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Àngels Gimeno, escritora: “Una mujer debe hacerse a sí misma”

Àngels Gimeno

José Miguel Vilar-Bou

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En las novelas de Àngels Gimeno se mezclan la intriga, lo paranormal, lo erótico y lo social, casi siempre con Barcelona, ciudad donde nació, como escenario. Sus historias emanan el inequívoco sabor de la literatura popular, de entretenimiento, entrelazado con problemáticas reales, de actualidad. Durante décadas, fue correctora y documentalista de su marido, el también escritor Rafael Barberán, quien firmaba sus novelas de terror, ciencia ficción, bélicas o de vaqueros como Ralph Barby. Hasta la caída de la editorial Bruguera en los '80, de la casa del matrimonio barcelonés salieron mil novelas en formato bolsilibro, de las que se vendieron en los quioscos 18 millones de ejemplares. Con el declive de esta industria del entretenimiento, Àngels, que había escrito su primera novela a los diez años, se lanzó a publicar bajo su propio nombre. Entre otras cosas, es autora de seis novelas, publicadas en España y Estados Unidos. Varias de ellas han sido grabadas por la Biblioteca del Congreso (Washington), destinadas a lectores de habla hispana con problemas visuales. Una de sus obras más emblemáticas, 'La escritora fantasma', acaba de ser lanzada en formato audiolibro por Sonolibro. Pronto le seguirán más.

'La escritora fantasma' comparte con tus otras novelas el gusto por lo sobrenatural, lo inexplicable.

Intento que mis novelas sean entretenidas, pero al mismo tiempo decir algo más. Cuando hablo de un fenómeno parapsicológico siempre añado una explicación racional. Las cosas las puedes ver desde las dos perspectivas. Y aunque mis personajes se enfrentan a problemas de la vida real, sociales, también es verdad que todos vivimos circunstancias que no podemos explicar con la lógica. Yo creo que las personas tenemos facultades extrasensoriales dormidas que quizá nuestros ancestros supieron utilizar y que nosotros lo hacemos a veces, cuando suena la flauta. ¿A quién no le ha pasado pensar en un amigo al que hace años que no ves y de pronto suena el teléfono y es él? Sabemos que no es magia. No sé si será intuición o qué.

¿Qué más encontrará el lector en 'La escritora fantasma'?

He tratado de describir los entresijos del mundo editorial. Barcelona es una ciudad eminentemente editorial. Entonces, con las informaciones que te vienen de un lado y otro creas una historia que es fantasía, pero que tiene también mucho fondo de realidad.

Barcelona es escenario habitual de tus libros.

Es donde he nacido y vivido. La conozco muy bien. Aunque mis historias podrían desarrollarse en cualquier otro lugar.

Otro elemento importante de tus novelas es el erotismo.

Bueno, eso siempre va a interesar al lector… El erotismo está presente en la vida cotidiana. Surge en la existencia de cualquier persona antes o después.

Si no, mal asunto.

(ríe) Sería muy aburrido.

Llevas toda una vida escribiendo. Antes el erotismo no podía tratarse con la libertad de hoy.

Se tenían que hacer las cosas de manera muy velada. Se intuía que el protagonista venía de una escena erótica porque, por ejemplo, se estaba abrochando las botas y eso nos decía que había estado en esa habitación con esa mujer. Pero pocas explicaciones más. La escritora que más se permitió adentrarse en terrenos peligrosos fue Corín Tellado. Ella bordeaba un erotismo que hoy nos parece ingenuo, pero era lo que se podía entonces. Claro, el tiempo ha evolucionado y ahora puedes hablar con muchísima más claridad.

Corín Tellado, una figura a reivindicar.

La conocimos en Gijón, cuando era ya mayor: Una señora especial, una gran inteligencia, con un carácter fuerte… Una luchadora.

Precisamente, volviendo a tus novelas, entre tus personajes abunda ese tipo de mujeres.

Soy muy reivindicativa en ese sentido. Considero que una mujer debe hacerse a sí misma, ha de luchar por su economía y su lugar en la sociedad.

Imagino que de jovencita no era eso lo que os decían.

