La moda que va y que viene no dejar de ser un espejismo, un proceso de consumo, de socialización, dirigido, en su puesta en marcha, por publicistas y ejecutado por los medios de comunicación que propagan el producto por sus altavoces mediáticos hasta llegar al lugar más recóndito en nuestro tiempo de globalización. Se acabó hace mucho el exquisito gusto de aquella época renacentista de los Médicis, en la que surgió el concepto de moda y en la que solo unos pocos privilegiados podían tener acceso a esas prendas u objetos. Bueno, creo que me estoy poniendo muy serio con la moda.
La moda, ay, la moda, la de vueltas que da en todos los aspectos de nuestra vida. Y ya nos digamos nada de la moda tecnológica, que de pronto te arrincona todos los discos de vinilo, después los casetes y aquellos videos de entonces por los CDs o DVDs, que también quedaran obsoletos. Los anunciantes te meten la moda en tu casa por radio o televisión, en la calle o en el metro, y no es nada fácil librarse de esos pertinaces mensajes.
La moda y el tiempo solo va girando en la rueda del tiempo. He aquí una canción de los Radio Futura de los 80: “Sí, yo caí/ Enamorado de la moda juvenil/ De los precios y rebajas que yo vi /Enamorado de ti/ Sí, yo caí/ Enamorado de la moda juvenil / De los chicos, de las chicas, de los maniquís/ Enamorado de ti”.
La moda también cambia en el lenguaje y en las maneras de expresarse, y esas formas también llegan a los a los parlamentos autonómicos o al Congreso de los Diputados; también han cambiado las maneras de vestir de esos políticos y hasta la forma de peinarse, ya no parecen todos, como antaño, vendedores de El Cortes Inglés trajeados, y por cambiar por ende cambian sus expresiones, sus discursos y hasta la mesura o las formas educadas, al arremeter contra cuestiones del aspecto personal del adversario, que algunos ven como un enemigo.
Hace unos días la presidenta de la Comunidad de Madrid; Díaz Ayuso, sorprendió a Mónica García, responsable de Sanidad de Más Madrid, en el debate sobre la pandemia, al decirle que “La curva de la Comunidad de Madrid es el reflejo de la curva de su boca mustia”. Esa moda de insultar, sobre cuestiones personales también llegó a ciertas emisoras de radio y de periódicos digitales. Ya en 2019, Federico Jíménez Losantos fue condenado a pagar 3.000 euros por los insultos a Irene Montero, portavoz de “Unidas Podemos” por llamarla “analfabeta funcional o ”matona barata“.
De un tiempo acá se ha instalado, o pretenden instalar algunos, con nocturnidad y alevosía, una moda o tendencia basada en el odio más rancio, con una política convertida en un reality shows, con ataques sobre aspectos personales o motes, como si fueran los niños malos en un patio de colegio. Esta moda o tendencia ya viene de atrás, aunque ahora repunte con espectacularidad. Ahí queda el mítico “A la mierda”, del entonces diputado José Antonio Labordeta, cuando un sector del PP le interrumpía en su discurso llamándole cantautor de las narices. Aquel mítico “A la mierda”, en defensa propia, nada tiene que ver con esa serie de nuevos políticos que actúan con las formas de esas conocidas tertulias de sociedad de Telecinco en las que se sacan los higadillos. La curva de la pandemia bajará. No tengo muy claro que la moda de hacer basura política cambie tan pronto en el tiempo. ¿Por cierto, qué tiempo hace hoy?
0