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Prueba del Volkswagen ID.4, un eléctrico muy eficiente pero con detalles por pulir

Volkswagen ID.4.

Pedro Urteaga

La familia de vehículos eléctricos de Volkswagen, conocida por las siglas ID, no se distingue de la tradicional de combustión solo por su sistema de propulsión. Tanto el ID.3, con el que comenzó la saga, como el ID.4 que acabamos de probar y los modelos que vendrán (ID.5, ID. Buzz…) se caracterizan además por un diseño exterior e interior que en nada recuerda a los VW de toda la vida, marcado por un clasicismo elogiado y criticado a partes iguales.

En el nuevo mundo eléctrico al que se dirige la marca alemana reina una imagen moderna que, de puertas adentro, carece de la solidez que tanto se valoraba -y se valora todavía- en su gama térmica. Si es cierta la creencia de que algunos fabricantes ahorran costes en los materiales convencionales de sus coches eléctricos para poder pagar el alto precio de las baterías, que es su componente más caro, el ID.4 parece la confirmación de semejante argumento.

Dicho en otras palabras, el segundo eléctrico de Volkswagen, cuyo diseño exterior -curiosa mezcla de SUV, familiar y monovolumen- puede tener sus adeptos, parece por dentro menos coche que un Tiguan o un Passat, aunque quizá no deberíamos llamarnos a engaño a la vista de lo que nos muestran, por ejemplo, sus dos pedales: el del freno luce el símbolo de pausa de cualquier dispositivo electrónico y el del acelerador hace lo propio con el play, de modo que tal vez somos nosotros quienes debemos cambiar de chip y aceptar el nuevo paradigma que proponen modelos como este, que más que coches son ya eso que se ha dado en llamar objetos de movilidad.

Dicho esto, no se puede sino alabar el beneficio que reporta usar una plataforma específica para vehículos eléctricos, como la MEB, en lo que respecta a la libertad de los diseñadores de interiores y a la amplitud del habitáculo, aquí sencillamente extraordinaria en las plazas traseras. El maletero, con 543 litros de capacidad, también sorprende en un coche que al fin y al cabo solo mide 4,58 metros de largo.

Sentado delante, la sensación de desahogo la procura en primer lugar un salpicadero que ocupa poco espacio en su mitad inferior y deja la zona de las piernas muy despejada. También ayuda el diseño de la consola colocada entre los asientos, ya que no sobresale por encima de las banquetas, gracias entre otras cosas a que no hay palanca de freno de mano ni del cambio en esa ubicación.

El freno de estacionamiento es eléctrico y se acciona de forma automática. En cuanto al selector del cambio, consiste en un mando colocado detrás del volante que forma un todo con el cuadro de instrumentos y con el propio volante. Al regular la posición de este, movemos solidariamente tanto el panel como el selector.

Como en el ID.3, basta sentarse en el asiento del conductor y escoger una de las funciones de la transmisión automática para que el coche se ponga en movimiento, del mismo modo que no hace falta pulsar el botón de stop al detenerse. Cuando seleccionamos la P al llegar a destino, el ID.4 sabe que debe apagar el motor eléctrico y activar el freno de estacionamiento. El equipo de sonido, a su vez, se desconecta cuando el sensor correspondiente detecta que nos hemos levantado del asiento.

Autonomía real de 400 kilómetros

Hemos podido probar el modelo alemán en una de sus ediciones de lanzamiento, la 1st Max, equipada con motor de 204 CV y batería de 77 kWh, cuya autonomía oficial es de 514 kilómetros. Como suele suceder, el vehículo nos recibió con alrededor de 450 km de alcance máximo según su indicador y habiendo elegido el modo Eco. Sin contar este desfase habitual en todo eléctrico -y que depende también de otros factores, como la forma en que lo haya usado el conductor anterior-, lo cierto es que el ID.4 permite recorrer alrededor de 400 km en utilización real y sin necesidad de obsesionarse en reducir el consumo eléctrico.

Este se ha situado en nuestro caso en el entorno de los 18 kWh/100 km, cifra bastante razonable que habla más de la eficiencia del sistema de baterías empleado por el Grupo Volkswagen que de un peso contenido del vehículo, superior a los 2.100 kilos. El registro es de los que permite pensar en realizar un viaje de media distancia sin pararse a recargar, pues a velocidad de autovía o autopista la autonomía debería superar con holgura los 300 km. En el día a día, supuesto que el usuario dispone de un punto de carga en casa, la batería alcanza para utilizar el coche durante cuatro o cinco días, si no una semana, antes de enchufarlo.

De la eficiencia del ID.4, que es sin duda su faceta mejor, pasamos a una de las más mejorables, que tiene que ver precisamente con la modernidad de que hablábamos al principio. Al igual que en otros modelos, tanto térmicos como eléctricos -el ID.3, de quien las toma-, Volkswagen emplea superficies táctiles para la mayoría de los mandos. En nuestra experiencia, estos se reconocen peor al tacto que los botones tradicionales, en ocasiones directamente no responden y, en resumen, provocan que el conductor tenga que dedicar más atención de la cuenta a accionar el que desea.

En el mismo sentido, los sistemas de ayuda a la conducción siempre son bienvenidos, cómo no, pero solo cuando resultan efectivamente de ayuda. El control de crucero adaptativo, que en esta versión tiene en cuenta las señales de velocidad, permite una conducción relajada y escrupulosa en el cumplimiento de la legalidad; eso sí, siempre que el dispositivo -a nosotros nos pasó dos veces- no decida que la limitación de 40 km/h de una vía de servicio es aplicable a la calzada principal de una autovía y frene bruscamente el coche, con el consiguiente riesgo que ello implica.

Por último, el sistema multimedia, que se maneja a través de la pantalla central de 12 pulgadas (es de 10“ en otras versiones), funciona con más fluidez que en el ID.3 y en ningún momento se ha quedado colgado, cosa que sí nos ha sucedido recientemente en otros modelos del Grupo VW. Sin embargo, los menús tardan un rato en estar operativos tras encenderse la pantalla, y el tiempo de respuesta no siempre es el mismo, al menos en la unidad que hemos conducido. 

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