(Ríe) Bueno, en mis tiempos las mujeres ya empezábamos a protestar.

Trabajas mucho el mercado del audiolibro, algo que en el mundo anglosajón lleva décadas implantado, pero que en España no acaba de cuajar.

El propietario de Sonolibro pasó mucho tiempo en Inglaterra y, en efecto, vio que los audiolibros eran algo muy normal allí. Se aficionó y comprendió las grandes posibilidades del formato: Puedes oír novelas mientras conduces, o es muy útil para personas de edad que ya se cansan de leer… Son posibilidades a las que en España no se les ha sacado el jugo.

Además puedes presumir de que tus novelas se han publicado en Estados Unidos.

Primero en España y luego allí, sí. Empece con una editorial de Florida que las publicó todas del tirón, pero el sello cerró. Entonces una editorial de Miami se interesó por ellas y las reeditó. La pena es que están en español. Los propios editores se quejan de que el público hispanohablante no lee tanto como el inglés y, claro, las ventas son menores.

Lo nuestro con la lectura es igual en todas partes.

Por desgracia. Nos enorgullecemos mucho del idioma español, pero tiene pocos lectores comparado con otras lenguas.

¿Cómo trabajas a la hora de crear una novela?

Es una chispa: Te viene de repente la idea. Pero una novela tiene muchas páginas, así que el resto de ideas va surgiendo mientras estás trabajando. Es como que sueltas a los personajes y ellos solos escriben su historia.

Deduzco que eres escritora rápida.

Mi sistema de trabajo es escribir de una forma rápida, sí, porque, si no, las ideas parece que se te pueden escapar. Entonces cuando tengo el armazón, el cañamazo, vuelvo al principio y le añado detalles, pulo lo que sobra… El modo en que discurre todo es muy espontáneo.

¿Cañamazo?

El cañamazo es una trama donde se bordaba. Si no has bordado nunca, no lo conoces.

¿Cómo descubriste el placer de leer historias?

De eso puedo echarle la 'culpa' a mi abuela, que era una lectora terrible: Yo aprendí a leer de muy niña y ella, para que la dejara tranquila y tenerme entretenida, me daba novelas. Y así cogí ese vicio que ya no me he quitado de encima.

Y con sólo diez años, mientras aprendías mecanografía, escribiste tu primera novela.

Es que los ejercicios eran aburridísimos, así que iba escribiendo los capítulos casi como si fueran fascículos y los daba a leer a mis compañeras, que estaban siempre esperando a ver cómo continuaba. Era una novela policiaca.

¿Policiaca?

Sí, había leído mucho a Agatha Christie.

Hablando de eso, siempre has trabajado la literatura popular, de entretenimiento. ¿Ésta ha sido poco valorada?

En el momento en que se publicó fue poco valorada. La gente no se daba cuenta de que, gracias a la novela popular, muchas personas han aprendido a leer y que, incluso, como se exportó tanto a Latinoamérica, contribuyó a mantener el idioma. Eso sí, con el paso de los años, a estos libros se les ha ido dando valor y ahora los coleccionistas los buscan. Si te acercas a un mercado de segundo mano, las novelas de temática popular que puedas comprar han pasado tal vez por diez manos diferentes y sin embargo se siguen vendiendo, tienen su público.

Estamos hablando de los bolsilibros, que se vendían en los kioscos y en los que trabajaste junto a tu marido Rafael Barberán (Ralph Barby) durante más de dos décadas para la editorial Bruguera.

Exactamente. Me centro en el formato bolsilibro, que eran cien páginas. Las novelas que hago ahora con mi propio nombre no tienen nada que ver: Tratan de conflictos sociales, tienen otra dimensión.

Remontémonos a los comienzos. A menudo habéis contado cómo os conocisteis, en el baile de un club de ajedrez en Barcelona.

Sí, y enseguida descubrimos que teníamos los mismos vicios: Nos gustaba contar historias.

Ralph Barby cuenta que le dijiste: “Tú puedes ser escritor”.

A él no se le había ocurrido, pero ¿sabes qué pasa? Que me explicaba unas historias que, pensé, si me convencía a mí, podía convencer a los lectores.

