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Pamplona, la ciudad que se configuró en torno a la música en pleno siglo XIX

Teatro Principal en la Plaza de la Constitución, actual Plaza del Castillo

Sol Gragera

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Un enclave geográfico estratégico, la estabilidad política y económica y un importante asentamiento militar fueron los tres factores que propiciaron la eclosión de una intensa actividad musical en Pamplona en comparación con otras ciudades españolas a mediados del siglo XIX. Cómo la música configuró el espacio urbano al tiempo que este alimentó la vida cultural en la capital navarra es algo que ha sido estudiado y recogido por primera vez en un libro por la investigadora Rebeca Madurga Continente en ‘Música y músicos en un espacio urbano. Pamplona a mediados del siglo XIX’, editado por la Dirección General de Cultura - Institución Príncipe de Viana del Gobierno de Navarra.

El Teatro Principal o el Nuevo Casino en la Plaza del Castillo -conocida como ‘el cuarto de estar’ de Pamplona-, las sociedades, los cafés, las céntricas calles como la Estafeta o la Capilla de Música de la catedral fueron los principales escenarios en los que tuvo lugar la experiencia musical en este periodo estudiado. En concreto, el libro se centra entre la primera y la última guerra carlista (1833-1876) y aborda el diálogo entre los espacios, el papel de los actores institucionales y los músicos locales prácticamente desconocidos. La autora de la investigación señala a elDiario.es que la decisión de acotar la investigación a este periodo responde a la necesidad de centrarse en un momento concreto en el que encontró una “actividad musical desbordante” y sobre el que nada había escrito hasta el momento.

Pamplona no fue ajena a la explosión musical que entonces vivía Europa. Según explica, a la actividad que ya existía en el ámbito religioso, en los salones del siglo XVIII o en la calle, en el siglo XIX se añadieron otros espacios como cafés, sociedades, ateneos o liceos. De hecho, la construcción de teatros por toda la geografía tuvo su traslado en la capital navarra en el levantamiento del Teatro Principal en 1841 en la entonces conocida como Plaza de la Constitución, y que posteriormente se trasladaría a su actual ubicación en el Teatro Gayarre, en la avenida Carlos III. Este escenario más amplio y luminoso que el viejo Patio y Casa de Comedias propició el desarrollo de nuevos géneros musicales, como la ópera. “El espacio más destacado fue el Teatro Principal, no solo por albergar la ópera o la zarzuela, que despuntaron en los años 50, sino también porque las sociedades ofrecían sus conciertos en este nuevo espacio, como el Orfeón Pamplonés, que hasta este momento daba sus conciertos en el mercado”, explica la musicóloga, para añadir la importante repercusión que a partir de ese momento tendrían los inicios del concierto público en la ciudad.

Según se desprende de la investigación de Madurga, fueron tres los factores que propiciaron e impulsaron estos años dorados de la música. Por un lado, la estabilidad política del país, que trajo consigo una economía próspera. En esto, señala, “tuvieron que ver los gobiernos liberales que promovieron la cultura y la educación primaria”, apunta. Además, señala el importante papel que jugaron los ayuntamientos, que ayudaron a los músicos e impulsaron la creación de sociedades. “La situación económica y el interés de los gobiernos liberales favoreció el auge de la música y la práctica musical”, subraya.

Otro de los aspectos que influyeron en la eclosión de la actividad fue la ubicación geográfica de la capital navarra. “Es un punto clave del circuito de la red de teatros del norte y también para todo aquel que venía de Europa a Madrid a ganarse la vida en la Corte. Una de sus paradas era Pamplona. Muchos músicos y artistas llegaron aquí para actuar, obtener un beneficio económico, y así poder llegar a Madrid”, abunda. Por último, un tercer factor fue el importante asentamiento militar en un periodo entreguerras. “Muchos altos rangos militares eran promotores de la música, eran invitados a los salones de la aristocracia y nobleza pamplonesa, tenían palcos asignados en el teatro y también su banda de música”, relata la investigadora. Este hecho, señala, fue el que motivó que se crearan algunas bandas municipales imitando a las militares.

En el libro dividido en seis capítulos, Madurga menciona la obra de los músicos, compositores e intérpretes más olvidados y desconocidos y que aportaron a la vida cultural de la ciudad mientras los grandes autores navarros, como Pablo Sarasate o Julián Gayarre, desplegaban su carrera en el extranjero o en Madrid. Estas figuras secundarias, reconoce, sí llegaron a tener una influencia de los más destacados a finales del siglo XIX. “Hubo una relación posteriormente con Hilarión Eslava o Sarasate, que vinieron al final del siglo XIX a Pamplona y tuvieron contacto con los músicos de aquí en los conciertos matinales de San Fermín”, señala. Entre otros personajes, cita a Joaquín Maya y a Mariano García.

Otro de los capítulos aborda la actividad musical en los salones privados, las sociedades y los cafés. En concreto, la sociedad pamplonesa de clase alta se reunía en los salones privados que constituyeron uno de los principales lugares de ocio y esparcimiento con conciertos ofrecidos por músicos locales. A su vez, las sociedades y los cafés resultaron ser espacios más accesibles para las clases menos privilegiadas. El Nuevo Casino y el Orfeón Pamplonés fueron, en concreto, las sociedades más destacadas del momento.

El libro también realiza un amplio recorrido por la actividad musical en iglesias y monasterios, como la Capilla de Música de la catedral. Menciona el caso de la Escuela de Música Municipal que posteriormente dio lugar al Conservatorio Pablo Sarasate, la primera institución pública de enseñanza musical creada en España, o la Escuela de Música de la Casa de la Misericordia. Por último, la investigación aborda otras tradiciones musicales ofrecidas en las calles de Pamplona como las dulzainas o dulzaineros y los juglares, además de la aparición de las bandas municipales como las de la Milicia Nacional, las de la Academia Municipal de Música y de la Escuela de Música de la Casa de la Misericordia y 'La Euterpe Navarra'.

Entre las conclusiones de la investigación se extrae, señala Madurga, que “los espacios no estaban aislados. Ni siquiera los espacios religiosos estaban desligados de los espacios profanos”. “La música, los repertorios y los músicos estaban presentes en todos los espacios. Tocaban en la Capilla de Música de la catedral, pero también formaban parte de las bandas de música municipales, de la orquesta del teatro o de la plantilla de profesores de la Escuela Municipal”, indica, para añadir que fue esta “red de influencias, de amistad y de contactos entre los músicos en espacios profanos y religiosos la que configuró el mapa sonoro de la ciudad”.

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