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Más allá del 8 de marzo

María Marín y M. Elia Olgoso

Murcia —

Qué duda cabe que la huelga feminista de este año ha sido un éxito por innumerables circunstancias, pero para nosotras lo ha sido por dos motivos fundamentales. Primero porque era una gota de agua necesaria en un erial desértico de reivindicaciones y movilizaciones que venían difuminándose desde el 15M, ante los cantos de sirena de una recuperación económica ficticia para las clases populares, que ha ido a engordar de nuevo los beneficios empresariales y los intereses de los activos, pero que no se ha traducido en una mejora de la calidad de vida de la gente común y corriente de nuestro país, más afectada por la crisis y por otro lado, porque aunque ha sido una huelga feminista sin lugar a dudas, donde una vez más hemos demostrado las mujeres nuestra decisión y nuestra valentía en denunciar al patriarcado, también ha tenido mucho de huelga de clase y creemos que eso ha sido un mensaje positivo.

Tenían razón muchas feministas liberales cuando decían esto días atrás que ellas no podía ir a la huelga porque era una huelga anticapitalista y tenían toda la razón, claro que no podían ir, una cosa es estar de acuerdo en que a tu empleada de hogar no la violen por la calle o su marido la maltrate y otra muy diferente es estar acuerdo en pagarle un sueldo decente y la seguridad social y es que esta huelga la han hecho preferentemente mujeres como las espartanas de Coca-Cola, las trabajadoras de residencias del país vasco, las de Inditex de Pontevedra, las profesoras interinas de Madrid, la dependientas de Bershka, las limpiadoras de edificios de Ferroser, las asociaciones de mujeres del servicio doméstico y suma y sigue. Es difícil de explicar ser feminista y apoyar esas políticas neoliberales que tanto daño están haciendo a los trabajadores y muy especialmente a las trabajadoras.

Por eso afirmamos que es una huelga feminista contra el patriarcado, sí, pero con un patriarcado cada vez más íntimamente unido al desmantelamiento de los servicios públicos en general debido a los recortes y a que el desempleo y la precarización laboral de esta crisis/estafa se haya cebado de manera indecente con las mujeres, intentando al mismo tiempo volver a recluirnos en casa “con la pata rota”. Este es el diagnóstico, en definitiva, como el sistema capitalista sigue avanzando inexorablemente sobre los derechos de las personas trabajadoras y hoy más que nunca, desde el 78, sobre el de las mujeres trabajadoras.

El pronóstico se revela incierto, no tendríamos nosotras la certeza de que el exitazo sin precedentes de esta huelga nunca vivida antes en nuestro país, vaya a producir un cambio profundo en las condiciones de vida de nuestras mujeres y en eso le damos la razón al Sr. Rosell, que de forma altiva e indolente, como hablan quienes se creen por encima de lo humano y lo divino, comentaba hace unos días que las huelgas en este país “incomodan” pero “molestan” poco.

La capacidad de que esta huelga se prolongue en más movilizaciones de mujeres junto a las de pensionistas, la de gente precaria, la de estudiantes contra la lomce, la de los indignados, las marchas por una renta básica, etc, será la que determine el éxito consolidado o no de esta convocatoria en un futuro próximo.

En cuanto al tratamiento, decir que el enemigo neoliberal reformista no descansa nunca intentando absorber, apropiarse, cooptar los logros de las luchas feministas para después desnaturalizarlos y convertirlos en otro nicho de mercado y consumo fomentando incluso conceptos como “empoderamiento” o “sororidad” siempre y cuando claro, no solo no afecten a los beneficios empresariales sino que incluso los aumente.

Es decir, esta huelga ha servido para retomar otra vez la discusión sobre los derechos laborales y democráticos de los sectores populares más oprimidos y discriminados, en donde las mujeres somos clave y es que el feminismo ha desbordado la agenda pública y durante días se ha estado hablando de desigualdad de género, de brecha salarial, del trabajo de cuidados no remunerado, hemos obligado a tener que posicionarse y colgarse el lacito violeta a los sectores más reaccionarios de nuestro país como los que representan el Sr. M. Rajoy y el Sr. Rivera, aunque haya sido tarde y por pura presión social.

La grandeza de la lucha feminista es que va mucho más allá de la igualdad de géneros, queremos la igualdad de la sociedad, luchamos por las personas más vulnerables, que son las trabajadoras de las empresas, las del campo, las de los cuidados, etc., si se lucha por el fin del patriarcado también se está luchando contra el neoliberalismo feroz que ha incrementado la división sexual del trabajo, la brecha salarial y de las pensiones contribuyendo al aumento sin precedentes de la feminización de la pobreza en nuestro país.

El futuro está en manos de las mujeres, este país necesita ya el profundo cambio de régimen que no se produjo en su momento, necesitamos diseñar un plan radicalmente democrático, empujado por las organizaciones sociales y la sociedad civil que garantice que esa ruptura se consolida y nos lleva a un modelo donde la democracia y la justicia social sean los ejes fundamentales y nosotras, las mujeres, debemos ser la fuerza política que ejemplifique ese cambio.

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