y Hermann Jansen para el concurso internacional para reforma del Ensanche de Madrid de 1929, que debía guiar el crecimiento de la ciudad hacia el norte. El proyecto estaba concebido con la idea europea de ciudad abierta y con espacios verdes. A Zuazo solo le dio tiempo a “poner la primera piedra”, que fue una gigantesca: los Nuevos Ministerios.

Acabada la guerra, fue un discípulo de Zuazo, Pedro Bigador, el encargado de retomar la prolongación de la Castellana, con el espíritu de su maestro, a través del Plan de 1941. La ampliación de la Castellana se concibe entonces como el espacio del nuevo Madrid franquista: no por casualidad se llamará Avenida del Generalísimo y AZCA es el acrónimo de Asociación Mixta de Compensación de la Manzana A de la Zona Comercial de la Avenida del Generalísimo.

 Uno de los cambios importantes en el trazado del Plan Bigador respecto del anterior es la aparición de una segunda avenida que, paralela a la Castellana y libre del tráfico de aquella, contuviera la mayoría de la actividad comercial. Es el origen de la calle Orense y debía articularse en torno a una gran plaza que continuara la lonja de los Nuevos Ministerios hacia el norte. Este área comercial y de disfrute ciudadano no se llevaría a cabo hasta que, de alguna manera, AZCA recogiera la idea. Eso sí, nada tiene que ver la arquitectura monumental de aires clásicos que pretendía el plan inicial -con obeliscos, capiteles y arcadas- con la solución que hoy conocemos. La idea de Bigador era “invadir lo más posible la barriada de Cuatro Caminos” para construir “una nueva agrupación de comercio y espectáculos”. Se hablaba de un palacio de exposiciones y un buen número de salas de fiestas. La propuesta de Bigador se quedó vieja antes de que la maltrecha economía española pudiera afrontar su desarrollo, aunque la prolongación de la Castellana sí se abrió al tráfico en 1949 y se hicieron algunos edificios. 

En 1954, orillando el periodo desarrollista, se convocó un concurso de ideas para la Ordenación del Centro Comercial de Madrid, que gana el arquitecto Antonio Perpiñá. Se venía a reivindicar la modernidad de la España franquista y se daba carpetazo a las ensoñaciones historicistas. Su arquitectura de ramalazos utópicos proyectaba soterrar el tráfico, edificios de estilo internacional y alturas libres sobre un gran parque urbano.

La idea de Perpiñá era llevar a AZCA el espíritu del Rockefeller Center de Nueva York, construyendo un gran palacio de la ópera que sirviera de elemento articulador de aquella pequeña ciudad, con usos comerciales, residenciales y de negocios. El teatro iba a ser operado por la Fundación March y el espacio peatonal debía recuperar el sentido original de plaza para ser alma del espacio. El Plan toma carta de naturaleza en 1965, bautizado ya como AZCA, y se presentó en sociedad con una exposición en Nuevos Ministerios, donde se agasajó a inversores y periodistas. Como sabemos, cuando AZCA comenzó a construirse en los años setenta, se descartó el palacio de la ópera (sustituido por un gran parque, al menos). La oferta cultural desapareció en el tránsito de la maqueta a la realidad.

AZCA fue siendo una realidad, poco a poco, durante la década de los setenta y principios de los ochenta, no sin retrasos ocasionados por la especulación del suelo. El complejo se convirtió rápidamente en el centro económico-financiero de Madrid pero, como suele ocurrir, sus espacios se llenaron de vida al albur del tránsito humano y no según el plan previsto por sus diseñadores. 

Encontramos noticias de sucesos al caer el sol y vaciarse las torres de oficinas desde los primeros ochenta. Entonces, los bares se llamaban Chapelet, Color, Nubes o Jigjog, pero ya se hablaba de la inseguridad de los pasadizos y recovecos de AZCA. Por otro lado, su peculiar fisonomía convocó, también desde los primeros ochenta, a los pioneros de la cultura urbana: raperos, escritores de paredes o skaters; hoy bailarines y adeptos al parkour.

Como si el incendio de la torre Windsor del 2005 anunciase el fin de una época, el Ayuntamiento de Madrid llevó a cabo un concurso de ideas para remodelar AZCA ese mismo año que quedó desierto; en 2006 se convocó un segundo concurso que se cerró sin un único ganador pero con cuatro accésit que incidían en los espacios verdes y la eliminación de soportales y pasadizos. Allí ya estaba la idea de la gran pradera verde...que vimos en imágenes simuladas pero nunca llegamos a pisar, pese a que debía haber sido la base para la remodelación del área.

Los mantos de césped volvieron a aparecer a colación de otro proyecto nonato, Salón Norte Tetuán (dentro del Plan Director para la reforma de AZCA), un corredor verde al norte del complejo que lo debía unir con la zona del Bernabeu y el Palacio de Exposiciones y Congresos. Sí se llevaron a cabo, dentro del Plan Director (2014- 2016) y pagado a medias por las empresas propietarias y el Ayuntamiento, reformas del pavimento y plazas que, junto con la remodelación de distintos edificios, han supuesto un lavado de cara del complejo.

La historia de AZCA es, como hemos visto, una sucesión de buenas intenciones abandonadas o llevadas a cabo a medias. Los capiteles al gusto de la posguerra se quedaron en el dibujo; el palacio de la ópera en la maqueta, y los mantos verdes en los renders ¿Se hará realidad esta vez el río que hemos visto impreso en el último proyecto de remodelación de AZCA? Solo el tiempo lo dirá.

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