Matrimonio joven, hicisteis una fuerte apuesta: Vivir de la escritura. Debió de ser difícil.

Era difícil, pero, dentro de lo que cabe, entonces había muchas más salidas que ahora, porque entonces la novela popular alcanzaba tiradas muy buenas, se podía vivir bien de esto. Sí fue difícil empezar: Nos rechazaron veinte originales, ni uno más ni uno menos. Pero luego vino el primer manuscrito aceptado y, cuando nos metieron en la técnica de la escritura, todo funcionó, porque la novela popular tiene una técnica muy concreta: Había una pauta de escenas de acción, de amor, de conversación… Casi como una estructura.

De vuestra casa salía una novela cada diez días, ya fuese de vaqueros, terror o ciencia ficción. En total, la friolera de mil novelas de las que se vendieron 18 millones de ejemplares. ¿Cómo era el sistema de trabajo?

Rafael imaginaba la historia y la escribía de una forma muy rápida, yo la corregía, añadía la documentación necesaria, se entregaba al editor y a los pocos días ya estaba en la calle. Esa fue nuestra dinámica de trabajo durante muchos años.

¿Cómo era aquella vida?

Pues con sus ratos dulces y sus ratos muy malos porque siempre estaban con la amenaza de que no se vendían las ediciones como el editor quería y siempre estábamos un poco en la cuerda floja, pero al final siempre se salía bien.

¿Erais conscientes de las decenas de miles de ejemplares que se vendían en América Latina?

No lo éramos. Conocíamos las tiradas de aquí, pero de Latinoamérica no. Ni tampoco las traducciones entraban en las cifras que entregaba la editorial en el momento de hacer las liquidaciones económicas.

Trabajasteis para Bruguera casi dos décadas.

Sí, con un contrato y una cantidad de originales a entregar, hasta que este tipo de publicaciones perdió su público [en los años ochenta]. Entonces no había tantas series de televisión como ahora. Ahora la historia la tienes en tu casa y la absorbes con muy poco esfuerzo.

¿Fue entonces cuando empezaste a escribir tus propias novelas?

Sí, cuando estuve libre y sin limitaciones de tiempo, que se acabó el escribir con el nombre de Ralph Barby. Pude hacer la temática que me apetecía y plantearla desde mi propio punto de vista, que puede ser bueno o malo pero es el mío.

Tendrías muchas ganas de escribir con tu propia voz.

Sí, y por otra parte me costó mucho editar porque ya sabes tú como está el mundo editorial. Por ejemplo, mis novelas en castellano las tengo traducidas al catalán y no he conseguido que se publiquen, lo que me gustaría mucho. De todas formas, estoy contenta con lo que he logrado. Me ha hecho mucha ilusión, por ejemplo, que mis libros se graben en audio. Ahora sólo me falta que hagan una película (ríe).

O serie.

Bueno, en una ocasión estuve en tratos con un productor que veía mis novelas como serie televisiva, pero este señor por desgracia se murió.

Y tras tantos años de escritura, ¿sigues sintiendo esa chispa de la que me hablabas al principio?

Sí, me lo paso muy bien. En este momento, si no me gustase escribir, no lo haría, porque no tengo ninguna urgencia, ni prisa… Es auténtico placer. Es una forma de verter en palabras denuncias, quejas, frustraciones… Un montón de cosas que las personas tenemos dentro y así no gastas en psicólogo (ríe).

Estás escribiendo ahora.

Estoy escribiendo una novela, y también relatos, un género que me gusta mucho porque en ellos puedes exponer con mucha libertad ideas que surgen de repente.

Imagino que tu marido será tu lector número uno. ¿Te hace críticas, sugerencias…?

Rafael es una persona muy inteligente, con una gran cultura y con él puedes hablar de todo. Por eso la convivencia es fácil. Nunca me ha hecho demasiadas críticas. De todas formas, en lo de las sugerencias soy un poco mala: En cuanto la novela está escrita, está escrita. Si está bien, estupendo. Y si no, alabado sea Dios.

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