B-Side 2017: Vinieron por Los Planetas, se quedaron por Sidonie
El B-Side es uno de los festivales más consolidados de la oferta cultural murciana: una larga trayectoria que este año alcanzó la XIII edición y que tuvo como reclamo principal la actuación de Los Planetas. El cabeza de cartel marcó evidentemente el ecosistema.
El perfil del asistente se ajustaba a la generación que creció con el grupo, hipsters en torno a los 40 (más bien tirando para arriba) que incluso trajeron a sus hijos (¿y padres?) creando una bonita diversidad generacional que duró hasta la mitad del evento.
El público resultó una excitante fuente de información desde que comenzó la noche en el autobús que conectaba Murcia con Molina de Segura. A partir de su experiencia, la visión del B-Side tomaba una perspectiva precisa y fascinante. La opinión de los asistentes fue imprescindible para comprender y analizar lo que ocurrió ayer por la noche.
Y supongo que, a estas alturas, la mayoría sabéis ya qué opinión tiene el público sobre la noche del 09 de septiembre: el B-Side tuvo serias carencias organizativas con consecuencias prácticamente desastrosas. Si no estuviste allí para hacer las interminables colas para entrar, comer o ir al baño (entre otras cosas), solo tienes que asomarte a las redes sociales.
Dejando en pausa los problemas logísticos hasta el final de la crónica, repasamos grupo a grupo una noche de puro indie a caballo entre el fin de las vacaciones, el comienzo del curso y las fiestas de Murcia y Molina de Segura:
Los grupos
Cala Vento abrió el festival con un éxito proporcional a su posición: a pesar del desafío de ser los primeros, contaban con un público fiel y animado que agradeció la actuación pidiendo bises y coreando el nombre del grupo, que se despedía con Isla Desierta y una mágica puesta de sol.
Neuman comenzó sin saludar. El cantante mencionó con una evidente desafección el hecho de que estaba tocando en Murcia, ciudad natal de la banda. Era su primera vez en el B-Side, cuestión que también apuntó sin grandes elogios. A pesar de su música íntima e intensa (o quizás a causa de esto) no consiguió conectar con un público que estaba charlando como quien va a un bar con música en directo, y que de vez en cuando levantaba la vista para disfrutar temas como Turn it.
En tercer lugar, le llegó el turno a Los Planetas: plato principal del festival y motivo de asistencia para la mayoría del público. Comenzaron (sin saludar) con Los poetas. La pobre interacción con los fans era de esperar. No así el desilusionante set list, que se dejó en el tintero varios imprescindibles como Un buen día, Pesadilla en el Parque, Ya no me asomo a la reja y un largo etcétera. Pero lo más inesperado fue la premonitoria caída en pleno concierto de la lona publicitaria que coronaba el escenario. Los Planetas ni se inmutaron.
Naturalmente, batieron el record de aforo y una vez pasada la tormenta, buena parte del público abandonó el recinto y comenzó Monarchy, un grupo británico de alta música electrónica y puesta en escena inmaculada. Se esforzaron por mover al espectador, pero pegaban más para cerrar el festival que para hacer de puente entre Los Planetas y Sidonie a las 00:00, y se notó.
Llegó el turno de Sidonie y el efecto fue impresionante: todo el recinto se agolpó frente al escenario (por primera y última vez) bailando, cantando y saltando al ritmo de un grupo que sabía dominar perfectamente la situación. El cantante interactuaba constantemente con público y compañeros, involucrando a todos en el espectáculo: ellos se lo estaban pasando bien, y su energía se contagió a la gente eufórica y agradecido.
Finalmente, tras un amago de terminar con Carreteras Infinitas (guiñando el ojo convenientemente al “mítico J”), vuelven y Marc Ros baja a la arena a hombros de un espectador. “El peor grupo del mundo” ha dado el mejor concierto del B-Side, y se despide con Estáis aquí.
Si el fin de los Planetas había disminuido el aforo, Sidonie se terminó de llevar a la inmensa mayoría de vuelta a sus casas. Quedaron “cuatro gatos” para ver el concierto de los prometedores Alien Tango, que agradecieron el aguante asegurando que si estaban allí era por nosotros.
La música del grupo es original, divertida y se baila por si sola. Los juegos vocales del cantante hacen el resto y los que quedaron lo pasaron bien, aunque echando de menos un poco de calidez con el público. A pesar de que fueron los últimos en tocar, con su actuación dejaron claro que aspiran a ser cabezas de cartel en grandes festivales.
La organización
Poco hay que contar que no se haya dicho ya sobre la organización de un festival que dejó mal sabor de boca a todo el que asistió: para empezar, la seguridad registraba a los asistentes con demasiada exhaustividad y tuvo como consecuencia un acceso lento que dio lugar a colas interminables. Alrededor de una hora para entrar.
A pesar de que ha sido el año con menor público (alrededor de 3.000 personas) los servicios fueron notablemente escasos:
Los 20 baños habilitados en total, aunque bastante limpios, se quedaron muy cortos para los 3.000 asistentes, que empezaron a hacer sus necesidades en las vallas y gradas de un recinto que no era especialmente grande.
Los cuatro puestos de comida no daban abasto para atender a un público hambriento, enfurecido y “atrapado” en el recinto. A partir de las 00:30-01:00 la comida comenzó a escasear, y a las 03:00 de los cuatro puestos solo quedaba abierto uno.
A todo esto, se sumó el precepto incomprensible que impedía la salida y entrada de los asistentes. Y sobre el escenario, una acústica muy decente emborronada por una inexplicable manta de plástico azul sobre el césped artificial que, a partir del 2º concierto, se llenó de todo tipo de fluidos pegajosos y comenzó a desgarrase y hacerse ovillos anulando totalmente el motivo por el que estaba puesta.
El festival todavía no se ha pronunciado oficialmente, pero debería hacerlo. La mala gestión ha afectado a público, personal, artistas y colaboradores. Además de empañar la marca de uno de los eventos musicales más importantes de la Región.
Si pretenden conservar el festival de cara al año que viene, el Ayuntamiento de Molina debería estudiar los errores y evaluar objetivamente cómo ha sentado el estreno de nueva promotora. Mientras, muchos siguen esperando disculpas.