Hay temas que son tan difíciles de hablar que directamente los ignoramos. El dolor, la impotencia o la complejidad que despiertan en nuestro cerebro se nos hacen insoportables. De hecho, todos sabemos lo buenos que somos ignorando temas sensibles: lo hacemos todos los días, vivimos más en una cultura del silencio y del tabú que en una de la verdad y la transparencia.
Así, cuando alguien nos pregunta cómo estamos rara vez decimos otra cosa que “bien ¿y tú?”. Son reflejos, no nos paramos mucho a pensar en ellos, pero esconden un problema mucho mayor: huimos de las conversaciones difíciles porque nos hacen sufrir. Hemos llegado a tenerle tanto miedo al sufrimiento, a hacer daño con nuestras palabras o que nos lo hagan, a los silencios incómodos, que preferimos seguir adelante haciendo caso omiso de aquello que nos molesta. Pero hay un problema con esto, y es que si hay un tema que nos hace sufrir, si hay algo que nos provoque una sensación terrible de incomodidad, significa que probablemente sea algo muy importante. Algo que precisamente merece la pena ser contado.
En inglés, estos temas ignorados suelen llamarse “elefantes en la habitación”. Es enorme, ha destrozado la mitad de los muebles y se ha cagado por todo el suelo de la casa, pero todo el mundo hace como si no estuviera ahí. Me parece difícil encontrar una métafora más adecuada.
Vale, pues hay un elefante en la habitación más grande que todos ellos. Es mamá elefante en la habitación, y si nos paramos a mirarla de cerca, es el jodido elefante más importante de todas las habitaciones. De hecho, este elefante está en una habitación común, de todos, ya se ha cagado por toda la casa, ha reventado el techo y aplastado a varios de los invitados. Y sí , este elefante es el cambio climático.
Antes de que dejes de leer, presta atención a las sensaciones de tu cuerpo cada vez que lees las palabras “cambio climático” , o “crisis ecológica” o “colapso civilizatorio”. Date un respiro, reflexiona. En mi caso, no me da miedo decirlo, es una mancha constante en mis pensamientos. Es un miedo, una impotencia terrible ante el mundo. Y es normal, nuestro cerebro no ha evolucionado para tratar con un elefante así. Es un problema difuso, con miles de causas diferentes, ultracomplejo, ubicuo y que amenaza absolutamente todo lo que conocemos. Es un cortocircuito para un cerebro diseñado para gestionar la caza menor y problemas inmediatos de la savana.
Estamos todos en esto contigo, este elefante es una putada. Así de claro.
Así que respira, abraza esa sensación, no conozco a nadie que mirando a ese elefante a los ojos no se sienta como una mierda. Y ahora, una vez lo has aceptado, vamos a decir las cosas como son: es el mayor problema que el ser humano ha tenido entre manos jamás. Puede que nuestro cerebro lo entienda mejor si lo comparamos con algo más a nuestra `escala´, algo que conocemos mejor: el cáncer.
Imagina que la humanidad va al médico y este le dice que tiene un cancer. Uno serio, tiene pocas posibilidades de sobrevivir, aunque las hay. Cada persona reacciona de manera diferente al cáncer, así que supongamos que esta humanidad en concreto no se lo cree y va a otro médico, pide una segunda opinión. Este médico no sólo confirma lo que dijo el primero, si no que además le dice a la humanidad que hace 30 años que todos saben que tiene cáncer y nadie hace mucho al respecto. La humanidad se queda de piedra. Y , como somos humanos, hace algo que algunos pacientes reales de cáncer hacen de verdad: lo niega.
El proceso de negación de nuestro cerebro es tan fuerte y tan complejo , y además no soy un experto, que no me voy a parar aquí a intentar explicarlo. Simplemente imagina (no es muy difícil) que la sensación de esa noticia es tan terrible para la humanidad, le cuesta tanto gestionarla, le quita tanto el sueño, que esta decide irse de vacaciones. Hacer como si no pasara nada.
Pues eso es exactamente lo que estamos haciendo. Nos hemos ido de vacaciones.
Nos hemos ido de vacaciones mientras el elefante en la habitación destruye absolutamente toda nuestra casa y mata uno a uno a los invitados. Mientras el cáncer nos come por dentro.
Respira de nuevo. Es horrible. Lo sé. Pero de eso precisamente te estoy hablando. ¿Cómo hemos llegado a una cultura global que ignora una problemática tan terrible?
¿Cómo es posible que nos cueste tanto hablar de estas cosas? Es algo que me fascina.
El día que diagnosticaron cáncer a mi madre fue una patada en la cara de toda la familia. Un despertar a lo bestia: vosotros vais a morir también. Pero aún así, actué como si en realidad no pasara nada hasta muy avanzado el tratamiento. Lo negué un poco, quizás no negación pero sí evité pensar mucho en ello. Hasta que una mañana, mientras mi madre hablaba con su hermana y conmigo en el salón, mi madre dijo de pronto: “Joder, es que no me quiero morir.” Y se puso a llorar.
Era la primera vez que la oía decir algo así. Algo hizo crack en mi cabeza. Era la primera vez que veía a un ser humano, alguien al que amaba, admitir su impotencia, admitir su tristeza, admitir plena y conscientemente todo lo malo que le estaba pasando. Y entendí muchas cosas.
Ese es exactamente el ejercicio que tenemos que hacer cómo humanidad. Exactamente eso. Es pararnos un día y admitir que estamos jodidos. Respirar, admitirlo, encajar el golpe, compartirlo. Hay algo increíblemente valiente en hacer lo que hizo mi madre y en hacer lo que nos estoy pidiendo que hagamos como habitantes de este planeta. Mostrarse vulnerable es un ejercicio increíble de liberación.
No tenemos por qué esconder nuestro miedo ante este elefante, no tenemos por qué fingir que no pasa nada. Todo lo contrario. Tenemos que desnudarlo, tenemos que girarnos todos hacia él y mirarlo a los ojos, estudiarlo y estudiar sobre todo lo que nos hace sentir. Y después tenemos que cagarlo a patadas de la casa.
Pero ese primer paso es imprescindible. Si no miramos el elefante a los ojos, si seguimos haciendo como si no estuviera ahí, jamás podremos deshacernos de él.
Aquí van entonces unos consejos: habla del elefante, todos los días, con todo el mundo. Menciona el cambio climático y el miedo que te genera en las conversaciones con amigos, diles que no sabes qué hacer al respecto, muéstrate vulnerable. En el trabajo, comparte noticias, busca el debate, y hazlo siempre desde lo que sientes, lo que ésta mierda que nos está pasando a todos te hace sentir. Tenemos que convertir en cultura global nuestra preocupación por el cambio climático. Tiene que aparecer en tertulias, radio y portadas de los periódicos todos los días a todas horas.Tenemos que hacerlo tema central de nuestras vidas, porque si no acabaremos aplastados por ese elefante, antes de que podamos si quiera hablar de él. ¿Tienes miedo de ser el pesado que siempre habla del cambio climático? ¿Miedo de que la gente te mire como si fueras un friki, un cenizo, un tio/tía raro/rara? Hazles entender que si supieran la gravedad del asunto no pensarían eso. Háblales del elefante en la habitación. Haz todo esto desde la aceptación, desde lo humano. Puede que entonces otra gente, poco a poco, venga y te susurre: “Oye, yo también veo a ese elefante, y me da mucho miedo”. Puede que entonces no os sintáis tan solos.
Luego sécate las lágrimas, ajústate el cinturón y ponte manos a la obra, tenemos mucho que hacer.
0