Ahora que la extrema derecha murciana, esa que 40 años después se agazapó en AP y luego en el PP, comienza a asomar la patita, conviene reflexionar un poco sobre un futuro no muy prometedor, habida cuenta del lío tan estupendo que ha sabido montarse la que dice ser y llamarse izquierda de verdad y el habitual temple de gaitas que continúa en esa otra izquierda que alardea de ser la única posible.
Circula ya por la red el escrito de un inefable vocero que fue censor de periodistas elogiando a un energúmeno de publicitadas hazañas codo con codo con uniformados armados de todo calibre y pelaje, nacionales y extranjeros.
Puede servir esa soflama —publicada en un medio adulterado por sus nuevos propietarios— como toque de corneta para que bastantes auténticos hayan empezado a removerse en sus asientos oficiales otorgados por el PP, pensando en vocear lo suyo a las claras para reacomodarse convenientemente, según se mira, un poco más a la derecha.
En el ínterin supimos que estos chicos que gobiernan han aumentado en un 60% desde 2015 los empleados de prensa en servicio oficial, pues han pasado de 31 a 50 entre todas las consejerías. Y si esto han hecho los de PAS y Fer en algo parlamentariamente controlable —pues se supo gracias a una pregunta de un diputado socialdemócrata—, habría que saber el resultado de 23 años en el poder en cuanto a la ocupación de puestos de confianza, colocaciones en lugares codiciados dentro de la administración y desplazamientos internos a mejores destinos de los funcionarios afines a…. al PP, claro. O simples “señoras de” recolocadas con ventaja a mayor gloria de sus santos.
Tejemanejes todos ellos muy difíciles de demostrar como tales, por mucho que bastantes funcionarios normales y corrientes los hayan visto ocurrir, atónitos, ante sus propios ojos, despachos y mesas como si no pasara nada.
Ejemplo paradigmático de esto tuvimos cuando para elevar a los altares de candidata cartagenera a una consejera —que, por cierto, empezó de periodista afín al régimen “pasiano”— se otorgó por la gracia de dios el puesto público mejor remunerado de la región al jefe local del partido, cuyos méritos para ello son de tal grado académico y profesional como los que otorga el no haber tenido otro oficio ni beneficio que el de político desde los 18 años.
La limpia necesaria en los despachos autonómicos murcianos tras las elecciones de mayo sería, por tanto, de órdago; del tipo de la que parece ser merecedora la administración autonómica andaluza. Digo sería porque, dada la confusión reinante en la izquierda toda y en los supuestos regeneradores centristas, no está nada claro que no se pueda repetir aquí y en junio algo similar a lo que hay ya en Andalucía.
Así que algunos de esos extremistas escondiditos en el PP tendrán que analizar muy finamente su posición y medir muy cuidadosamente sus movimientos, no sea que voceen demasiado… o no lo hagan lo suficientemente alto, y al final se vean en situación desairada… por los pactos tripartitos.
Todo esto, claro está, si la proporcionalidad de la nueva ley electoral regional y el suelo del 3% no impiden que la suma de las derechas —que en Murcia serían cuatro si Somos Región funciona— vuelva a gobernar gracias a la que sería la traición regeneradora de esos estupendos chicos del centro-centro-centro, que por ese camino van una vez más.
Siempre y cuando también los otros, la izquierda en general, mantengan sus derroteros habituales y sigan deleitándonos con gloriosas jornadas electorales prologadas por diatribas sin cuento ni sensatez como las que estas semanas presenciamos. Tal parece que ocurrirá. Tranquilícense, pues, los paniaguados de toda condición y estatus. Quizá sus “puestesicos” no estén tan en peligro y puedan seguir aspirando a ingresar en el futuro en esa nomenclatura regional instalada en su estúpida autocomplacencia. Pero esto da para otra descarga.
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